Dignitatis humanae y el Opus Dei.- Antonio Esquivias
Fecha Monday, 10 August 2015
Tema 040. Después de marcharse


El Concilio Vaticano II titula de ese modo su documento sobre la libertad religiosa. En la dignidad humana encuentra el Concilio el fundamento de esa libertad religiosa que es también un derecho humano. En este agrio debate entre el Opus Dei y los ex es precisamente esa dignidad humana la que está en juego, y además dentro del respeto a la libertad religiosa en uno de sus aspectos: el de dejar una institución...



Las personas que abandonan el Opus Dei, cualquiera que sea su motivación, siguen siendo personas y por tanto merecedoras de un trato acorde a esa dignidad. Todo el objetivo de lo que estoy escribiendo en estos meses sobre el Opus Dei es precisamente la de exigir a la institución que respete la dignidad de los que han pertenecido a ella, incluso cuando escribo sencillamente para demostrar que he estado bien dentro de la institución y conozco su praxis.

El eco que despiertan en la opinión pública las noticias sobre los ex del Opus Dei habla de un divorcio. Es un panorama en blanco y negro: o muy bien o fatal. Una guerra sin puntos de encuentro entre partidarios y detractores. Quienes salen lo hacen en un número muy importante enfadados, exigiendo incluso la desaparición de una institución a la que tildan de secta, por otro lado en demasiados casos salen en malas condiciones personales, psíquicas y emocionales y tienen dificultades de reinserción en la sociedad debido a falta de asimilación de lo vivido. Por supuesto respecto a las condiciones económicas hay quienes salen sin dificultad por haber desempeñado una profesión fuera del Opus Dei-institución. Pero hay otros que, por haber desempeñado tareas dentro de la organización, salen en malas condiciones desde el punto de vista laboral.

Hay un punto fácil de establecer: El Opus Dei debe tratar con dignidad a los que se van y eso se hace respetando los derechos humanos. El Opus Dei debe procurar que las personas que han estado muchos o pocos años en la institución puedan al salir seguir su vida de un modo digno. El Opus Dei no puede desligarse de los problemas de esas personas y decir que han escogido libremente irse. Claro que tiene una fuerte responsabilidad en preservar la dignidad de esas personas. Para irse necesitan unas condiciones mínimas adecuadas que les permitan reemprender su vida y esas debe ponerlas el Opus Dei.

Para ello, como toda persona humana, especialmente si han estado muchos años en la institución trabajando para ella, necesitan una situación económica similar a la que poseían estando dentro: un trabajo y medios que les garantice un mantenimiento digno, una casa en donde vivir y un ambiente social acogedor que facilite esa reinserción en la sociedad. Necesitan una comunicación adecuada y respetuosa por parte de las autoridades del Opus Dei.

En el ambiente social acogedor el Opus Dei puede hacer mucho. Quienes se van muchas veces tienen todas sus relaciones, empezando por las familiares, dentro o cercanas al Opus Dei. Respetar la libertad religiosa es respetar la opción de salir como una opción que no quita la dignidad. Quien sale debe ser bien acogido en los ambientes que frecuenta. Para ello la opción de salir debe dejar ser demonizada y comenzar a ser aceptada como posible. No hay que olvidar que el Opus Dei tiene un aspecto de institución y organización humana que puede ser rechazado con plena libertad. Esto es ya un hecho: todo el mundo sabe, dentro y fuera del Opus Dei, que hay muchas personas que lo dejan. Pero es exigible un paso: es una opción legítima dentro de la libertad religiosa. Rechazar una institución religiosa en su dimensión humana no es rechazar a Dios.

Este sencillo cambio de tratar con dignidad a los que se van eliminaría en la opinión pública la opinión, actualmente muy radicada, de que el Opus es una secta o algo muy próximo a ella, ya que elimina una característica de las sectas: obligar a pertenecer. Además protegería la libertad de los que están dentro, ya que teniendo la opción de salir, solo se puede permanecer de modo libre.

En mi opinión la Iglesia, protegiendo la dignidad de todas esas personas, que en su gran mayoría siguen siendo cristianos, debería mediar y mostrar su coherencia precisamente con ese documento del Vaticano II: dignitatis humanae. Esta mediación eliminaría el escándalo para los fieles de ver ese agrio debate al que me he referido, que muchos interpretan como atentado a la persona y a los derechos humanos, es decir, a valores centrales de la Iglesia. Hace falta acción de la jerarquía y no ver desde la barrera como hay cristianos que “se están sacando los ojos”.

El Estado como garante de la democracia y los derechos humanos debe también intervenir cuando estos son violados. Y en este caso hay suficiente ruido en la sociedad, al menos en la española, que es la que conozco bien, como para que se investiguen, por ejemplo, los derechos laborales del Opus Dei. En Irlanda, hace unos 15 años fue una comisión del parlamento la que destapó el escándalo de la pederastia durante muchos años por parte de diversas instituciones de la Iglesia.

Por parte quienes intervienen en este debate en general está la obligación individual y colectiva de respetar a la persona y sus derechos, y mucho más cuando se encuentra en dificultad, alejándose del insulto y también lejos de la visión de buenos y malos que no ayuda a solucionar nada.

Publicado en Periodista Digital







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