Aclaración sobre los nuevos movimientos laicales.- Josef Knecht
Fecha Monday, 22 September 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Tiene toda la razón Ana Azanza (17.09.2014) cuando advierte que la Obra de Escrivá no es uno de los “nuevos movimientos laicales” nacidos en la Iglesia Católica a finales del siglo XX, a los que el Papa Juan Pablo II encomendó la “Nueva Evangelización”. Por razones históricas y jurídicas, el nacimiento del Opus y su organización interna no responde a los parámetros de un “movimiento laical”. De esta cuestión ya traté en un escrito del 10.10.2012, pero no me importa referirme a ella otra vez ahora.

Sin embargo, el Papa Juan Pablo II también depositó en la Obra de Escrivá toda su confianza para que esta institución eclesial, que él transformó de instituto secular en prelatura personal en noviembre de 1982, llevara a cabo la “Nueva Evangelización” junto a los “nuevos movimientos”. Por eso, se puede afirmar que, desde su visión personal del gobierno de la Iglesia, ese Papa incluía de manera impropia y genérica al Opus entre los “nuevos movimientos” porque a efectos prácticos la Obra escrivariana cumplió a finales del siglo XX por encargo del Papa la misma función evangelizadora que estos. De hecho, Álvaro del Portillo publicó el 25 de diciembre de 1985 una carta, incluida en Romana 2 (1986), en que, haciéndose eco de la iniciativa papal, propuso la participación de la Obra de Escrivá en la nueva evangelización de Europa, los Estados Unidos y el Canadá.

En tres aspectos, más bien funcionales y que no afectan a la constitución jurídica de cada institución, la Obra de Escrivá y los denominados “nuevos movimientos laicales” coinciden: 1) funcionan en el plano formativo y psicológico de sus miembros como “guarderías de adultos”, 2) sostienen posiciones teológicas conservadoras y a veces integristas y se codean con las corrientes neoliberales y neocon del mundo de la política y de las finanzas, y 3) actúan como “grupos de presión” o lobbies, cada uno en la medida de sus posibilidades y circunstancias, ante la curia vaticana y los obispos diocesanos con la pretensión de condicionar las decisiones de la jerarquía a favor de los intereses de cada movimiento. Estos tres aspectos, sobre todo el 1) y el 3), se oponen de lleno a una de las enseñanzas más importantes del Concilio Vaticano II: la “comunión” eclesial; esta es una de las razones por las que la decisión que tomó Juan Pablo II de encomendar a los “nuevos movimientos” la “Nueva Evangelización” no fue nada acertada, de manera que es justo afirmar que el pontificado de ese Papa ha supuesto por esa y otras razones un grave retroceso en la aplicación del Concilio.

El propio Opus siempre ha procurado distanciarse de los “nuevos movimientos” para salvaguardar la integridad de su “carisma” fundacional y evitar confusiones con el carisma de otras instituciones; ya lo explicó muy bien Daniel M. en su escrito “Una explicación de la razón por la que El Opus Dei no se mezcla con los movimientos laicales” del 9.06.2007. (Por cierto, la pretensión de evitar confusiones entre el carisma del Opus y otros carismas es muy difícil de lograr, porque lo más confuso del mundo es eso del carisma fundacional del Opus, si es que ese carisma existe: ver el libro de E.B.E.).

Ana hace bien en insistir en que el Opus no es un “nuevo movimiento laical” porque, pese a algunas semejanzas externas y circunstanciales comunes a ellos, que más arriba he señalado, en realidad no lo es por razones históricas y jurídicas. El Opus se fundó con bastante anterioridad al surgimiento de los “nuevos movimientos” y ha seguido un complejo itinerario jurídico distinto de estos.

Josef Knecht









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