¿Qué quería, entonces, Escriba?.- Vega
Fecha Friday, 04 April 2014
Tema 010. Testimonios


Después de las interesantes aportaciones históricas, biográficas, canónicas y todo lo demás que se han publicado en Opuslibros los últimos meses, voy a decir lo que yo saco en limpio como resumen, considerándome parte más o menos interesada o conocedora, pero que nunca ha sido de la casa y conserva un punto de vista externo. Vamos, que eso a lo que le dais vueltas y vueltas pero no acabáis de decir, lo voy a decir yo...



Escriba, a medias inconsciente de ello probablemente (pero solo a medias), se quiso montar una Iglesia paralela. Punto.

Una Iglesia suya, donde no rindiera cuentas a nadie.

Una Iglesia de la que él fuera la cabeza y el segundo después de Jesucristo (pero muy poco después, como queda claro en las infinitas anécdotas de Opuslibros respecto al culto al fundador).

Una Iglesia con pedigrí y muy de orden, y también muy de fastos clericales y litúrgicos, por todo lo cual no le valía liarse la manta a la cabeza y declararse abiertamente hereje o rebelde, sino que tenía que hacerlo solapadamente y protestando mucho de lealtad.

Ir de francotirador estilo Lefevre o Kung pasando las penalidades del rebelde, ni de coña. Así no se consigue dinero ni favores del Estado, ni se aprovecha la reverencia que disfruta (y disfrutaba en esos años muchísimo más) la Iglesia en países confesionales católicos. Eso descartado. Así que se montó una institución aparentemente super-ortodoxa para disfrutar de esas ventajas, pero solo en la apariencia.

La única alternativa que le hubiera valido a Escriba hubiera sido ser ÉL el Papa.

Como el primer paso para eso es ser obispo, tiene todo el sentido que hiciera intentos por dos caminos a la vez: por uno, organizándose poco a poco su propia institución paralela, tan independiente de la jerarquía como era posible, tan secreta en sus verdaderas normas como pudiese, pero tan ortodoxa y mimética con la Iglesia oficial como se pueda ser.

Pero por otro, dándole una oportunidad a la jerarquía de contarle entre ellos: si hubiera ascendido al estrellato arzobispal y después cardenalicio, el Opus hubiera sido un entretenimiento cuya dirección hubiera delegado, o simplemente se hubiera disuelto como azucarillo en el café-para-todos de las mil y una asociaciones católicas que no llaman la atención.

O la hubiera usado como punta de lanza y guardia pretoriana contra facciones opuestas en la Curia, mientras hubiera sido de utilidad, y luego la hubiera desechado, de no serle necesaria. (Esa habilidad la tiene el Opus sobradamente demostrada: primero en los gobiernos franquistas donde tuvo poder, cuando los famosos "lópeces", y luego ha hecho funciones parecidas para un par de papados; hacer de lobby está en su naturaleza de parásito oportunista y organizado, en su faceta de masonería "del bien").

Hay un pájaro, el cuco, que pone los huevos en nido ajeno, en nidos de aves de otras especies, y se las arregla para que los engañados progenitores postizos críen y alimenten a sus pollos como a los propios.

Pues Escriba era un cuco, un cuco que puso los huevos de una iglesia propia haciéndolos pasar por huevos de la Iglesia católica, para que esta los considerase propios (y el Estado y los católicos lo mismo).

En Estados Unidos, el hogar de todas la sectas que compiten por la atención y el dinero de los fieles, hubiera fundado una secta más, y le hubiera ido relativamente bien, porque cualidades tenía, y narcisismo, sobrado. A saber si hubiera sido una secta cristiana o de una religión New Age, o de otra cosa.

En la España de hoy, menos católica y menos impregnada de clericalismo, hubiera hecho seguramente una secta católica también, pero con otra estética y menos apegada a los valores de la clase media rancia de los años cuarenta: también hubiera presumido, como lo hizo entonces, de "novedad" y de "laicismo", pero con menos latín y más IESE y MBAs neoliberales desde el primer día.

En la España de la preguerra y luego la posguerra, hizo lo que hizo porque era lo que se acomodaba como un guante al espíritu de los tiempos y del poder de entonces.

No sé en qué circunstancias (quizá en el siglo IV o en el XII) se hubiera atrevido a quitarse la careta y manifestarse como lo que en realidad quería ser: el fundador, no de una orden, sino de una Iglesia, y quizá de una nueva Revelación.

Todo esto, bien entendido que su afán no era teológico ni filosófico ni nada parecido: no era un Lutero, alguien a quien le picaran sus creencias o la necesidad de mejorar la Iglesia, o la indignación moral por su estado. Nunca fue la cosa de que pretendiera reformar o refundar o regenerar: simplemente quería ser la cabeza de la institución más poderosa, respetable y autócrata que conocía, sin más, y en su defecto, hacerse una igual a la medida. Y si hubiera tenido suficiente éxito, unir ambas pretensiones en una sola.

Iros haciendo la idea de que habéis militado para el cuco, buscado gusanitos para el cuco y montado guardia para el cuco. Es lo que hay.

 

Vega







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