El problema de los refugiados es de los otros…- La otra orilla
Fecha Friday, 02 October 2015
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


El 6 de septiembre de este año, el Papa Francisco hacía un llamado urgente a toda la comunidad católica:

“Queridos hermanos y hermanas:

La Misericordia de Dios se reconoce a través de nuestras obras, como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer hemos recordado el aniversario de su muerte.

Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama a ser «prójimos» de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No vale decir sólo: «¡Ánimo, paciencia!». La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura.

Por lo tanto, ante la proximidad del Jubileo de la misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la realidad concreta del Evangelio y acojan a una familia de refugiados. Un gesto preciso en preparación del Año santo de la misericordia.

Que cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa acoja a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma.”

      Comentaba un periodista de El País que estas palabras del Papa sonaban no a una sugerencia sino a un mandato, a una actitud de obediencia ante el grave problema que se vive.

     En la Carta de octubre, o sea en la de este mes, el prelado dice al respecto de este llamado de hace casi un mes:

     “¿Qué hacer, también cada uno de nosotros, con iniciativa y responsabilidad personales? Lo primero es no dejar que resbalen en nuestra alma, con pasividad, estos sucesos; y para eso, rezar y plantearse qué medios concretos cabría poner en acto para aliviar de algún modo las necesidades de esas gentes. En muchos casos, será oportuno —según las posibilidades de cada uno— colaborar con las diócesis y con las parroquias, a quienes el Papa dirige de modo inmediato su llamamiento, o con organizaciones que se ocupan de ofrecer esa ayuda. Ninguno ha de desentenderse de estas graves carencias de tantos hombres y mujeres, prójimos en quienes hemos de descubrir al mismo Jesucristo. Supliquemos al Espíritu Santo que nos ilustre y nos impulse a la acción, sabiendo asesorarnos oportunamente.”

     La verdad que al leer este texto entré en shock, no lo podría creer. Anoté las siguientes conclusiones:

-      Este es un problema de la Iglesia, no del opus; son las diócesis, las parroquias, las casas religiosas los monasterios…

-      Olímpicamente se lava las manos y no abre ni las parroquias ni las iglesias del opus a este llamado ni las casas de retiro y en cambio los manda a las organizaciones que se preocupan de atender esos problemas… Ellos no tienen ninguna institución que haga algo por los más necesitados.

     La verdad me he quedado frio y perplejo ante tanta dureza de corazón, sobre todo pensando en el palacete en el que vive el prelado y su “equipo de trabajo”, la forma en la que viven los numerari@s que no les falta nada y que de ordinario viven en las mejores urbanizaciones de las ciudades donde están. Qué pena me dan pues demuestran que no son parte de la Iglesia, sino que hacen grupo aparte. Ante estos “consejitos del prelado” es lógico que se crucen de brazos y se les resbalen todos aquellos que pasan por alguna necesidad. Pero eso sí, era importantísimo que, en la canonización de Fray Junípero Serra en los Ángeles Ca., la semana pasada, se cantara el nombre del fundador en la letanía de los santos y que, en la fiesta de las familias en el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, sonara el nombre del opus Dei en el testimonio de una familia acomodada de Nigeria que recibe formación y tiene el suficiente dinero para hacer un viaje tan largo para testimoniarlo.

     Y termina con unas palabras muy sobrenaturales como para paliar la frialdad de la respuesta al llamado del Papa: Ninguno ha de desentenderse de estas graves carencias de tantos hombres y mujeres, prójimos en quienes hemos de descubrir al mismo Jesucristo. Supliquemos al Espíritu Santo que nos ilustre y nos impulse a la acción, sabiendo asesorarnos oportunamente.”

     Qué importante el asesorarse oportunamente para no “hacer cosas indebidas o hacer más de la cuenta”…

La otra orilla









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