26 de junio: San Pelayo y San Josemaría Escrivá.- Giovanna Reale
Fecha Wednesday, 03 December 2014
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Los logrados comentarios de André del 01/12/2014 se fundamentan en dos bases: el testimonio de dos intentos frustrados de acoso sexual a dos menores de edad y el rigor de la lógica aristotélica de ‘premisas’ y ‘conclusión’. En mi caso, me ha traído a la memoria la biografía de un santo español, san Pelayo, que –¡oh, coincidencias de la vida!– se conmemora en el calendario litúrgico de la Iglesia española el mismo día que san Josemaría Escrivá, el 26 de junio. ¿Quién fue san Pelayo? Con permiso de los amables lectores, voy a repasar un poco la historia medieval de España.

Pelayo nació en la localidad gallega de Creciente en el año 911. Recibió una buena educación en Tuy por parte de su tío, el obispo Hermogio. En el 920 acompañó al obispo y a la corte del rey de León en apoyo del reino de Pamplona, que estaba siendo atacado por Abderramán III. Después de la derrota en la batalla de Valdejunquera, tío y sobrino fueron apresados por Abderramán, bajo quien quedaron sometidos a un cautiverio de varios años. Gracias al rescate pagado por los reyes cristianos del norte peninsular, el obispo fue liberado, pero Pelayo quedó como rehén. Abderramán III le prometió excarcelarlo e incluso darle un trato privilegiado si renunciaba a la fe cristiana y accedía a ser efebo suyo. Muchos monarcas no suelen privarse de nada y se deleitan poniendo en práctica el principio que dice ‘variatio delectat’: unas veces se acuestan con mujeres y otras con jovencitos, pues para ellos ‘el amor es libre y eleva el espíritu’. Por sus reiteradas negativas, Pelayo padeció un martirio cruel el 26 de junio del 925, con catorce años de edad. Muy pronto comenzó a recibir culto. Tiempo después, sus reliquias fueron trasladadas de Al-Andalus al norte de la península ibérica: primero fueron a parar a la ciudad de León y más tarde al monasterio benedictino de Oviedo que lleva su nombre y que no debe confundirse con el nombre de don Pelayo, el primer rey de Asturias.

El escrito de André me ha traído a la memoria esta historia porque el joven Pelayo, a la edad de catorce años, reaccionó ante las denigrantes propuestas del emir Abderramán III como un auténtico hombre adulto. Creo que, rememorando la historia de san Pelayo, interpreto bien el pensamiento de André.

En Opuslibros, desde que hemos empezado a comentar la historia del supernumerario de Granada, víctima del acoso sexual de unos depravados sacerdotes, nadie, absolutamente nadie ha demonizado al agredido. Nadie, absolutamente nadie ha recriminado nada al denunciante ni al Opus Dei, como si ellos tuvieran la culpa de los abusos sexuales sufridos por el denunciante. En Opuslibros nadie, absolutamente nadie se ha vuelto loco.

Lo que sí se ha hecho desde Opuslibros es aconsejar a la víctima de Granada y a todas las víctimas de acoso sexual, menores de edad, que les beneficia muchísimo más tener devoción a san Pelayo que a san Josemaría. El adolescente Pelayo reaccionó como un auténtico adulto mientras era presionado por Abderramán III y estaba abandonado a la soledad. Una madurez de tales características, protagonizada por Pelayo, es el mejor remedio que ese tipo de víctimas necesitan para rehacer sus vidas y combatir los traumas padecidos. A esas víctimas no les conviene ampararse bajo la devoción al fundador de una ‘guardería de adultos’, porque en ella se aprende a vivir perpetuamente como ‘infraadulto’, que es justo lo que más les puede perjudicar. Por ese mismo motivo, también necesitamos el modelo de santidad de Pelayo quienes, como yo, fuimos en la adolescencia seducidas no por pederastas, pero sí por proselitistas de la guardería de adultos fundada por san Josemaría.

Resulta chocante que los dos santos coincidan en el mismo día del calendario. Ya se ve que el santoral de la Iglesia se ha ido convirtiendo con el transcurso de los siglos en un cajón de sastre en el que hasta se da cabida a personajes antagónicos. Tarea de cada creyente es discernir a qué santo o santa tener devoción. Por aconsejar a una víctima de pederastia la devoción de san Pelayo y desaconsejarle la de san Josemaría, no se demoniza a nadie excepto a Abderramán y demás agresores sexuales, y a la vez se le señala un auténtico camino de crecimiento humano.

Siguiendo la argumentación de ‘premisas’ y ‘conclusión’ planteada por André, voy a ‘concluir’ mi escrito de hoy sugiriendo al papa Francisco y a los obispos españoles que, con motivo de la tolerancia cero ante los casos de pederastia clerical, fomenten mucho más en toda la Iglesia católica y en España la devoción a san Pelayo, para que, bajo la intercesión de este santo, ningún joven se deje embaucar por las seducciones de los pederastas ni de los proselitistas y para que quienes por desgracia hemos sido embaucados o por unos o por otros/as logremos rehacer bien nuestras vidas por auténticos caminos de madurez. Mi ‘conclusión’ es mi plena e íntima solidaridad con la víctima de Granada poniéndome de su parte.

Giovanna Reale









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=22878