El
Comercio (Perú) DOMINGO 20 DE
ABRIL DEL 2014
El político Cipriani
El libro
empieza recordando cómo en Ayacucho Cipriani se identificó de inmediato con las
Fuerzas Armadas
Desde que llegó a Ayacucho en 1988 –fue nombrado obispo de esa
diócesis en 1995–, Juan
Luis Cipriani se hizo
conocido nacionalmente por sus opiniones francas y a veces bruscas sobre
asuntos que tenían que ver no solo con la religión y la fe sino con la
política.
Luis Pásara y Carlos Indacochea acaban de publicar un libro
sobre el polémico prelado, “Cipriani como actor político” (IEP 2014), donde
analizan su participación en la vida pública y el significado del Opus Dei –organización a la que pertenece– en la Iglesia Católica y la sociedad.
El libro empieza recordando cómo en Ayacucho Cipriani, a
diferencia de otros religiosos, se identificó de inmediato con las Fuerzas
Armadas, en momentos en que los militares eran acusados de graves violaciones a
los derechos humanos, y se convirtió en un ardoroso defensor del gobierno de
Alberto Fujimori.
Son famosas algunas de sus frases, como cuando se refirió en una
entrevista con “Caretas” a la Coordinadora
Nacional de Derechos Humanos como “esa cojudez”. O el cartel que puso
en el obispado de una región que soportó el más alto número de desaparecidos,
torturados y ejecutados extrajudicialmente por las fuerzas del orden: “Aquí no
se atienden reclamos de derechos humanos”.
Respecto uno de los asuntos más relevantes y sensibles de la
década de 1990, dijo: “El caso La Cantuta está siendo utilizado políticamente y
bajo el pretexto de la defensa de los derechos humanos se está dando el último
intento de atropellar la libertad del pueblo peruano”.
Y poco después, sobre los desaparecidos, “lo cierto es que los
agarraron en una emboscada o un enfrentamiento y se los bajaron”, que era
precisamente la versión oficial –y falsa– sobre los secuestrados de La Cantuta
y muchos otros: se habían ido con los terroristas y muerto en combate.
El libro concluye que en Ayacucho Cipriani estableció una
alianza duradera con el gobierno de Fujimori y no solo asesoró a las
autoridades civiles y militares, sino que desempeñó él mismo responsabilidades
propias de la función gubernamental.
Una de las razones de esta implicación de Cipriani es su
pertenencia al Opus Dei, al que se define de raíz autoritaria emparentado con
el franquismo a cuya sombra prosperó.
El libro narra cómo el fundador del Opus Dei, José María Escrivá
Albás, un modesto cura provinciano proveniente de una familia arruinada, hizo
carrera a partir de la Guerra Civil española, cuando conoció a Francisco
Franco, cultivó el favor de ricos y aristócratas y, lo más importante, de los
jerarcas del movimiento.
Paralelamente con su ascenso, cambió su nombre por el de
Josemaría Escrivá de Balaguer y adquirió el título de marqués.
El Opus Dei logró un éxito impresionante en la España franquista
al captar a civiles ricos e influyentes –en 1973 dos tercios del gabinete de
Franco pertenecían a la Obra– y desarrollar empresas y centros educativos con
un peculiar sistema: no pertenecen al Opus Dei sino a sus miembros, que son
controlados estrechamente por la organización.
Desde fines de los 70, desaparecida la dictadura franquista, el
Opus Dei recibió un nuevo impulso del Papa conservador Juan Pablo II, que lo
convirtió en la única prelatura personal de la Iglesia Católica y nombró un
número desproporcionado de obispos de esa organización en relación con su
tamaño. En el Perú son aproximadamente el 20 % del total. También designó al
primer cardenal de la Obra, Juan Luis Cipriani, luego de haberlo nombrado
arzobispo de Lima y primado del Perú.
Por último, el libro detalla las batallas de Cipriani para
imponer a la sociedad y al Estado sus particulares puntos de vista, oponiéndose
al aborto y el control de la natalidad, al divorcio y la unión civil (los
homosexuales son “personas enfermas o degeneradas que requieren atención médica
especializada”).
Los autores rescatan la interesante idea de Cipriani sobre la
familia: “Dios pone al papá por encima de los hijos y lo hace respetable […] La
mamá dispone del buen funcionamiento de la casa. Ese es el mensaje de Dios. El
papá es la autoridad de todo el proyecto de la familia. […] La mamá […] corrige
el carácter de los hijos, prepara las fiestas de cumpleaños, vela porque la
ropa esté limpia, pone adornos y flores en las distintas habitaciones…”.
En suma, un libro muy sugestivo sobre un personaje relevante.
El
Comercio (Perú) DOMINGO 20 DE
ABRIL DEL 2014