Proselitismo también es lograr que nadie se vaya.- Josef Knecht
Fecha Friday, 04 July 2014
Tema 020. Irse de la Obra


 

Boq (2.07.2014) plantea una buena pregunta. Intentaré responderla, aunque improvise un poco la respuesta. Se me ocurren dos causas, una general y otra específica, por las que los directores del Opus ponen pegas para que un sacerdote prelaticio se excarcele –perdón por el lapsus, he querido decir “se excardine”– de la prelatura personal y pase a incardinarse en una diócesis.

 

La causa general es la obsesión proselitista de los directores, que ponen todos los medios coactivos a su alcance para que nadie del Opus, sea laico o clérigo, se desvincule de ellos. El proselitismo no sólo es captar gente nueva, sino también lograr que todo el que haya ingresado persevere. En este orden de ideas, un sacerdote que se desvincule del Opus puede dar “mal ejemplo” a sus hermanos laicos animándolos a que también se desvinculen; la estrategia proselitista de los directores evitará en la medida de lo posible que este “mal ejemplo” de los sacerdotes tenga lugar.

 

En el caso específico de los sacerdotes de la prelatura se añaden, además, otros intereses más propiamente institucionales para intentar retenerlos y evitar que se excarcelen (otra vez el lapsus).

 

El primero es que los directores han invertido muchos recursos humanos, dinero incluido, en la formación de sus futuros sacerdotes (la construcción de Cavabianca, las Facultades Eclesiásticas de Pamplona y Roma, la formación del profesorado y de los dirigentes de estos centros, etc.) y sostienen económicamente a los que, al recibir la ordenación diaconal y presbiteral, se incardinan en la prelatura. Al fin y al cabo, la figura jurídica de la prelatura personal es, como sabemos (cánones 294-297), cien por cien clerical; los laicos no son miembros plenos de ella, sino a lo sumo cooperadores orgánicos de las labores apostólicas promovidas por los clérigos de la prelatura.

 

Se entiende, por tanto, que la pérdida o baja de un sacerdote cause más daño al núcleo duro de la institución que la de un laico o laica. Prescindiendo de consideraciones teológicas y espirituales, los sacerdotes en la prelatura vienen a ser como los funcionarios del Estado o los empleados fijos de una empresa, es decir, especialistas en quienes se han invertido esfuerzos para que logren la formación específica que interesa a la propia institución. Perder uno de ellos perjudica mucho más que perder un “cooperador orgánico”, aunque también él o ella hayan recibido formación específica.

 

El segundo es una cuestión de imagen institucional. Un ex sacerdote prelaticio que siga ejerciendo el ministerio habiéndose incardinado en una diócesis puede dar a todo tipo de gentes autorizada información sobre la auténtica realidad de la vida interna de la Obra de Escrivá. Me imagino, por poner un ejemplo, que el libro de memorias de Ramón Rosal Cortés no habrá hecho la más mínima gracia a los directores de la Obra de Escrivá, precisamente por la seriedad y la autoridad moral con que relata su vida y reflexiona sobre las circunstancias concretas a las que el Opus lo sometió. Otra obsesión de los directores es la buena imagen del Opus ante la sociedad civil y ante los obispos, de ahí que no les interese que los ex miembros, sobre todo si son sacerdotes, den una versión verdadera, es decir, opuesta a la versión oficial de la institución.

 

De momento no se me ocurren más ideas para responder a la buena pregunta de Boq. Seguiré el debate con interés.

 

Josef Knecht









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