Dilema frente al cambio.- E.B.E.
Fecha Monday, 06 April 2015
Tema 070. Costumbres y Praxis


Dilema frente al cambio
6 de abril de 2015  – E.B.E.

«Nunca, para la Obra, habrá problemas de adaptación al mundo; nunca se encontrará en la necesidad de plantearse el problema de ponerse al día. Dios ha puesto al día su Obra de una vez para siempre, dándole esas características seculares, laicales» (J.M. Escrivá, citado en Meditaciones VI)

«Los fieles de la Prelatura  tienen la obligación de conciencia de cultivar y defender, en todo momento, las características divinas de la Obra: su naturaleza y sus fines sobrenaturales, su régimen, su unidad, los modos apostólicos queridos por el Señor, el Derecho propio —santo, perpetuo e inviolable— que nuestro amadísimo Fundador, por Voluntad divina, estableció para siempre, y la Santa Sede ha sancionado» (Vademecum del Gobierno Local, ed. 2002, cap. II, -el subrayado no es del original-)

«En la vida nuestra, el camino está perfectamente señalado: no hay nada que no esté... ¡esculpido!» (J.M. Escrivá, citado en Meditaciones VI)

«Nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad» (Dignitatis Humanae, n. 10)

Más de una vez se ha escuchado decir –y se sigue escuchando- que en la prelatura han cambiado muchas cosas o están cambiando. Podrá ser algo positivo para las miradas críticas pero no debería serlo para el propio Opus Dei... 



En tiempos del fundador, “eso del cambio” hubiera significado una herejía, pues –en teoría y siguiendo el axioma doctrinal- el Opus Dei no tiene nada que cambiar ni adaptarse -aggiornarse- a ningún nuevo tiempo, por lo cual, el hecho de aceptar –como si fuera un adelantarse a las críticas y una forma de superarlas- que el Opus Dei está cambiando o ha cambiado, no deja de ser una afirmación problemática para la propia institución.

No sirve decir que lo que ha cambiado o está cambiando son elementos accidentales, porque además no es cierto. Si el Opus Dei ha cambiado o está cambiando, eso es un indicador de problemas, desde varios puntos de vista.

Primero, como se ha dicho, implicaría un distanciamiento respecto de su fundador, quien no veía ninguna necesidad de cambios sino que además los condenaba. En segundo lugar, implicaría que Escrivá estaba equivocado y los cambios sí eran necesarios al modo de reformas.

A su vez, las transformaciones que ya se están dando (cfr. correo de Junio) hablan de una crisis de identidad y no está nada claro hacia dónde se dirigirá la institución.

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De manera particular, en lo que hace al respeto a la conciencia, el Opus Dei tiene una gran necesidad de ponerse al día –reconsiderando los documentos del Concilio Vaticano II- y despojarse de algunas características centrales que le dio su fundador. El gobierno de las conciencias, por ejemplo, es esencial al régimen establecido por Escrivá y, aunque se lo considere una de las características divinas, ha de cambiar, o incluso ser eliminado.

Si bien es una Norma semanal, la charla -o cuenta de conciencia- nació como una costumbre y no puede dejar de vivirse porque, como bien dice el Catecismo de la Obra, «no puede prevalecer jamás ninguna costumbre o hábito contrario a los Estatutos o al espíritu del Opus Dei» (n. 342), y dejar de hacerla -o elegir cómo hacerla- sería una costumbre contraria al espíritu.

«Los primeros, tomaron voluntariamente -libérrimamente- la costumbre de contar al Padre todas sus cosas, de abrir la conciencia de par en par, fuera de confesión» (Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 75, el subrayado no es del original)

¿No sería ahora una buena oportunidad para volver a los primeros tiempos –si es que alguna vez existieron- y dejar que voluntaria y libérrimamente cada fiel del Opus Dei eligiera “abrir su conciencia de par en par”, es decir, hacer la cuenta de conciencia?

Ciertamente el prelado dice que nada ha cambiado, como lo dio a entender en su carta de octubre de 2011, pero allí mismo dejó en claro que esa carta marcaba el inicio de los resistidos cambios.

Lo deseable –para el Opus Dei- hubiera sido no tener nunca que hablar de modificaciones de ningún tipo. Pero dicha necesidad demuestra que la fundación de Escrivá no tuvo los fundamentos sólidos –como piedra- de los que alardeaba, sino más bien lo contrario (fundamentos problemáticos).

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Pero hay un problema de fondo, anterior a la cuenta de conciencia, y es el fraude vocacional junto con el del consentimiento obtenido mediante engaño. Difícilmente nadie sentiría desmembrarse ni crujir interiormente –como bien lo describe Heraldo- si –al menos- la vocación al Opus Dei fuera honestamente planteada desde un principio. Es cierto, por otra parte, que difícilmente, también, el Opus Dei tendría muchas vocaciones si abiertamente dijera que se trata de un llamado a ser laicos-conventuales.

El problema no es que el Opus Dei le saque vocaciones a nadie –como Escrivá solía insistir para diferenciarse de los religiosos- sino que las vocaciones las inyecte a quienes no tienen ninguna -ni las tendrían de ningún modo- salvo que mediara algún tipo de engaño.

E.B.E.







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