Los errores en las revelaciones privadas.- Aloevera
Fecha Friday, 12 September 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Publicado en Infovaticana el 8/09/2014

Los errores en las revelaciones privadas

En un libro de divulgación, Los defectos de los santos, Jesús Urteaga recordaba miserias y limitaciones de los Apóstoles y de otros santos. Todos tuvieron que luchar con defectos que habitualmente constituían el reverso de una virtud sobresaliente. Santa Teresa de Lisieux fue admirable por su constancia, pero tuvo que superar algunas aristas de su terquedad; san Alfonso Mª de Ligorio, conservó siempre un temperamento fogoso que le hacía exclamar a los ochenta años, mientras charlaba con un conocido: «Si hemos de discutir, dejemos que la mesa esté entre los dos; que yo tengo sangre en las venas»... 



Los santos fueron seres humanos -no superhombres, ni ángeles-, con los defectos y las debilidades que todos los hombres poseen, a pesar de los cuales llegaron a vivir heroicamente las virtudes cristianas. Por tanto, no tiene sentido escandalizarse ante sus defectos y miserias.

No conocemos obras de divulgación que traten sobre algo más particular dentro del campo de los defectos de los santos: las ilusiones de los santos videntes. Es decir, sobre los errores contenidos en visiones y revelaciones particulares que algunos recibieron personalmente y luego llegaron al conocimiento de otros.

Hemos visto que la Iglesia puede dar, en casos excepcionales, aprobación positiva a una revelación privada que se extienda a su historicidad y origen sobrenatural. Y que, además, el vidente puede llegar a ser canonizado. Se puede creer con fe humana en estas revelaciones y prestarles un asentimiento prudente. Porque no contienen en lo sustancial nada que sea contrario a la fe y a las costumbres. Sin embargo, los teólogos coinciden en señalar que, en el contenido de tales revelaciones, pueden darse errores que cabe atribuir a distintas causas. Para no tomar por verdaderos estos errores los autores han enunciado una serie de  criterios de discernimiento.

Ofrecemos hoy a nuestros lectores dos exposiciones de estos criterios. Una, muy sintética, tomada del Compendio de ascética y mística de Tanquerey (aquí). Otra, más extensa, que es nuestra traducción de unas páginas de Poulain (aquí). Esta exposición, por su claridad y por los numerosos ejemplos que aporta, debería incluirse como estudio preliminar de lectura obligatoria para toda revelación particular.

Para Poulain, puede haber cinco causas de errores en las revelaciones privadas: 1ª, las interpretaciones inexactas del beneficiario; 2ª, la ignorancia, debida a que las características históricas a menudo no se han manifestado más que como una verdad aproximada; 3ª, la mezcla de la actividad humana del santo con la acción sobrenatural durante la revelación; 4ª, las modificaciones que hace el santo después de de recibir la revelación, pero sin quererlo; y por fin; 5ª, los retoques de los secretarios y editores. De estos errores, sin embargo, no se ha de concluir que todas las revelaciones privadas contienen errores, ni que los santos que las reciben siempre se equivocan. Se trata de evitar tanto la superstición crédula como la hipercrítica racionalista.

Estos criterios de discernimiento también resultan de utilidad para quienes pertenecen a una institución cuyo fundador ha recibido un carisma fundacional -hipotético o real-, entendido como realidad análoga a una revelación particular. En efecto, no es infrecuente que algunas «singularidades institucionales» se justifiquen en última instancia con expresiones como: «así lo vio nuestro fundador» (implicando una revelación particular). El problema está en que el núcleo de un carisma puede ser verdadero, pero en su expresión, transmisión e institucionalización, pueden deslizarse errores por las causas que ya indicaba Poulain. Así sucedería, por ejemplo, si en alguna institución se dijera que sus miembros tienen libertad para confesarse con cualquier sacerdote, y que no pecan al hacerlo con uno de fuera, pero que tal cosa no es de «buen espíritu» porque así lo «vio» el fundador. Aunque no sea claro el significado de «vio» y «buen espíritu» en este discurso, lo cierto es que no puede fundarse una norma contraria a la praxis de la Iglesia en revelaciones carismáticas. Incluso en el caso de que se tratara de una revelación aprobada por la Iglesia, recibida por un fundador canonizado, habría que reconocer honestamente que en este punto se equivocó, así como erró santa Hildegarda cuando dijo que el varón tiene barba porque su cuerpo fue formado de tierra y que la mujer no la tiene porque viene de la carne del varón… Las revelaciones privadas siempre se han de subordinar a la Revelación tal como la enseña y regula la Iglesia.

Publicado en Infovaticana el 8/09/2014







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