Claramente, no hay nada que yo pueda decir, que te haga sentir mejor o con menos "pena". Las palabras, en estos casos, resultan no tener poder, ninguna fuerza, estar demás. Pero sí te puedo hacer llegar mi cariño, porque somos muchos los que te queremos, Satur, aunque no sepamos ni cómo es tu cabello, o si salivas o no al hablar.

Como lectora de OpusLibros, es mucho el rato que he pasado contigo y también con la Piedra, a la que quise solo por el hecho de tener que tolerar tus despliegues mañanísticos. Recuerdo vivamente un relato que nos hiciste llegar de ella, dormida en tu hombro, planchando orejas, porque no aguantaba lo largo de las películas. Y dijiste que para ti, mirarla así con el cachete aplastado, quietito tú y con el brazo entumecido, era la expresión máxima de la felicidad. Y es que la experiencia del amor doméstico es la más grande de todas, porque no hay por dónde salir arrancando, y que tampoco uno quiere, que quedarse junto al fuego con el otro es lo más que hay. Qué suerte tuvieron los dos. Y que dolor me produce que te hayas quedado solo, y que valiente me parece ella, y qué pillina, hasta el final.

Yo no te echo de menos aquí, porque siento que nos has dejado para dar y regalar. Porque entendí, cuando se acababan tus aportaciones, que tenías necesidad de circular, de moverte. Te imaginaba con la Piedra, feliz y no feliz, que cada día tiene su cadaunidada, pero no sabía que estaba enferma. Me golpeó la noticia, en el desayuno supermega familiar en el campo, que terminando, me fui con mi taza de café y mi pucho bien al fondo, cerca de la huerta. El pastito era verde y soplaba algo de viento. Y me imaginé que otros muchos que te queremos, estábamos en las mismas, tratando de recuperarnos para ver cómo te hacíamos llegar nuestro amor. Los comentarios en tu blog son solo una muestra pequeña, que somos más.

Pensamos en ti, en ella. Las palabras no consuelan, pero al menos si puedes sentirte acompañado por nuestro cariño.

Lizzy Babieca