Jaraysedal, entiendo tu malestar, tu sonrojo -y enojo- comparando unos y otros números. No soy bueno escribiendo, trataré sin embargo de contarte cómo lo veo yo.

Cuando salí de la Obra, enfermo, solo, con lo puesto y mal preparado para la vida, esta página fue un sostén muy importante. (¡Agustina, te estoy infinitamente agradecido!).

Para volver a estar emocionalmente sano, necesité llorar lo que viví, procesarlo... y dejarlo atrás. Lo mismo habrán hecho la mayoría de los que pasaron por aquí. En Opuslibros, miles de ex encontramos, en un momento muy duro de nuestras vidas, respaldo, aliento, comprensión y hasta la posibilidad de reírnos de aquellos años (¡Gracias Satur! ¡Dios te bendiga!), pero después la vida sigue, y es necesario que el pasado se convierta en pasado.

¿A qué me refiero? Cuando no sanamos, nuestro pasado (en este caso, la Obra) sigue siendo nuestro presente. Nos hallamos detenidos en el tiempo y nuestro presente se contamina con las viejas heridas, nos mantiene en un ciclo interminable que nos agota y desalienta.

Un día -ya fuera- decidí que no seguiría dándole al Opus Dei control sobre mi vida. Así que no me interesa si cambian o no cambian, si pitan quinientos o se van setecientos. ¡Necesito mantenerme lejos de eso para preservar mi salud mental!

En perspectiva, ahora veo a Opuslibros como un hospital: sus médicos (Agustina, EBE, Gervasio, y tantos más) atienden un continuo río de personas que salen de la Obra, heridas, desencantadas, engañados... La mayoría de estos pacientes -como lo fui yo-, una vez curados, siguen su camino.

Tienes razón: es justo que colaboremos para que este hospital siga en pie, pero la fuerza de Opuslibros no está en la cantidad de seguidores de Facebook, sino en las verdades que publica.

Los de dentro, que leen esta página, lo saben. Y un día, la verdad los hará libres.

CuG