Cuestión de edad.- Gervasio
Fecha Friday, 19 December 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Cuestión de edad

Autor: Gervasio, 19/12/2014

Al leer la nota sobre el nombramiento, en la cúpula del Opus Dei, de un “vicario auxiliar”, me sorprendió la razón alegada por Monseñor Echevarría para proceder a este nombramiento. Alega: "la extensión de la labor apostólica de la Prelatura y el crecimiento del número de circunscripciones regionales, de centros y de labores cuya atención pastoral está confiada al Opus Dei han llevado consigo un aumento del trabajo de gobierno que corresponde al Prelado"...



No me parece que la extensión de la labor, ni el crecimiento del número de circunscripciones regionales pueda considerarse motivo, razón o causa del nombramiento de un “vicario auxiliar”. Tanto los estatutos de 1950 — que dicen vicepresidente— como los de 1982 —que dicen vicario auxiliar— prevén ciertamente la figura de un cargo que sustituya parcial o plenamente a El Padre; pero en modo alguno la provisión de ese cargo se hace depender del crecimiento de la labor o del crecimiento del número de circunscripciones regionales o de otra clase de crecimientos.

Imaginaos que un Papa se descolgase un buen día con el anuncio de que, como se han ido poniendo en marcha muchas diócesis nuevas, va a establecer un vicario auxiliar del papa, o que el presidente de los EEUU decidiese aumentar el número de vicepresidentes en razón del aumento del trabajo. Si el número de diócesis aumenta, habrá que reforzar el personal de la “congregación para los obispos”, digo yo; y si lo que crece son las Universidades habrá que reforzar la “congregación para la educación católica”. Aumentar los dicasterios es cosa muy distinta a duplicar el oficio papal o presidencial. La figura del vicepresidente del Opus Dei, prevista en las constituciones de 1950 —o de su equivalente en las de 1982— con lo que tiene que ver es con la falta de capacidad del Padre para desempeñar la tarea que le corresponde. Así de dura y explícita es la realidad. Se trata de la falta de capacidad del actual Padre —Monseñor Echevarría— y no de otra cosa. A lo mejor no es exactamente incapacidad, sino ineptitud, insuficiencia, falta de idoneidad o cosa parecida. Esa incapacidad ciertamente no responde a que El Padre sea culpable de algo. Deriva simplemente de su provecta edad. Es un hecho biológico.

En su carta de 12 de diciembre de 2014, aunque insiste en la idea del aumento de “la labor”, añade otra: teniendo en cuenta mi edad. Ahí está, a mi modo de ver, el quid de la cuestión. A su edad —entiendo yo—, aunque la labor fuese de menor envergadura que antes —y quizá lo sea en realidad, pese a lo que dice—, un octogenario no está en condiciones de desempeñar el cargo de prelado del Opus Dei. Ochenta y dos añitos no permiten cosas tales como correr los ciento diez metros vallas. A los mismísimos cardenales no les permiten intervenir en la elección de papa a partir de los ochenta. Salvo casos excepcionales, las facultades mentales y energías quedan mermadas progresivamente en razón de la edad. Lo malo es que el chico que los sustituye es ya septuagenario. Ya ha alcanzado esa edad en razón de la cual, tanto en España como en otros muchos países, los titulares de los diversos cargos dejan de considerarse aptos para continuar ocupándolos. Los septuagenarios, por lo que a mí se me alcanza, no cesan en sus cargos como consecuencia del aumento de “las labores”. Y desde luego no les ponen un auxiliar en quien delegar las propias competencias cuando se hacen viejos.

No estoy muy de acuerdo con otra consideración que Monseñor Echevarría expresa en su carta de 12 de diciembre de 2014: entre los motivos de agradecimiento, quiero referirme ahora a la clarividencia —verdadera iluminación del Cielo— con que el Señor ilustró a nuestro Padre a la hora de preparar el Derecho particular del Opus Dei. Ahí, como conocéis, (si leen Opuslibros lo conocerán; si no, no podrán hacerse cargo de esas disposiciones) está previsto que el Prelado, oído el parecer de su Consejo, pueda nombrar un Vicario auxiliar que le ayude de modo inmediato en el gobierno de la Prelatura (cfr. Statuta, n. 134 § 1 y 3, n. 135), y en los edificios que integran la sede central, puso unas habitaciones destinadas al Vicario auxiliar. No logro ver en semejante previsión una iluminación del Cielo, antes al contrario me parece una disposición que responde a una mentalidad obsoleta y muy de perpetuación en el cargo, a como dé lugar. Debe de ser que tengo muy poca “visión sobrenatural”. Hoy día percibimos como cosa natural que quienes ocupan cargos importantes renuncien a sus cargos por razón de su avanzada edad. Así lo han hecho varios reyes —como Beatriz de Holanda, Juan Carlos de España— y el propio Papa Benedicto XVI.

Tras el concilio Vaticano II, que así lo estableció sin determinar una edad precisa, se fijó como momento de jubilación para los obispos los 75 años. En 1950 —fecha de la aprobación de las constituciones del Opus Dei, que es cuando habría tenido lugar la supuesta “iluminación del Cielo”— las dimisiones por razón de edad estaban fuera de mentalidad. A eso responde y no a otra cosa, a mi modo de ver, la figura del vicepresidente. Los obispos se perpetuaban en sus cargos hasta el momento del  fallecimiento, como la cosa más natural del mundo. Lo propio ocurría con los superiores generales de las órdenes religiosas. Tampoco los reyes cesaban en sus cargos, ni tampoco los papas. Eso es lo que explica, a mi modo de ver, la presencia de la figura del “vicepresidente” del Opus Dei, que ha pasado a recibir en los estatutos de 1982 el impropio nombre de “vicario auxiliar”, ya que de vicario tiene poco, pues detenta una potestad delegada. Sus facultades se extienden sólo a aquello a lo que el padre le delegue y en cualquier caso dará cuenta fielmente al Prelado de todo lo que haga.

Aunque en este caso Echevarría delega en el titular del nuevo cargo todo lo delegable, el agraciado no deja de ser un delegado, un delegado ad universitatem negotiorum, si se quiere. Ese encargado auxiliar responde a la idea de ayudar a quien no tiene fuerzas. Me viene a la cabeza aquella deliciosa canción de Los Panchos:

La múcura está en el suelo.

            Mamá, no puedo con ella.

La múcura está en el suelo.

Mamá, no puedo con ella.

Es que no puedo con ella

Mamá, no puedo con ella.

            Muchacha, si tú no puedes

Con esa múcura de agua,

Vete y llama al negro Pedro

p’a que te ayude a llevarla.

            Es que no puedo con ella

Mamá, no puedo con ella, etc.

Monseñor Echevarría ha visto el cielo abierto ante la posibilidad, que le brindan los artículos 134 y 135 de los estatutos, de nombrar a un chico que le ayude, porque comprensible y disculpablemente a su edad está para poco más que para sopitas y buen vino. No me choca nada que en su carta diga que esos dos benditos artículos de los estatutos responden a una especial iluminación del Cielo que tuvo el santo fundador al redactar las santas e inviolables constituciones del Opus Dei. Al respecto llama la atención acerca de que en los edificios que integran la sede central, puso unas habitaciones destinadas al Vicario auxiliar. ¡Qué clarividencia! ¿Será también una aportación celestial? Recuerdo especialmente la vistosa galería de vicepresidencia por la que nunca vi a nadie pasearse y ni siquiera pasar. Resultaban unas estancias innecesarias. Por fin tendrán utilidad y sobre todo contribuirán a realzar la posición de quien detenta el nuevo cargo. No podrá ser considerado un cazaviejos. El “vicario auxiliar” ya tenía sus propias habitaciones que lo estaban esperando desde hacía décadas. Pocos gozan en el Opus Dei de semejante posición.

Gracias a Dios —añade— me encuentro bien de salud, teniendo en cuenta mi edad. También gracias a Dios ha encontrado a un negro Pedro que será el “báculo de su vejez”. Cicerón decía: si quieres tener una vejez prolongada, comienza pronto o ejercitarla. Yo diría que hasta se retrasó un pelín en comenzarla.

Con motivo de la cesación en sus cargos, más que quejarse, me comentaba un sacerdote que en su diócesis había algunos problemillas protocolarios relativos a cómo tratar a los obispos dimisionarios —tenían nada menos que dos—, eméritos o como quiera que deban de ser llamados. La figura del obispo emérito no estaba prevista en la tradición católica. Me imagino que ya existirá una praxis más o menos consolidada al respecto. Que haya unas habitaciones en Villa Tevere para el “vicario auxiliar” lo considero una cuestión secundaria, por no decir una de esas disposiciones de tipo conventual propias de Escrivá, en las que se mezcla “género de vida” con “oficio”. Me refiero a cosas como que las sirvientas deben vestir uniforme, pero no duermen sobre tabla con las demás numerarias; las numerarias no debían llevar pantalones, cuando las supernumerarias podían hacerlo; los sacerdotes siempre con sotana, salvo excepciones; los numerarios pueden fumar, pero no las numerarias; El Padre debe recitar todos los días el salmo Miserere; etc.

Como sabemos, el actual papa decidió no instalarse en las habitaciones habitualmente destinadas al Romano Pontífice —el oficio papal no está ligado al uso de unas determinadas habitaciones—, sino continuar en la casa de Santa Marta, más en contacto con la gente. Por su parte Benedicto XVI tras su dimisión eligió un concreto lugar dentro del Vaticano en donde instalarse. No están previstos en el Vaticano unos habitáculos especiales para papas dimisionarios, ni cosas así. Parece ser que no tuvieron unas iluminaciones del Cielo como las que ilustraron al fundador del Opus Dei.

Gervasio

PS. Deseo trasmitir a Aquilina mi  más sentido pésame, afecto y cariño.







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