La gente normal se quiere.- Lizzy Babieca
Fecha Wednesday, 06 August 2014
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Mis hijos cuando pelean, se dan hasta patadicas en la cabeza. Hay que ver que se hacen un ovillo y parecen tres demonios de Tasmania. Pero ayer cuando llegué, el motivo para el griterío colectivo era otro: el menor, Chuqui, se había atrapado los dedos en la puerta y los otros dos se habían desesperado por salvarlo. Afortunadamente, no hubo muertos que lamentar.

Estos se quieren que da envidia. No puedo mandar a uno a "a reflexionar a su cuarto" porque automáticamente el otro se inmola y decide ir con él. Y si me toca insistir, se arma tal pelotera que pareciera que "ir a reflexionar" es lo mismo que ir a las galeras.

La gente normalmente se quiere y hace gestos de cariño que no se da cuenta, por el mismo gusto y porque le nace. No lleva registros. Lunes por medio quiero dejar de fumar y aguanto hasta cerca de las 10 de la noche, después de lo cual empiezo a saltar en un pie, a estirarme la lengua, a morderme el pelo... entonces mi marido sale a la oscuridad de la noche, por cigarros. Y ni siquiera "aprueba" que yo fume.

Y uno se acostumbra a esto tanto, que se le olvida que alguna vez el tema afectivo estuvo en uno muy reglado. Primero "dios", luego la obra, luego los demás, luego uno... esta organización de las prioridades afectivas, motivacionales y prácticas, muchas veces no te dejaba tiempo más que para las dos primeros: las normas ("dios"), los encargos (la obra), y el trabajo. Los "demás" y uno mismo, pues los metes entremedio, con ocasión de que los encomiendas y ya está.

Y el trato con los demás, la relación con los otros, que también estaba mediada, por “dios”, primero, luego por las directoras. Acompañabas a alguien por ropa o al médico, porque te lo encargaban, pues estaba mal visto que a una se le ocurrieran las cosas sola, por aquello de la obediencia y los apegos. Si bien había cariño, aquello tenía algo de falso, de obligado. Y no era para menos: es muy difícil querer cuando tienes que consultar el hacer o no hasta los gestos más nimios.

Una de mi círculo se fue porque estuvo con gripe una semana y no la fuimos a ver. Era vocación reciente, hija única y el primor de sus padres. Yo ni siquiera supe que estuvo enferma, de lo que sí me enteré es de la que ella armó en el centro cuando se recuperó, pues nos llegó raspón en el círculo. Que nuestro padre sabía perfecto lo que era querer, que quereos hijos míos, que el ser humano persona necesita cariñoooooo!!! Pues entonces harían bien en preparar a la gente a no ser gilipollas. A mí me dio una pena enorme que se fuera por considerarnos a todas una panda de cabronas. Y se lo dije a la que me llevaba la charla, quien me sujetó las lágrimas explicando que el motivo primero por el cual la gente se va de la obra -como decía nuestro santo fundador-, era ¡¡¡por falta de sinceridad!!!

Puede que esta chica haya sido muy joven y muy mimada, pero no más de lo que cualquiera necesita para poder desarrollar empatía y ser capaz de darse también. He creado, en los últimos años, una teoría que postula que todos debiéramos ser mimados, lo más seguido posible, con todo aquello que necesitamos, o que simplemente nos gusta: unas maravillosas botas de cuero, unos exquisitos chocolates, el nuevo libro de nuestro autor favorito, la invitación a una conferencia o a una exposición; un poco de compañía, un paseo por la plaza de la esquina, un abracito, y hasta unos chistes tontos que nos hagan olvidar malos ratos, o quizá penas más profundas. Todos debiéramos procurarnos entornos casi dedicados exclusivamente al mimo recíproco. ¿Acaso no es ese el fin de una familia y de la amistad: quererse?

El opus es una comunidad de trabajo. No una familia. He ahí tantos destrozos e incongruencias. Nadie va salir espontáneamente en la noche a comprarte cigarrillos. O puede que sí, pero lo harán por “dios” o por la obra, no por uno, por complacerlo a uno no más, puramente, así con desinterés desinteresado. Y eso, a lo largo de los años, cuando uno ve como se da el cariño en el mundo, duele. Duele, no porque uno sea un egoísta ególatra narciso, sino porque la realidad de los hechos se impone en la conciencia. Y uno, no es que se sienta poco querido, sino que lo sabe, pues se es tratado –muy seguido, y en distinto niveles, algunos muy decentes- más como número que como persona. Y es que el opus es una comunidad de trabajo. No una familia.

Lizzy Babieca









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