La vocación prefabricada.- Pepito
Fecha Monday, 29 September 2014
Tema 050. Proselitismo, vocación


Aún a riesgo de volver sobre cosas que ya han sido tratadas en este foro, y con más autoridad e información que las que yo tengo, me permito volver sobre el concepto de “vocación prefabricada” empleada en mi anterior mensaje, por considerarlo de especial interés para cuantos la hemos sufrido.

En la tradición teológica más o menos moderna de la Iglesia –la que yo mamé en mis años jóvenes- estaba bien tipificado el concepto de vocación, al respecto de las posibilidades de una mayor entrega que entonces se ofrecían a todo fiel cristiano: sacerdocio, vida religiosa o monástica y otras variantes secundarias. Y en ese concepto estaba meridianamente claro que la vocación consistía en algo activo: en una llamada que el fiel cristiano sentía o creía sentir hacia los mencionados estados canónicos y a partir de la cual procedía en consecuencia.

¡Ay!, pero en esto llegó Monseñor, con su “llamada universal a la santidad”, por lo demás un precepto evangélico bien conocido del cual se apropió a su manera. En esa apropiación estaba en primer término el principio de “no mover a nadie del lugar en que Dios lo había colocado”, o cosa parecida (con lo que venía a decir, en su chungo y atrasado Madrid de los años 1920, que la criada y el albañil debían seguir siendo tales por siempre, porque esa era la voluntad de Dios). Pero -más importante aún- se percató del escaso atractivo que la vida religiosa ofrecía para los jóvenes cristianos de entonces, con lo que diseñó su particular tinglado, frailes sin hábito, que en sus orígenes no dejaba de tener extravagantes semejanzas con las antiguas órdenes militares (recuérdense las famosas capas blancas para uso privado y la sostenida devoción por el Salmo 2, el salmo de los Templarios antes de entrar en batalla).

Ahora bien –y aquí llega el punto capital- aquel hombre, con su invento de la vocación pasiva, subvirtió por entero el concepto de vocación que la Iglesia mantenía y enseñaba: se erigió, suplantando a Dios, en el gran vocator, el facultado para llamar, aunque el llamado no se hubiera enterado de nada al respecto. Y en el colmo de su osadía, delegó en sus mandados por todo el mundo esa capacidad de discernimiento vocacional y la capacidad para provocar la correspondiente crisis en el primer adolescente que se les pusiera a tiro pensando que aquella gente solo buscaba hacerlo mejor cristiano (el apostolado era mero proselitismo). Ahí está al gran fraude inicial, del que todavía esperamos explicaciones.

Pepito









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