Víctima sospechosa, según Carmen Charo.- Jiménez
Fecha Monday, 24 November 2014
Tema 900. Sin clasificar


Parto de la premisa de que las personas psicológicamente sanas repudiamos en lo más profundo los abusos de cualquier naturaleza. De hecho lo que nos concita en esta página a muchos es la indignación ante el abuso, en este caso de índole espiritual, del que fuimos objeto por parte de la única prelatura de la Iglesia Católica.

He leído, primero con estupefacción y, en una segunda lectura –porque no me podía creer lo que veía y repasé el texto para confirmarlo- con absoluta indignación la carta de Carmen Charo del pasado viernes.

Los hechos son los siguientes: un niño de 12 años sufre presuntamente abusos sexuales y violaciones por parte de sacerdotes de la Diócesis de Granada (España). Doce años después, el joven de 24 años que hoy es el niño violado decide denunciar aquellos hechos. El propio Papa, según lo dicho en la prensa, le llamó para pedirle perdón por ello, a la vez que se comienzan las investigaciones en esa diócesis para ver qué sucedió y determinar responsabilidades.

Creo que cualquiera con sentido común y cierta sensibilidad celebraría tanto la denuncia del joven como la apertura de investigaciones. ¿Dije cualquiera? Parece que no. Parece que hay “víctimas” y “víctimas sospechosas”. Resulta que ese joven denunciante trabaja como profesor en un centro del Opus Dei. Y claro: hasta ahí podíamos llegar. Carmen Charo, sumergida en fantasías tras recibir un “dong” en su cabeza (así lo expresa), aprecia en esa denuncia, no un derecho y un paso positivo para hacer justicia, catigar a los culpables y contribuir a erradicar esa terrible lacra que son los abusos sexuales por parte de curas, sino toda una operación de imagen de la Obra ante el Papa de la que el joven-niño violado no ha sido sino una pieza. Me gustaría usar otra palabra para decir lo que siento ante esos argumentos, pero no puedo: repugnancia.

Vamos a suponer -que no está demostrado- que ha sido el Opus Dei el que, como fantasea Charo, animó al joven profesor a interponer la denuncia. ¿Es menos víctima por ello? ¿Tiene menos derecho a poner en conocimiento de la Iglesia aquellos abusos? Si en lugar de al Opus Dei –la prensa que leí dice que es simplemente profesor de un centro de la Obra; Carmen Charo lo da ya por miembro-, el joven estuviera vinculado a la Masonería, al Partido Comunista, a los Kikos, a la Real Sociedad, o si fuera simplemente un aséptico padre de familia, ¿tendría más derecho a la credibilidad en su denuncia?

Hace muy pocos días se abría un debate en Opuslibros sobre la radicalidad y el sectarismo que impregna a algunos de los que escriben aquí. No comparto tales argumentos aunque reconozco que escritos como éste de Carmen Charo no ayudan precisamente a desmontarlos.

Y adelanto que ya desde este mismo instante me preparo para la oportuna reconvención de Aquilina que, sin duda, me enviará esta vez al rincón del aula a escribir mil veces: “No atacaré personalmente a Carmen Charo”. Pero me gustaría mucho –y la emplazo a ello- a que Elena nos diga qué consideración le merece la opinión de su amiga en este asunto. ¿También tengo razones, pero no tengo razón?

Saludos a todos.

Jiménez









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