La humildad del episcopable Escrivá.- Josef Knecht
Fecha Monday, 07 April 2014
Tema 115. Aspectos históricos


Querido Dionisio:

Permíteme que te dirija unas letras acerca de tu último escrito, Si llovieran mitras, del 4.04.2014, tan gracioso como siempre. Hay una diferencia importante entre aspirar al marquesado de Peralta y aspirar al episcopado de San Sebastián o de Vitoria. En el primer caso, monseñor Escrivá no tuvo que abandonar el Opus, pues el título nobiliario de marqués no afectaba para nada al gobierno del instituto secular; en cambio, si hubiera sido nombrado obispo, hubiera tenido que dejar su Obra –no sé si total o parcialmente– para dedicarse de lleno a la nueva misión y, en vez de vivir en Madrid o en Roma al frente del instituto secular, hubiera tenido que residir en su diócesis. No son equiparables del todo ambos afanes, Dionisio, pues el marquesado no es más que un título honorífico y el episcopado, además de una mitra, también implica llevar a cabo una misión, aunque tienes razón cuando resaltas que en el caso de Escrivá los dos afanes se fundamentaban en su megalomanía de fondo, la cual no sorprende a los que ya la conocemos...



En la conclusión de su valioso trabajo de investigación, Marcus Tank hace hincapié precisamente en una grave contradicción de Escrivá que incide de lleno en nuestro tema de conversación. Escrivá afirmó con dramatismo, para dar a entender que su entrega al Opus era exclusiva, que quienes hacia el año 50 del siglo pasado pretendían sacarlo de su Obra lo hubieran “matado”; pero, mientras tanto, él mismo gestionaba en secreto su nombramiento de obispo, cosa que implicaba abandonar el Opus para dedicarse a una nueva misión, es decir, hubiera sido otra forma de sacarlo de su Obra, pero esta vez sin “matarlo”. Y este detalle, ya me perdonarás, me sorprende mucho por contradictorio y psicológicamente retorcido.

Se trata de una retorcida contradicción, bien documentada a partir de las revelaciones de Marcus Tank, que oscurece la vida y la supuesta santidad de Escrivá y que tira por el suelo el mito de Sanjosemaría proclamado por la versión oficial de la prelatura. También pone en solfa el proceso de canonización de monseñor Escrivá, que no se ejecutó con la acribia correcta por falta de información biográfica y por falta de información psicológica, y, por tanto, también oscurece el proceder de Álvaro del Portillo cuando, estando al frente de la prelatura, impulsó aquel proceso, en el que a sabiendas ocultó importantes datos biográficos de Escrivá, de sobra conocidos por él, que hubieran arrojado luces sobre la verdadera psicología del fundador del Opus. Consiguientemente, también se podría poner en solfa el reciente proceso de beatificación de del Portillo. No me negarás, Dionisio, que toda esta retahíla es, como mínimo, bastante sorprendente, tal vez no para ti, que como el Pseudo-Areopagita eres sapientísimo, pero sí para muchísima gente de dentro y de fuera del Opus Dei.

A partir de las aportaciones documentales de Marcus Tank, la pregunta procedente que deberíamos formular es, en mi modesta opinión, la siguiente: si Escrivá, por un lado, fundó el Opus Dei y, por otro lado, se afanó tanto por alcanzar el episcopado, ¿qué “vio” realmente el 2 de octubre de 1928, si es que vio algo? Esta es la hoja de ruta que deberíamos seguir y no quedarnos en el detalle de que era un vanidoso y deseoso de títulos honoríficos. Al fin y al cabo, todos los hombres somos vanidosos, incluidos tú y yo; por tanto, insistiendo en la vanidad de Escrivá, nos quedamos en un nivel que no nos conduce a la solución de este grave problema, sino que más bien nos dispersa y distrae imaginándonos una graciosa lluvia de mitras cayendo sobre la cabeza de Escrivá, sobre la tuya y sobre la mía. ¡Qué divertido!

Respecto a la humildad sincera o falsa –eso es cuestión de cada uno– que sacan a relucir los recién nombrados obispos, déjame que te mencione uno de los aspectos más extraños, al menos para mí, de la historia de la Iglesia y de la espiritualidad cristiana; fue una costumbre muy pintoresca que a veces se protagonizaba en los siglos IV y V, coincidiendo más o menos con la época de tu tocayo Dionisio Pseudo-Areopagita. Cuando en aquellos siglos un presbítero era elegido obispo por la comunidad cristiana, escenificaba –no siempre– una huida de la ciudad para significar que por humildad no aceptaba el cargo. Normalmente se escondía en un monasterio alejado del mundanal ruido dando así a entender que ese era el “humilde” destino que se merecía y no el episcopado, pero tarde o temprano llegaba a la ciudad la noticia de que el obispo electo estaba escondido en aquel lugar; entonces, desde la ciudad enviaban emisarios al escondite para obligarlo a regresar; en cuanto regresaba, daba por concluida la “humilde” sobreactuación de la huida y, después de haber dado esa lección de sincera o falsa humildad, recibía la ordenación episcopal. En el caso de Juan Crisóstomo, fue el mismo emperador Arcadio quien lo nombró obispo de Constantinopla; suponiendo que Juan, presbítero de Antioquía, no aceptaría por las buenas el nombramiento episcopal de la capital del Imperio, Arcadio preparó de acuerdo con Asterio, el entonces procurador de Antioquía, una treta para que el presbítero antioqueno no tuviera tiempo de emprender la “humilde” huida; Asterio, sin dar explicaciones, convino una cita con Juan ante el portón de la ciudad y, después de meterlo en un carruaje, le comunicó su nombramiento episcopal y ordenó que partiera sin demora hacia Constantinopla, donde le esperaba un desagradable avispero. Así comenzó una etapa muy dura en la vida de aquel gran obispo constantinopolitano.

No me imagino a Escrivá escondiéndose en un monasterio tras recibir el nombramiento de obispo. Su inmensa mentalidad laical, tan distante de los monjes y tan próxima a los marqueses, se lo hubiera impedido de raíz. En cambio, sí me lo imagino feliz y satisfecho dentro del carruaje imperial hacia las basílicas palaciegas de Constantinopla.

No sé si te habré sorprendido con estas historietas, pero a mí me sorprenden.

Un cordial abrazo y una feliz Pascua

Josef Knecht







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