Alejandro Castellani S. J.- Ruta
Fecha Monday, 29 June 2015
Tema 900. Sin clasificar


“Escrivá, de Barcelona tomó un barco a Génova, y luego viajó otra vez en auto a Roma. Raimundo Panniker recuerda el regreso de Escrivá de Roma. «Mis hijos», les dijo, «he perdido mi inocencia». De acuerdo a Panniker, Escrivá fue a Roma como un sacerdote sin doblez, honesto y simple -en otras palabras, ingenuo. Allí vio cómo se manejaba la Iglesia, cómo la intriga y los padrinazgos estaban a la orden del día en la corte papal. Si los cardenales y todos los monsignori podían comportarse así, razonó, debe ser perfectamente legítimo, y, por tanto él también podía proceder así, todo, desde luego, con miras a promover el Reino de Dios.” Alejandro Castellani S.J. 1899-1949 (Sebastián Randle)

La multitud de situaciones y estados interiores de su protagonista, y la paradoja de que muchas de las experiencias de su protagonista sean perfectamente extrapolables al Opus Dei, creo que convierten la biografía de Castellani, en un relato insustituible, para comprender muchas cosas que pasaron y pasan en el Opus Dei y ayudar a curar heridas.

Como ejemplo sirvan los siguientes párrafos sacados de la biografía de Alejandro Castellani, escrita por Sebastián Randle...



¡Lo persiguieron sin descanso, hasta hacerlo perder la salud, y después la fe, y después el juicio! [...] Yo lo asistí en su última agonía. Daba horror.

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Cuando una sociedad anda mal o no anda, hay que examinar su «política», es decir su conducción. La política actual de la Provincia no es «ignaciana»: está en manos de una «camarilla» de políticos pequeños no ignacianos, que tiende a perpetuarse, reforzada por una calesita de rectores que se van turnando, y que en su mayoría son de mediocres luces intelectuales. La causa última de este fenómeno social, es que se ha abandonado desde hace tiempo […] el principio de que la inteligencia es la que debe gobernar; y no otras cualidades de jerarquía inferior.

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Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y «llevarlos al hoyo», como previno Nuestro  Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que sabe; ni para destruir en los hombre la conciencia profesional ni la honradez intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los mediocres engreídos, esos «superiores briosos y sin letras» a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: «Qui vos audit me audit» “Quien a vosotros escucha a mi me escucha” y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera venido.

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El hecho de haber pronunciado el voto y renunciado a sus bienes no pone ipso facto al religioso en posesión de ese desapego activo y gozoso. El desprendimiento es una disposición positiva del alma y no una mera negación; es un continuo preferir a Dios tan real y tangible como el batir de alas en un pájaro, un sentimiento a veces levemente doloroso y vertiginoso de soledad y de vacío. Hay religiosos que tienen un gran miedo a las mujeres y ningún miedo a los cargos y dignidades; que se atufarían de estar a solas con una mujer, pero no temen manejar en el mayor secreto, escondiéndolos a todos, los recursos de la casa; que se confesarían de haber tocado con los dedos un cuerpo femenino pero que zambullen los brazos con gozo en negocios y traficaciones, que por lo demás, por justo juicio de Dios, casi siempre les salen mal. Conciben la pobreza como una virtud negativa; o quizá como una virtud para los súbditos de los cuales ellos están dispensados.

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Pero vos ¿qué diablos quieres? ¿Tiene la culpa la Compañía de Jesús de que hayas nacido neurasténico?

Yo quiero, 1º, si es posible, no morir como el P. Abel Montes; 2º, que en la Orden fundada por San Ignacio no haya injusticia ni crueldad, ni siquiera Involuntaria, 3º, que en ella reine y dirija la inteligencia y no la rutina ni la ambición, 4º, tentar a la Iglesia de Cristo a ver cómo anda, para poder entender las Escrituras.

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Horacio Caillet-Bois me dijo un día: «La Iglesia te hizo todo eso y tú dices todavía que “es santa”. ¿Cómo puede ser? ¿No es la santidad una de las notas distintivas de la Iglesia verdadera y “divina”?

Justamente lo que a mí me pasó prueba que la Iglesia es santa; porque lo que pasó fue causado por solos dos hombres; cosa respecto a mí al menos. Pero el que yo no haya sucumbido y haya salido del pantano, fue porque la Iglesia es santa.

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Lo peor para las víctimas de estas situaciones de perplejidad, es que no surgen ellas de golpe, ni son claras al instante, sino que «devienen».

Después de pasadas se ve claro, pero mientras devienen, la perplejidad de conciencia del que las padece,  es una gran tortura, sobre todo para una conciencia delicada –porque la Iglesia tiene el poder de obligar «en conciencia», poder tanto más fuerte cuanto más fe y amor tiene el obligado. La tortura de la perplejidad de conciencia –the divided soul de los psicólogos-, es una de las peores que existen, dice San Juan de la Cruz.

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Predica un gran triunfo de la Iglesia, un renacimiento de la Cristiandad, en los cuales Italia ( el Opus Dei) tendría una «misión» principal, elegida por Dios (según él) para ser siempre cabeza en lo religioso.

Eso es posible, pero no es cierto, y mucho menos dogma de fe. Predicar esta hipótesis en tono profético, sin ninguna duda y con inflamado lirismo da éxitos oratorios, porque acarician sentimientos a flor de piel y balsamiza recientes profundas heridas... Pero no es predicar la fe, sino una opinión humana.

La próxima venida de Cristo en gloria y majestad es posible; y para mí, es probable. Vivir por tanto, preparado a ella; dispuesto a aceptar la «gran tribulación»: en pobreza, paciencia, y austeridad.

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Puede ser que el actual gobierno de la Iglesia sea una porquería, que el fariseísmo domine en las Curias, que el Papa sea poco más que un figurón y una marioneta. Pero 1º) a mí no me consta. 2º) si es así yo no lo puedo arreglar. 3º) no puedo vengarme de ningún modo del daño que me han hecho sin causar yo más daño, incluso a mí mismo. Debo dejar esa venganza a Dios.

Ahora, negar que me han hecho tuerto y me han tratado perrunamente, no puedo. La consecuencia es que me conviene la lejanía de esa gente en todo lo posible, y no esperar nada de ellos. Ni alabarlos ni vituperarlos, allá ellos. Eclipsarme lo más posible, esconderme yo y mi actividad de sus miradas, dejarlos que sigan su camino. Al final nos encontraremos todos.

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Mujeres quiere decir lío.

Quiere decir lío no leve.

Y enredos y cuentos del tío.

Lo menos de diez veces, nueve.

 

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Pero yo tenía esos días un alma de apóstata: no digo toda el alma, pero una parte. Ahora sé por experiencia lo que es el alma de un apóstata (o el corazón por lo menos) que es una cosa dantesca: los sentimientos desgarrados y resentidos contra los cuales mi voluntad hubo de luchar cuerpo a cuerpo. Ver a un sacerdote o religiosa me estremecía de horror [...] ver una iglesia me horripilaba de indignación, oía misa y comulgaba con la muerte en el alma.

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Porque acaecerá que [...] estando así [el alma] llena de oscuridad y trabajos, aprietos y tentaciones, se encuentre con quién le diga, como los consoladores de Job (2, 11), lo que padeces es melancolía o desconsuelo o condición, o  podría ser alguna malicia oculta suya, y que por eso la ha dejado Dios, y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella.

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Llegarán, sí, los años serenos en los que podrá mirar atrás y con toda ecuanimidad decir lo que había sucedido, sin intentar «salvar» ninguna apariencia, sin cosmética, y, a la vez, sin resentimientos, ni broncas, ni nada; hubo una distancia entre la caridad que yo necesitaba y la caridad que existía: hubo un déficit. Y como la caridad es lo que da la comprensión, faltó comprensión en una forma tal que «quisieron darme muerte (o me la dieron) creyendo con eso hacer servicio a Dios.

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La organización institucional es instrumental, pero puede transformarse en un ídolo a lo que todo lo demás será instrumentalizado.

¿Qué ha de hacer un cristiano en una  Iglesia decaída, digamos corrompida; un hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Qué es lo que le exige y le permite la fe? ¿Puede callar? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar? La obligación expresa de «dar Testimonio de la Verdad», que fue la misión específica de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como Kierkegaard, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel. Claro que la caridad no se le puede exigir a nadie; ¿o sí? ¿Un religioso puede exigirle caridad al Superior, que deje de lado cánones, reglamentos, usos y costumbres y lo trate al subordinado como a un hijo? A mí no se me ha concedido nada de cuanto he pedido. 

Creo que la biografía de Alejandro Castellani S.J. 1899-1949 (Sebastián Randle) es un libro que vale la pena leer por muchos motivos, cada cual descubrirá los suyos cuando lo lea.

Ruta de Aragón.







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