La carta de Escrivá a Solís.- Gervasio
Fecha Wednesday, 07 May 2014
Tema 115. Aspectos históricos


La carta de Escrivá a Solís

Gervasio, 7/05/2014

 

Cuando, en 28-X-1966, Escrivá (Vid. Marcus Tank, Advertencia de la Santa Sede al Opus Dei en 1965) escribe a José Solís Ruiz (1913-1990), éste ocupaba los puestos de Delegado Nacional de Sindicatos y de Ministro Secretario General del Movimiento, cargos ambos muy propios de un hombre de Falange. Cesó en ambos cargos tres años más tarde en 1969, como consecuencia del “escándalo Matesa”, del que los llamados eufemísticamente “tecnócratas” —los del Opus Dei en el gobierno—, aunque salpicados por el escándalo, salieron fortalecidos y los falangistas —los azules— derrotados. En 1969, el Ministro de Información y Turismo —Manuel Fraga Iribarne— que había aireado todo lo que pudo el escándalo Matesa —cosa que no agradó a Franco—, también cesó como ministro. Fue sustituido por Alfredo Sánchez Bella, hermano del consiliario del Opus Dei en España, don Florencio, y de Ismael Sánchez Bella, catedrático de Historia del Derecho e iniciador de la Universidad de Navarra...



La enemistad entre tecnócratas y azules venía de atrás, como se percibe en esta carta de 1966 de Escrivá a Solís, en la que le pide que ponga término a la campaña que tan injustamente hace la prensa de la Falange, contra el Opus Dei. No me acuerdo cuál había sido la afrenta o afrentas perpetradas por Fraga Iribarne contra la Obra. Algo habría hecho, porque recuerdo a Escrivá exhibiendo triunfante ante los alumnos del Colegio Romano una fotografía publicada en “La Actualidad Española”, en la que se resaltaba intencionadamente la gruesa barriga de Fraga, mientras se bañaba en Palomares, una localidad costera de la provincia de Almería en la que había caído un artilugio atómico en 1966. Fraga y el embajador de los Estados Unidos convocaron a la prensa para que los retratasen bañándose en la playa de Palomares, como demostración práctica de que el artilugio atómico no había producido resultados nocivos. La verdad es que Fraga murió muy mayor —a los ochenta y nueve años— y sin síntomas de contaminación radioactiva alguna.

En su carta a Solís, Escrivá recalca que en “cosas temporales” y en “cosas teológicas que no son de fe” los miembros del Opus Dei tienen “completa libertad”, son “libérrimos”. Por tanto no tiene sentido —concluye— sacar a relucir la pertenencia de una determinada persona a la Obra, cuando se trata de cuestiones políticas, profesionales, sociales, etc.; como no sería razonable, hablando de las actividades públicas de V. E., traer a cuento a su mujer o a sus hijos, a su familia. Tal analogía entre la familia del ministro Solís y la familia del Opus Dei —esta familia espiritual, como la denomina Escrivá— me parece improcedente por dos razones. En primer lugar, porque sacar a relucir que alguien pertenece al Opus Dei es tanto como sacar a relucir su dependencia respecto al Opus Dei, porque, como muy bien explica Escrivá, los del Opus Dei son libérrimos en “cosas temporales”. No hay mejor modo de demostrar que alguien no se deja influenciar por el Opus Dei que revelando que pertenece al Opus Dei. ¡Qué mejor modo de resaltarlo! Son libérrimos. Como diría la Urbano la fuerza de quién lo dice y a quién lo dice no requiere más comentarios, zanja la cuestión.

Por otra parte, si Solís se dedicase a colocar a sus hijos, sobrinos, deudos y paniaguados en puestos políticos, los vínculos de parentesco y afinidad saltarían merecidamente a la prensa, aunque Solís actuase libérrimamente y con completa libertad como consecuencia de estar actuando en “cosas temporales”. Se le tacharía de nepotista. Ser nepotista es sin duda una opción en “cosas temporales”, si bien una opción inmoral. Esa es la problema. Como el Opus Dei es una “familia espiritual”, hay que calificar de “nepotismo espiritual” el que se produce cuando un miembro del Opus Dei que ocupa un cargo público, prevaliéndose de su cargo, promociona apersonas que tienen su mismo apellido espiritual. La familia será espiritual, pero se ayudan entre sí en cosas temporales. La duquesa de Franco ha dado testimonio, publicado en estas páginas, de ese nepotismo espiritual practicado por miembros del Opus Dei durante la dictadura de su padre. Recuerdo otro testimonio en este mismo sentido, también publicado en Opuslibros, de un numerario que hacía fotocopias en Alemania. En los documentos fotocopiados se exhortaba a practicar nepotismo espiritual. El nepotista actúa ciertamente con plena libertad, libérrimamente, en cosas temporales. Eso no es lo importante.

Franco siempre se rodeó de católicos y él mismo era un católico practicante. Solís y Fraga lo eran igualmente, lo mismo que el resto de ministros que Franco tuvo a lo largo de su dictadura. Todos católicos. Durante el régimen de Franco las leyes fundamentales proclamaban la confesionalidad católica del Estado en términos contundentes y muy explícitos. El concordato de 1953 favorecía a la Iglesia católica. El matrimonio —tanto el civil como el canónico— era indisoluble y a los católicos sólo se les permitía contraer matrimonio canónico. Por supuesto las leyes en modo alguno respaldaban el aborto. Se financió la restauración de las iglesias y conventos destruidos durante la guerra. Los seminarios se ampliaron y se llenaron. Los cultos no católicos estaban muy restringidos en sus actuaciones. En los colegios de segunda enseñanza y en la Universidad era obligatorio el estudio de la asignatura “religión católica”. Por supuesto el régimen totalmente era adverso al ateo comunismo. Etc. Es en este escenario en el que los miembros del Opus Dei irrumpen en la vida política, cultural y económica española, con afán de poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas. Al terminar la guerra civil española (1936-1939), el Opus Dei estaba compuesto por unos doce o catorce miembros varones. Las mujeres habían desaparecido y hubo que empezar de nuevo con ellas. No había ni agregados, ni supernumerarios.

La política de la segunda república española (1931-1936) se había comportado de modo diametralmente opuesto. Proclamó la no confesionalidad del Estado. España ha dejado de ser católica, era el eslogan. Se expulsó a los jesuitas. Comenzaron las quemas de conventos. Etc. Escrivá había pergeñado, durante la segunda república española una estrategia — bien reflejada en los reglamentos secretos del Opus Dei de 1941 — para hacerse con los resortes de poder político, de la enseñanza, de los edificios públicos, de la prensa y de todo lo habido y por haber, tratando de inspirar cristianamente las estructuras temporales. La problema es que había llegado tarde. Tras la guerra civil, dejaba de tener sentido el proyecto de Escrivá. Eso al menos me parece a mí. A buenas horas mangas verdes. Una vez muerto Pascual, le pusieron el orinal. Las realidades temporales españolas ya estaban más cristianizadas que un niño bautizado tres veces: la Universidad, la escuela, la prensa, la política, la radio, la televisión. Todo.

Otros, como Ángel Herrena Oria (1886-1968), llegaron a tiempo en su afán de movilizar a los católicos laicos para que participasen en la vida pública con sentido cristiano. Fundó en 1910 con el jesuíta padre Ayala la Asociación Católica Nacional de Propagandistas; en 1911 la Editorial católica — tan fecunda en literatura católica de altura, de la que todavía hoy vivimos— y el diario “El Debate”. Desarrolló múltiples iniciativas de movilización de las juventudes católicas y creó organizaciones estudiantiles. Todo eso lo hizo mientras era laico. Acabada la guerra, en 1940, recibió la ordenación sacerdotal. En 1947 fue nombrado obispo de Málaga. Participó en el Concilio Vaticano II en el esquema de la Iglesia y el mundo moderno y en 1965 fue nombrado cardenal.

Acabo de escribir que tras la guerra civil, dejaba de tener sentido el proyecto de Escrivá. Pero, desde otro punto de vista, es entonces cuando su proyecto comenzó a funcionar, a encontrar su sentido. Evidentemente era mucho más fácil cristianizar las estructuras temporales durante el régimen de Franco que durante el régimen establecido por la república. Sucede lo mismo —permítaseme la analogía— que con la promoción de la lengua francesa. Es mucho más difícil promover el estudio y uso de la lengua francesa en China que en Francia. A poco esfuerzo que se haga, es fácil lograr que en Francia se use y cultive la lengua francesa, tanto de palabra como por escrito. El éxito y expansión del Opus Dei tras la guerra civil se basó en eso. Era fácil captar adeptos y crecer en un clima social en el que los católicos  y el catolicismo florecían. Recuerdo que por aquel entonces unos padres —me parece que paúles— se apoderaron de la ciudad en que yo vivía, instalando micrófonos por las calles, en unas jornadas misioneras de las que era difícil zafarse. Recuerdo también que el rosario de la aurora —un rosario cantado en procesión callejera— pasaba por debajo de mi ventana en la madrugada. Voces de hombre entonaban la primera parte del avemaría “Dios te salve, salve María, llena eres, eres de gracia…”  y las mujeres contestaban con un “Santa, Santa María, madre de Dios…” De vez en cuando invitaban a unirse a la comitiva con un estribillo pareado y también cantado que decía así:

—El demonio a la oreja te está diciendo: deja misa y rosario y sigue durmiendo.

Como es de suponer, en este clima no escaseaban los hijos de Dios deseosos de cristianizar las tareas temporales, tales como ocupar cátedras universitarias, hacerse con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y cosas de este estilo. Todo ello por supuesto, para el mayor bien de las almas. En esta tarea tan cristiana y tan laical sobresalían los miembros del Opus Dei. La penetración en las estructuras temporales era lo suyo. Estaban aleccionados para ello. A algunos les parecía que sobresalían en demasía en su cristiano afán. Dadas las circunstancias, la tal penetración no pasaba de ser un “quítate tú, para ponerme yo”. Pero no en un “quítate tú, masón infame o hereje infame”, sino en un “quítate tú, católico inmundo, para ponerme yo católico escogido por la divina providencia”. De ahí el reproche del monitum de 1965 de la Santa Sede al Opus Dei: que se abstengan de ocupar cargos políticos o de influencia, si no es con una exclusiva finalidad de apostolado, descartando toda ambición política y de poder, control, propaganda u ostentación. 

Más que convertir al infiel en fiel, lo que busca el Opus Dei es convertir a quien ya es fiel en miembro del Opus Dei. Allí donde no hay católicos practicantes el Opus Dei tiene poco margen de actuación. Apenas se puede hacer “labor”. La campaña de ¡a por 500 vocaciones! y otras mini-campañas no van dirigidas a otra cosa. Si se ahonda en el pasado de los primeros miembros del Opus Dei, se observará que uno pertenecía a la Acción Católica, otro a las congregaciones marianas, otro a la Asociación católica nacional de Propagandistas, otro dudaba entre hacerse carmelita o jesuíta, etc. Allí estaban solícitos los del Opus Dei que no vacilaban en orientarle en sus inquietudes espirituales. Nada más acabar la guerra, pitaban en un santiamén. Se busca que los que ya son católicos se pongan bajo la jurisdicción del prelado del Opus Dei, que, al parecer,  necesita más personas para “la labor”. Necesita, entre otras cosas, más mujeres dedicadas al servicio doméstico, como resaltaba en una de sus recientes cartas el prelado Echevarría.

Como el Opus Dei no da importancia al apostolado, sino al proselitismo, en le medida en que España se ha ido secularizando, ha ido perdiendo gentes e influencias. Disminuye “la labor”. Se fueron agotando los caladeros. Van quedando pocos lugares en los quecalar las redes, por utilizar ese símil de la pesca, tan caro al Opus Dei. Con la desaparición del régimen de Franco, la “labor” del Opus Dei comenzó a decrecer. Sólo va a mejor, según leí en Opuslibros, la labor con sacerdotes. No es de extrañar. Es más fácil llevar por los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad a los que son sacerdotes que a los que no lo son. Pasa como con los franceses. Las lecciones y promoción de lengua francesa aprovechan mucho más cuando sus destinatarios son los ciudadanos franceses que cuando lo son los ciudadanos de Corea, tanto la del norte como la del sur. Cuesta mucho hacerles hablar francés con fluidez.

Con el paso del tiempo —desde el fallecimiento de Franco han trascurrido 39 añitos —ha quedado de manifiesto que el objetivo que el Opus Dei se proponía (Cfr. Estatutos de 1950 n. 3§ 2)  que la clase que se llama intelectual se adhiera a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo y los aplique en la práctica— ha resultado un fracaso. A pesar de haber tenido en sus manos el CSIC y un montón de cátedras universitarias, la Universidad de la Rábida y otras prebendas, los intelectuales españoles no han progresado mucho en ese camino. Mi percepción es que el Opus Dei no sólo no se ha ganado a los intelectuales, sino que se distancia cada vez más de ellos. No se debe leer a García Lorca. Al menos a mí me lo impidieron. ¿Qué se puede esperar de actitudes intelectuales como esta?

Julián Marías fue apartado de obtener la cátedra universitaria por ser doctrinalmente peligroso. Como dice el punto 35 de Camino, vuestra "prudencia" es ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieran escalar. ¿Julián Marías enemigo de Dios?. También cayó en su momento Ratzinger. Una vez cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Universidad de Navarra lo rehabilitó otorgándole un doctorado honoris causa, que tanto necesitaba, para pasar a ser considerado de lectura lícita. Si eso es un modo de influir cristianamente en la vida intelectual española…

Como la Universidad ha dejado de ser un caladero, el Opus Dei ha tenido que buscar “la adherencia a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo” entre los jóvenes en edad escolar. Es más, como nos informaba  recientemente JM, la nueva y más reciente indicación de la Comisión para el proselitismo es empezar temprano. Que los chicos pidan pitar a los 13 y que cumplan los 14 y medio ya con todo arreglado. ¡Intelectuales de trece años! Todo un éxito, porque no es fácil conseguir intelectuales a tan tierna edad. En el Opus Dei parecen lograrlo. Sobre todo si son hijos de supernumerarios. No me divierto más, que no quiero ser cruel.

Para terminar, me referiré a la cita de la Sagrada Escritura que Escrivá larga a Solís en tono amenazante. Le hace saber que, si no pone final a la campaña contra el Opus Dei, quedará claro que V. E. no es capaz de comprender ni de respetar la libertad qua libértate Christus nos liberavit”. En este pasaje de la epístola de San Pablo a los gálatas de lo que se habla  —según el común sentir— es de que Cristo nos liberó de la observancia de las ceremonias de la ley mosaica y de ataduras de esta índole. En modo alguno me parece que hacer una campaña contra el Opus Dei —como al parecer hacía la prensa de Falange— pueda ser interpretada como una actitud judaizante por parte del ministro Solís o de la  prensa del Movimiento.

En la prosa hablada y escrita de Escrivá es frecuente que sazone su discurso, con una o dos frases en latín, preferentemente de la Escritura, a modo de ornamento complementario. Esas citas en latín pretenden— me parece a mí—, además de una función ornamental, dar un “toque sacerdotal” y de “unción espiritual” a sus palabras. Las intercala de vez en cuando, al buen tuntún, aunque no vengan demasiado a cuento. Se trata, a mi modo de ver, de una cita de la Escritura en el más puro estilo de Fray Gerundio de Campazas. Y encima lo quieren hacer doctor de la Iglesia.







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