Del carisma a la Institución.- Exopere
Fecha Monday, 29 September 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Siempre he dado vueltas a un tema que me parece interesante: cómo los carismas se rompen cuando aparecen instituciones concebidas para custodiarlos. 

Pasó a la Iglesia, que tras ser una Iglesia de mártires, pasó a ambicionar purpurados, mitras y carguetes. Pasó a los mendicantes, que de pedir pan pasaron sin solución de continuidad a vivir como rajás entre banquetes y cortesanas. Pasó, al fin, con la Obra. Si bien, embalados. En tiempo récord. Porque ya en los años cuarenta, recién terminada la guerra, ya ambicionaba todo lo ambicionable. Casas de retiros, puestos políticos, apellidos compuestos, etcétera. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Y profundamente ridículo. Todo ello, por supuesto, camuflado en "razonadas sinrazones" que pudiese hacer parecer que todo era ad maiorem Dei gloriam. Porque el apellido compuesto "de Balaguer" todos sabemos que fue la segunda edición de la ciudadanía romana de Saulo. Igualico...



¿Qué es lo que pasa? Muy sencillo, que el ser humano tiene un defecto de fábrica, que aparece en la página uno del Génesis: Seréis como dioses. Y se nos va la olla. No pretendo con esto justificar ni condenar a nadie. A las instituciones y a todos los que se ponen intensos se les vence con sentido del humor, y es el sentido del humor lo que creo que hay que tener al pensar en una institución que se toma tan en serio a sí misma. Porque todos sabemos "que la Iglesia en España sobrevivió a los 70 gracias a la Obra". O que quien más trabajó en el Concilio fue el Beato Álvaro.

La institucionalización de la Obra la ha convertido en un dinosaurio incapaz de actualizarse. Porque sus normas son algo así como "santas, eternas e inmutables". Y en latín. Vamos, que ríete de las tablas del Sinaí. Y así nos luce el pelo. Unas normas del cuarenta mandando a jóvenes (si quedan) del siglo XXI.

Siempre he mantenido que el carisma de la Obra es muy bueno, pero que vivirlo dentro es sumamente complicado. La libertad de Jesús que se respira en cada página del Evangelio es inconcebible dentro de la Obra. Imaginemos a un cura numerario dejándose lavar y besar los pies por una pecadora pública (puta, hablando en castellano). Se ha milimetrado la conducta, y todo pasa por mandos intermedios. Recuerdo que en un círculo que di poco antes de darme el piro dije que era preferible no confesarse una semana si uno no quería que hacerlo por obligación. Le faltó tiempo al director para decir que no. Si algo fue Jesús, fue precisamente adalid de la libertad. Porque no puede haber un amor que no sea libre. Y en la Obra se tiene mucho miedo a la libertad. A no consultar. A ser motor. Y no digamos a decir que no.

La santificación en y desde el trabajo es un gran carisma. Pero lo han petrificado. Y con tantos directores, con tanto agente de preces, custodes, vicarios, secretarios, con tantos consejos y con tantas delegaciones, han conseguido ser muchas cosas, pero no una familia. Que también formaba parte del carisma. El Padre, no nos engañemos, es el jefe. Cosa que respeto, pero al Padre nunca le vi como un padre, entre otras cosas, porque no se le conoce de nada. Bueno, se le ensalza en Crónica y se leen las cartas que se supone que escribe cada mes. Pero nadie me dijo cómo es, qué comida le gusta. Todo en el Padre es inmejorable.

Lo más curioso, lo que más llama la atención, es que fuese precisamente el fundador, el que "vio" la Obra, el que recibió directamente del cielo el carisma, el que se empeñó en institucionalizar y asfixiar el espíritu de la Obra. Porque, como todos sabemos, Dios, en su infinita sabiduría y providencia, quiso que su "fidelísimo instrumento" estudiase derecho para que pudiese "poner patas" al espíritu del Opus Dei. E hizo del Carisma, algo vivo y palpitante, lo que queda. Algo seco, de cartón piedra. Esculpido. Admirable, pero invivible e infumable. Y así quedó, por los siglos de los siglos.

Amén.

Exopere

P.D. Como todos partimos del hecho inequívoco de que todos los miembros de la Obra se pasean por aquí, propongo que ya que se ha impedido que estén los documentos internos, pongáis los libros que se suelen usar para la lectura espiritual. Haríais un gran favor a los miembros.

Yo, de hecho, cuando estaban los Cuadernos y demás "libros de familia", solía preparar desde aquí los círculos. Era mucho más cómodo y rápido.







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