Es
perentoria la necesidad de desatar ese nudo de aversión formado en nuestro
interior durante nuestra vida pasada en la obra, que tanto dolor emocional nos
causó, y al salir es prioritaria la liberación de las cadenas que aprisionaron
nuestro corazón, y por eso me aventuro a responder la petición de consejo de Heart
sobre la bondad de revelar a una posible pareja la militancia en la obra, como
lo haría un gallego: depende del momento y de cómo sea la otra persona. Sobre
la dificultad para intimar o expresar los sentimientos ofrecí mis reflexiones
constatando la propia indigencia emocional y tratando de detectar las causas
de esas dificultades de socialización provocadas tras unos años allí dentro,
encorsetados los afectos con ficticias y pesadas cargas de conciencia. En el
resbaladizo terreno de los amoríos iniciales son imprescindibles los consejos
de buenos lazarillos que frenen nuestras ansias enamoradizas con todo bicho
viviente, para evitar ese repetido error de casarse a las primeras de cambio
sin constatar básicas coincidencias vitales capaces de sustentar sólidamente
una relación afectiva duradera.
De forma
más expresa respondí a esta pregunta con el relato de mi propia experiencia
cuando sufrí un
ataque de franqueza con mi novia contándole sin anestesia mi pasado
como numerario, y por muy poco no salió huyendo espantada, pues la verdad que
en muchos casos en nada beneficia contar una experiencia tan compleja a quien
ni se imagina cómo fue esa dolorosa vivencia. En el terreno afectivo pienso que
lo mejor es conocer a muchas personas que sean diferentes, experimentar
recuperando el terreno perdido, pero intentando al mismo tiempo apuntar a
aquellas con las que haya coincidencia en lo fundamental: una similar visión de
la vida y de la persona humana sobre la que construir un futuro común. Buscar
gentes con las que sea factible una duradera implicación emocional, más allá de
la inicial fase de enamoramiento en la que se encaja casi con cualquiera que
muestre afecto, gente con la que se pueda construir canales de comunicación
compatibles. Y eso es más fácil con quienes conocieron el entorno de la obra
aunque nunca pertenecieron a ella, más sencillo incluso que con quienes sí
pertenecimos pero quedamos con el alma tocada, el corazón dolido y la mente
bloqueada.
Para el
caso de relaciones desiguales, con diferente formación religiosa, cultural,
heterogéneo ambiente social, ideológico y político; es absurdo explicar algo
que nunca podrán entender y amargará o enturbiará los afectos. Pero quizá ello
nos muestre el poco futuro de esa relación. Deberá graduarse la explicación de
nuestro trayecto vital a las entendederas de la otra persona: si fue educado en
ambientes cercanos a la obra lo entenderá todo, si estuvo en ambientes religiosos
habrá que adaptar la versión, y si está muy lejos, mejor correr un tupido velo
y volcar nuestros deseos de trasparencia en otras facetas de la vida ajenas a
nuestro particular vía crucis.
De todas
formas debemos pensar que en este terreno el logro de una feliz relación no
solo depende de que contemos más o menos cosas, sino de la actitud de los dos,
y a nosotros nos corresponde el empeño para salir del pozo del acrítico
micromundo en el que nos sumergimos casi sin darnos cuenta, que nos inculcó
la dureza en lugar del afecto, la insensibilidad en vez de la sensibilidad. Y para ello la
mejor ayuda es ese cristianismo alegre y sonriente de Francisco que
invita a disfrutar del nuevo, tierno y joven Cristo que nos sorprende porque
todo lo renueva y nos rescata de las oscuridades de la vida.
Pinsapo