La otra orilla, en su escrito publicado el viernes pasado, acierta plenamente en la interpretación de la carta que el prelado del Opus Dey ha dirigido a los así llamados “miembros o fieles” de la obra, en este mes de octubre, tomando como tema central el pedido del Papa Francisco en relación con la acogida de refugiados.

No hay ninguna duda, a tenor de la carta del prelado, que el problema es de la Iglesia, de las diócesis y de los frailes y monjas, pero no de la Prelatura Personal del Opus Dei. 

Como no podía ser de otra manera, el prelado quiere caer bien parado y para eso exhorta a “sus hijos y a sus hijas” para que no dejen resbalar esos sucesos por sus respectivas almas “y plantearse qué medios concretos cabría poner en acto para aliviar de algún modo las necesidades de esas gentes.” Cabría en condicional hipotético: no es algo actual, no es algo que hay que hacer “hoy, ahora”, a favor de “esas gentes”, así, con asquito “esas gentes”, no “esos hermanos nuestros”. Después admitirá que son “prójimos”.

La carta no tiene desperdicio. El final del párrafo citado por La otra orilla, es glorioso:

Supliquemos al Espíritu Santo que nos ilustre y nos impulse a la acción, sabiendo asesorarnos oportunamente.”

No vaya a ser que hagamos una tontería, pudo muy bien añadir luego de aquello de suplicar al Espíritu Santo…

“sabiendo asesorarnos oportunamente” Aquí está el quid de toda la carta: ¿con quién deben asesorarse los miembros del Opus Dei? Con los directores obviamente. 

Los directores ya habrán recibido una nota numerada en la que dirá algo así como: “Si a algún pelotudo/pelotuda se le ocurre la idea de organizar algo para acoger refugiados, o para colaborar con las instituciones diocesanas o religiosas en este sentido, disuádasele, haciéndole notar que el Opus Dei ya hace mucho en bien de las almas, siguiendo las enseñanzas de nuestro santo Fundador. Anímenles a rezar y a ofrecer mortificaciones por el padre y sus intenciones.”

Estos no cambiarán nunca.

Haenobarbo