Don Álvaro.- pepito
Fecha Monday, 29 September 2014
Tema 115. Aspectos históricos


Escribo mientras se desarrolla el acto operístico (tal es el adjetivo que corresponde a opus; nada de opusino ni solecismos parecidos) en el que sus devotos celebran la beatificación de don Álvaro Portillo (al parecer, el “del es un añadido sobrevenido, para subrayar su “limpio linaje”, como diría el simpático Pérez Embid de nuestro santo preferido, dando por sentado que en él no había ni moros ni judíos ni barraganas).

Alcancé a ver –no digo a conocer- a Mons. Portillo en varias ocasiones, cuando aún era segundón y custos de Escrivá. La verdad es que con su discreción, su recato y su elegancia natural daba una imagen mejor –menos montuna y pirenaica- que la de su maestro. Ni tenía ni pretendía tener el carisma de grand meneur que aquel tenía o se arrogaba; pero en todo caso a muchos nos parecía encarnar la imagen del hombre que, de tejas abajo, había dado mucho más que ganado con su entrega al Opus. Más adelante ya no pude seguir su trayectoria, que según algunos colaboradores de la página, fue una obsesiva insistencia en preservar intacto el frasco de las esencias. Con todo, sí recuerdo que, según contaba Mª del Carmen Tapia, cuando el gran jefe la sometió a juicio sumarísimo, don Álvaro se permitió advertir a Escrivá: “Padre, esas ya son cosas de anteayer”.

En fin, que Dios lo tenga en su gloria, cosa que sin duda creo que merecía; aunque quede la gran cuestión pendiente: la del complejo, tan difícil de desmontar, que el de Barbastro montó para colocarnos a tantos y a tantas la vocación prefabricada que en nuestros años jóvenes nos sorbió el seso.

Pepito









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