Curso Anual season
Estamos en agosto. Maletas pequeñas, hechas con orden y sobriedad, llevando lo más imprescindible porque eres pobre y si te falta algo, se ofrece y ya está. Si eres afortunad@, irás al extranjero; si no lo eres, o ya estuviste el año pasado, te quedarás aquí, en el norte y fresquit@ si hay suerte, o en el sur y cociéndote si no la hay.
Puedes recitar el horario del curso anual (ca) de memoria y el margen de error será inferior al minuto. Has coincidido tantas veces con la misma gente que la única curiosidad ahora mismo es comprobar si alguien falta y, en este caso, investigar discretamente para saber si ha ido a otro ca o si se ha ido, sin más.
No sabes qué es peor, si estar en el ca o volver a casa, a la misma rutina insoportable porque carece de cualquier sentido y de toda lógica. Creías que en el ca no ibas a pensar, que te distraerías, sin recordar que ya esperabas eso mismo el año pasado. Las tertulias hablando del padre, al que se venera no por ser quien es, pobrecillo, sino únicamente porque vivió con quien vivió; el inicio de la labor en países pobres, que no conocen la democracia, porque ahí es donde la institución puede desarrollarse más y mejor. Cuando el país se enriquece y se democratiza, las vocaciones bajan en picado. A quien no le haga pensar eso es porque tiene un encefalograma plano.
La administración se esfuerza, aunque es bastante diferente a hace unos años, porque todo cambia y el personal escasea y las administradoras se han hecho mayores y a todo no se llega. Además, este ca cuesta un disparate.
Las clases son soporíferas. El mismo suspiro de alivio cuando el sacerdote anuncia que no habrá exámenes, como si alguna vez los hubiera habido, como si contaran, como si fueran importantes. Moral II, Historia de la Iglesia III y Teología III. El año pasado diste Moral III y Teología I, hace años renunciaste a entender el orden de las asignaturas, su criterio o su racionalidad. Te sientas al final de las hileras de sillas. El smartphone tiene la batería a tope, le has quitado sonidos y vibración. Consultas el correo, incluso el del trabajo te parece atractivo, juegas a Angry Birds, a Candy Crush, a Splash y a todo lo que se puede. Dejas OpusLibros para la tarde, después de la tertulia, en la soledad de tu habitación, porque no puedes arriesgarte. Y menos mal que te has traído el portátil, en contra de la opinión de XX, con quien haces la charla, y que comentó que mejor desconectar de todo, sin pensar en que, justamente, ese desconectar es lo que no soportas porque te quita la poca normalidad que tiene tu vida.
Qué poco sentido tiene todo, qué absurdo es gastar tiempo, dinero y energías en esos ca que no te aportan nada más que sensación de frustración, y envidia, porque hay gente que tiene otro tipo de vacaciones por menos de la tercera parte de lo que has pagado tú. Que descansan de verdad, que pueden permitirse algo tan inocente como ir descalz@s por casa o sentarse en el balcón con una cerveza, que no deben andar todo el santo día, con un calor que funde las piedras, vestid@s como para recibir al rey. No hablemos ya de la sv, con sus americanas y sus mangas largas en el comedor.
La charla de fraternidad, de vida de familia. Si todo lo que dice fuera cierto, tú no sentirías la soledad que sientes y ese frío que te muerde por dentro a pesar de que fuera hay más de 30º. La corrección fraterna para que estés más atent@ a l@s demás, morderte la lengua para no enviarle a la M y recibir otra, por no haber aceptado bien la primera.
¿No quieres hablar de ese sinsentido? ¿No quieres, por una vez, poder decir cuán absurdo y estúpido te parece todo? ¿No te gustaría, por una vez, que alguien te escuchara, fuera de la charla fraterna, porque no importan las normas sino tú, cómo te sientes?
Hablemos. Dirás lo que quieras, cuando quieras, como quieras. No quiero saber tu nombre y no tienes por qué sentirte mal. Hablemos, de verdad. Estoy a un correo, a un Skype de distancia. Sentirte sol@ tiene remedio.
Mediterraneo
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