No se puede poner al mismo nivel el abuso del proselitismo y otras técnicas coactivas del Opus Dei con la persecución que en los últimos meses padecen los cristianos en Irak y Siria por parte del Estado Islámico. No es lo mismo seducir a gente joven a cambiar de vida engatusándola con una supuesta “vocación” que extinguir el cristianismo de una región con la fuerza militar para obligar a islamizarse o a marcharse de ahí. En el caso de las mujeres, tampoco es equiparable hacerlas trabajar como numerarias auxiliares a utilizarlas como esclavas sexuales. Son situaciones sin duda diferentes, porque no son iguales las sutilezas del proselitismo que las atrocidades de la fuerza bruta, pero tienen algunas similitudes.
En los dos casos se coacciona a las personas, usando métodos muy distintos (el engaño del fraude vocacional en el caso del Opus y la imposición bélica en el otro), a que tomen decisiones y adopten actitudes que no son justas para su vida, ya que se ven obligadas a someterse a humillaciones y renuncias improcedentes que atentan contra sus derechos básicos. Y en las dos situaciones se da también una base de fundamentalismo religioso (“en nombre de Dios”), más mitigada en el caso del Opus, aunque, si recordamos las historias de don Antonio Petit y de don Juan José Martí o pensamos en la injusticia que está padeciendo Antonio Esquivias, constataremos que a veces la contundencia del fundamentalismo escrivariano no se queda corta.
Me gustaría solidarizarme desde Opuslibros con los cristianos y cristianas perseguidos en distintos países del mundo, porque, salvando las distancias que hacen que nuestra situación sea algo distinta de la suya, puedo comprender y de alguna manera compartir su desconcierto y padecimientos. Ellos sufren mucho más de lo que yo he sufrido en el Opus, y por eso creo que merecen nuestro recuerdo solidario. Somos víctimas, en mayor o menor grado e intensidad, del fundamentalismo religioso.
Aporto un reciente artículo aparecido en La Vanguardia de Barcelona el 11 de agosto de 2014, de Antoni Puigverd, que me ha parecido sugerente.
Giovanna Reale
