El puchero que dejé en el plato.- Lizzy Babieca
Fecha Friday, 29 August 2014
Tema 090. Espiritualidad y ascética


El Opus Dei entero es un hogar: un solo hogar con un solo puchero

Josemaría Escrivá, Carta, 29-IX-1957, n. 11.

 

Semana por medio, los hijos mayores de mi marido se vienen a quedar con nosotros el fin de semana.  Guapetín, de 16 años, tiene diversos intereses, y se queda con el papá conversando, largo rato y de hombre a hombre… en la cocina mientras lavan los platos. Las niñas de casi 13 y 12 años, en cambio, Linda y Pelu, siguen jugando con muñecas. Están casi de mi altura, desarrollándose como florcitas, pero nada, con muñecas para arriba y para abajo. Y yo que hagámonos las uñas, que salgamos a trotar, que bordemos, que pintemos, que leamos, en fin ALGO, y que no, que termino jugando con las Little Pony, las Monster High, Las Ever After High, sacándoles y poniéndoles la ropa, los accesorios y haciéndoles peinados.

Pelú ahora me persigue a todas partes con su última mascota, Cerdy, un peluche rosa, con moño al cuello y que tiene hasta su mamá cerdita. Creo que su devoción esta llegado demasiado lejos:

-¡Yo no como cerdo! –anunció el domingo mientras servíamos el almuerzo.

-¡Yo no como perros! -siguió Atila.

-¡Ni yo, pájaros! -terció Bellaquín, fan del video juego Angry birds.

-Que la comida no tiene nada de eso, tranquilos –mentí, desviando la mirada de aquellos pedacitos de carne, que bien podían pasar por ¿verduras? Y me puse a pensar en que yo no podría dejar de comer voluntariamente nada, que mi apetito es voraz y dejo los platos limpios… a excepción del puchero aquel. Ese que no cocino, ni como. Aunque me lo regalaran.

Pero uno tiene en la vida mucho tiempo para pensar, cuando vas caminando por la calle o apretadita en el metro, que quedas de dos tallas menos. Así iba yo, de vuelta a mi casa apretada con otros/as, que hasta podía escuchar sus pensamientos, cuando traté de buscar en mi memoria algún momento estelar allí dentro, en que el puchero me haya alimentado de veras. ¡Y claro que encontré momentos estelares! Casi todos se ubican en el oratorio, durante la Misa o en la meditación, o haciendo la oración o la lectura. Otros pocos, en cambio, en medio de alguna tertulia, con Amores de Barraaaaa, como música de fondo. Dos o tres conversaciones profundas con alguna de mis hermanas, puchito de por medio. Y sería: por más que me esfuerzo, no logro recordar ningún momento especialmente luminoso relacionado con los círculos, o las charlas fraternas.

Del puchero, parece, que siempre comí poco. Simplemente, lo dejé en el plato.

Acá, Cerdy, con su mamá Cerdita.

 









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