En definitiva desaprender es madurar. Y esto siempre ha sido así. En tiempos de nuestros abuelos, de pequeños vivían en un férreo adoctrinamiento, que se centraba en la piedad y la moral. Luego de adultos, muchos, se iban de cabaret, disfrutando de todo lo que le podían ofrecer este tipo de locales, para ello se tenía que desaprender. Esta dualidad distante en el tiempo, era posible gracias a la adolescencia, una etapa de desorden para crear un nuevo orden. Creando, así, el conflicto generacional típico de todas las épocas.
Los que no desaprenden, no maduran. Y en el opus dei, las cosas son así, nos guste o no.
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