Pavor al verano.- Elcanario
Fecha Monday, 17 August 2015
Tema 078. Supernumerarios_as


Con frecuencia, mis amigos que nunca han pertenecido al Opus Dei me suelen preguntar que por qué aguanté tanto dentro. Yo les suelo responder que cuando empiezas, cuando escribes la carta solicitando ser admitido, todo es maravilloso. Poco a poco notas que esos supuestos amigos tan buenos te abandonan una vez han conseguido hacer un prosélito más. No se me olvida la primera canción de la Obra que aprendí. Decía...



"Tinta y cálamo, cálamo cálamo. 

Tinta y cálamo y a redactar.

Que se está acabando el tiempo. 

Que son plazas limitadas.

Anda y no seas holgazán.

Paparapa raparapá...."

 

Y volvía a repetir la misma estrofa. Era como un himno triunfal, una marcha que entraba. A los pocos meses, después del verano, Rafa, uno con el que habíamos cantado esa canción, desaparecía del centro. Pregunté por su ausencia. Las primeras respuestas eran evasivas. Al insistir lo que me dijeron es que se había dejado conquistar por una chica. Era una salida más. Al cabo de los años, he recordado ese momento y he llegado a la conclusión que en el Opus Dei existe pavor al verano. Por eso hicieron los llamados "tozalitos" junto al santuario de Torreciudad. Como son edificios en los que viven varias familias de supernumerarios, los hijos de unos se hacen amigos de los de los otros. Vamos todos viviendo en una gran burbuja. Si no tienen vocación de "numerarios", están las hijas de los demás y, con el tiempo, se hacen novios y hasta se casan. Y si encima pitan de supernumerarios, maravilloso.

 

Algunas veces que despaché con el consejo local de San Gabriel, se me insistió hacia el mes de abril que debía recordar a los supernumerarios de mi grupo que debían buscar sitios de vacación donde no se ofendiera a Cristo. De ahí que estuvieran desaconsejadas las playas. Les parecía impropio que un supernumerario fuera a esos sitios en los que padres e hijos se ponían en ocasión de pecado. Debían confesarse de esos casos. Para mí eso era un poco extremista, pero lo transmitía. Como en el grupo casi todos eran ya mayores y tenían hijos crecidos, el consejo solo se podía aplicar a uno, que llevaba muchos años en la Obra y había sido numerario anteriormente. Claro que también se lo podían transmitir a sus amigos jóvenes o a sus hijos ya casados. 

 

Raro era el mes de septiembre que un joven que había pitado unos meses antes no dejaba de ir por un centro de la Obra. Con las vocaciones recientes los directores del Opus Dei procuraban que no fueran con sus familias a sitios de playa. Se inventaban iniciativas para recogerles y evitar la "contaminación" de esos lugares. Uno de los sistemas inventados fuera la llamada "Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida", a cuyo frente estaba Vicente Rodríguez Casado, uno de los primeros numerarios del Opus Dei, pitado antes del inicio de la guerra civil española. La estancia en ese monasterio se acompañaba con frecuentes tertulias sobre los primeros años del entonces instituto secular. Después esas vocaciones recientes volvían a los centros y contaban lo bien que lo habían pasado. Suponía apretar un poco más el "tornillo" de la vocación.

 

Vicente Rodríguez Casado, conocido como "Don Vicentón", pues estaba muy grueso, era catedrático de Historia Universal Moderna y Contemporánea, que más tarde pasó a denominarse Historia Universal Moderna y Contemporánea en la Universidad de Sevilla. Más tarde se trasladó a la Universidad Complutense donde se jubiló. La Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida, según Wikipedia, ofrecía cursos de índole humanística a universitarios durante todos los veranos hasta 1973. En realidad no era más que un instrumento para hacer proselitismo: para las vocaciones jóvenes, para que perseveraran, y para los que estaban cercanos al Opus Dei, para que pitaran allí. Era lo que ellos dicen ahogar el mal en abundancia de bien. 

 

Otro de los sistemas que emplea el Opus Dei es el de los campamentos de verano. Solían ir como monitores algunas de las vocaciones recientes. En esos campamentos se daban muchas charlas de formación y solían ir acompañados de algún sacerdote numerario, que oficiaba cada día la misa para los que querían asistir a ella. Al terminar el campamento, era frecuente que se incorporaban a un club o centro de la Obra algunos que nunca habían ido. Ahora estos campamentos están mucho más regulados por los Ayuntamientos y es difícil un monitor joven sin la suficiente cualificación.

 

ELCANARIO







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