Editar la historia y otros comentarios.- CuG
Fecha Friday, 22 January 2016
Tema 070. Costumbres y Praxis


Gracias, Junio, por responder a mi curiosidad sobre la cruzada del fundador sobre los pantalones. Tu testimonio es, además, particularmente valioso. Es verdad, también estaba lo de las guitarras...Ya no lo recordaba.

Bruna, lamento lo que te ocurrió. El personaje en cuestión es un cínico y su manera de comportarse es repudiable. La sugerencia de Ottokar es valiosa sobre algunas opciones que tienes.

Comparto lo de Eduardo acerca de "Generosas excepciones". Mi experiencia es que, si bien el criterio que se nos enseñaba era exactamente el que señala Nicanor, hay sacerdotes a los que les importan de verdad las personas y se lo saltan. Lo he visto. Ernesto G. y Javier C. deben ser de esta clase. Teóricamente están "en falta" respecto a la praxis señalada, pero su corazón sacerdotal les da esa libertad de hacer el bien. Enhorabuena. Y sí, Eduardo: son excepciones. La regla está muy clara.

Lo expresado por Rocaberti me ha dejado pensando. ¡Pobre Dios! Podríamos parafrasear, "cuantos crímenes se cometen en tu nombre". El modus operandi de la Obra es, para todos los supuestos que señalas, que "el fin justifica los medios" y normalmente los ejecutores de estas medidas reciben órdenes de más arriba hasta que un día alguna alarma se enciende en su cabeza. Entonces, por el control de las conciencias se resuelve el asunto: el atribulado manifiesta en la confidencia que ha tenido juicios críticos, y el que le lleva la charla le anima a tener más visión sobrenatural, a no darle vueltas a las cosas, etc. El testimonio de novaliolapena es absolutamente gráfico acerca de esto y da para una película, una novela o una serie.

Lo triste es que, más allá de editar unos videos con temas menores para cambiar la imagen -ya hablamos de los pantalones y las guitarras- no vi, mientras estuve dentro ningún margen para revisar estas evidentes incoherencias éticas. (Numerario que tienes el encargo de leernos: ¿no admites que esto es verdad?)

Por la Obra -que no por Dios- se puede mentir, difamar, humillar, manipular, calumniar, despedir a una mujer embarazada cuando más necesita el trabajo, negar indemnizaciones, desentenderse de los que han dejado gran parte de su vida y sus bienes como si nunca hubieran existido y tantas cosas más incompatibles con el Evangelio. Cuando finalmente te vas, sientes -al menos en mi caso- una gran culpa por haber participado de todo eso y una gran inquietud por quienes se verán afectados con este peculiar modo de funcionar, especialmente los niños en los que la Obra pone sus ojos para iniciar con ellos un proceso sustentable de exprimir limones.

Ese modus operadi está firmemente enraizado en la cúpula y la verticalidad de la Obra es muy rígida. Por eso la incapacidad de autocrítica, de reconocer errores, de obrar no ya con magnanimidad, sino con justicia. Ellos nunca se equivocan. Tal vez por eso, nunca aprenden.

Las excepciones de las que nos habla Eduardo son las que hacen que todavía haya algo de oxígeno circulando entre las estructuras, praxis, normas, vademecums, notas, avisos y demás burocracia administrativa de la Obra.

En mis años en el Opus Dei, cuando en un centro había "demasiado" oxígeno (es decir, un ambiente de amistad sincera con los que venían por la labor, de fraternidad más humana, de piedad más auténtica) la comisión cambiaba la mitad del personal y llegaba algún consejo local recién salido del centro de estudios, con el refuerzo de algún peso pesado, para ajustar las tuercas y así restaurar el "buen espíritu". Entonces, se iba a por los pitables -los que no entraban en las listas era mejor hacerlos desaparecer, porque no daban el tono humano-, se eliminaba cualquier sospechosa "amistad particular", enviando a quienes se apreciaban de verdad a las antípodas y se retornaba meticulosamente a la fidelidad de los guiones y costumbres "de siempre".

Las consecuencias solían ser algunas bajas, -"hojas secas que ya estaban muertas y tarde o temprano debían caer", tranquilizaba el peso pesado a los jóvenes del consejo local- y cómo no, depresiones. Y así, entre los escombros humeantes de lo que algún día había sido un verdadero hogar, atractivo y acogedor, se restablecía el orden. Otra vez estábamos en la milicia.

Un último comentario: me han gustado mucho los aforismos de Ramana. No quería dejar de decirlo. Gracias también Agustina por la selección de artículos.

CuG









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