Boq
(2.07.2014) plantea una buena pregunta. Intentaré responderla, aunque improvise
un poco la respuesta. Se me ocurren dos causas, una general y otra específica,
por las que los directores del Opus ponen pegas para que un sacerdote
prelaticio se excarcele –perdón por el lapsus, he querido decir “se excardine”–
de la prelatura personal y pase a incardinarse en una diócesis.
La causa general es la obsesión proselitista de los directores, que ponen
todos los medios coactivos a su alcance para que nadie del Opus, sea laico o
clérigo, se desvincule de ellos. El proselitismo no sólo es captar gente nueva,
sino también lograr que todo el que haya ingresado persevere. En este orden de
ideas, un sacerdote que se desvincule del Opus puede dar “mal ejemplo” a sus
hermanos laicos animándolos a que también se desvinculen; la estrategia
proselitista de los directores evitará en la medida de lo posible que este “mal
ejemplo” de los sacerdotes tenga lugar.
En el caso específico de los sacerdotes de la prelatura se añaden, además,
otros intereses más propiamente institucionales para intentar retenerlos y
evitar que se excarcelen (otra vez el lapsus).
El primero es que los directores
han invertido muchos recursos humanos, dinero incluido, en la formación de sus futuros
sacerdotes (la construcción de Cavabianca, las Facultades Eclesiásticas de
Pamplona y Roma, la formación del profesorado y de los dirigentes de estos
centros, etc.) y sostienen económicamente a los que, al recibir la ordenación diaconal
y presbiteral, se incardinan en la prelatura. Al fin y al cabo, la figura
jurídica de la prelatura personal es, como sabemos (cánones
294-297), cien por cien clerical; los laicos no son miembros plenos de
ella, sino a lo sumo cooperadores orgánicos de las labores apostólicas
promovidas por los clérigos de la prelatura.
Se entiende, por tanto, que la
pérdida o baja de un sacerdote cause más daño al núcleo duro de la institución
que la de un laico o laica. Prescindiendo de consideraciones teológicas y
espirituales, los sacerdotes en la prelatura vienen a ser como los funcionarios
del Estado o los empleados fijos de una empresa, es decir, especialistas en
quienes se han invertido esfuerzos para que logren la formación específica que
interesa a la propia institución. Perder uno de ellos perjudica mucho más que
perder un “cooperador orgánico”, aunque también él o ella hayan recibido
formación específica.
El segundo es una cuestión de
imagen institucional. Un ex sacerdote prelaticio que siga ejerciendo el
ministerio habiéndose incardinado en una diócesis puede dar a todo tipo de
gentes autorizada información sobre
la auténtica realidad de la vida interna de la Obra de Escrivá. Me imagino, por
poner un ejemplo, que el libro de memorias de Ramón Rosal Cortés no habrá hecho
la más mínima gracia a los directores de la Obra de Escrivá, precisamente por
la seriedad y la autoridad moral con que relata su vida y reflexiona sobre las
circunstancias concretas a las que el Opus lo sometió. Otra obsesión de los
directores es la buena imagen del Opus ante la sociedad civil y ante los
obispos, de ahí que no les interese que los ex miembros, sobre todo si son
sacerdotes, den una versión verdadera, es decir, opuesta a la versión oficial
de la institución.
De momento no se me ocurren más
ideas para responder a la buena pregunta de Boq. Seguiré el debate con interés.
Josef Knecht