A vueltas con la santa pureza.- Nometorres
Fecha Monday, 03 March 2014
Tema 070. Costumbres y Praxis


Ya sabía yo que con este título nos íbamos a encontrar todos aquí dentro. Ea, vayan pasando, no se me acumulen en el fondo que delante hay sitio. ¿Ya estamos todos? ¿Falta alguien? ¿Podemos empezar? MORBOSOS, que sois unos morbosos… que se os da un poco de carnaza y hala, tos padentro…

En fin, lo prometido es deuda, así que hoy hablaremos de la santa pureza… o mejor dicho, de la maldita obsesión que algunos tienen con esta dichosa virtud… y todo ello desde la óptica de un tierno e inocente niño de 15 años (es que antes a los 15 aún éramos niños, en todos los sentidos)…



Corrían los años 80, yo tenía 15 añitos recién cumplidos, vivía en un pueblo (grande) de la meseta castellana, estudiaba 1º de BUP con cierta solvencia (¡qué narices! ¡a la porra la humildad! con muuuuuucha solvencia… aich!!!! tres semanas de purgatorio) y frecuentaba un apeadero que se atendía desde la capital. Por aquel entonces yo era un chaval de San Rafael bastante encajado, siempre dispuesto a cualquier plan con un poco de gracia, con un pequeño-gran plan de vida (grande en teoría y pequeño en la práctica…) y charlita semanal con el numerario de turno…

Mi experiencia con la sexualidad en aquel momento era bastante habitual entre los quinceañeros de la época… y de todas las épocas… más boca que realidad. Sabía las cuatro cosas que me habían explicado en casa y lo que había aprendido en las clases de educación sexual del colegio (sigo considerando esas clases, recibidas en un colegio de religiosos, como algo valioso en mi formación de adolescente… cosa que no puedo decir de otros colegios… no miro a nadie… bueno, sí que miro). Chicas pocas (el colegio no era mixto), pero con toda naturalidad. El verano anterior había tenido un escarceo infantil con una niña muy mona (con fuerte carácter y algo deslenguada, todo hay que decirlo) que no llegó más allá de algún castísimo beso y cuatro cartas de apasionado amor que se diluyó como un azucarillo con la distancia (lástima haber tirado su foto y sus cartas cuando me hice numerario… a veces me entra la morriña y me gustaría releerlas… tonterías que le entran a uno).

Mis pecadillos, que casi ni merecen ese nombre, se reducían a echar el ojo a alguna desvergonzada topless, era en la playa (lo cual demostraba eso de que en el pecado está la penitencia porque en la playa se veían, y se ven, unos remedios contra la lujuria que ni el rejalgar… como decía mi sabia tía, por detrás ilusión y por delante arrepentimiento) y a no cambiar el canal de la tele (que ya eran ganas teniendo sólo dos canales) cuando salía según qué escena. Ni siquiera una furtiva revistilla con fotos guarras… ¿Qué queréis? Si era un niño… mayor, pero niño… lo que tocaba.

Pues bien, con estos antecedentes me enfrenté a la obsesión numeraril por la santa pureza. Un buen día, después de hablar de las demás cosas que se suelen hablar en la charla, el numerario de turno, nada más y nada menos que el director del centro que nos atendía, preguntó "¿y de pureza qué tal?" "Ah, pues bien, ningún problema" "Alguna cosa habrá, algo que te cueste más" "Pues no, nada" y era verdad... por aquel entonces la pureza ni me costaba ni me preocupaba lo más mínimo. Ahí quedó la cosa.

Pero el infatigable numerario no se dio por vencido y a la semana siguiente volvió a la carga, con la misma inmutable respuesta por mi parte. Parece que no me creía porque empezó a largarme un rollo sobre sinceridad y humildad y mostrar las heridas para poderlas curar... Se estuvo media hora hablando, el tío... y yo con cara de palo pensando "¿y esto a qué viene? A ver si se va a haber enterado que lo de que voy a misa cada día en el colegio no es verdad" (yo cuando me daban mucho la vara con algo les decía lo que querían oír y santas pascuas... algún día sí iba... todos, todos... no); pero no era eso, no... cuando yo ya creía que me iban a tener que dar un electroshock para reanimarme, el amigo volvió a la carga. Así como quien no quiere la cosa, estaba hablando de sinceridad y suelta "así, por ejemplo, si tú te masturbas pues vas y me lo dices... y no pasa naaaadaaaaa". Ay, pajarito, que ahora si veo por dónde vas... "pues mira, es que si lo hiciera te lo diría, pero es que no lo hago" (que realmente se lo hubiera dicho o no ya es harina de otro costal... no había caso). Y la cara de fastidio que puso fue de foto... algo así como diciendo "no hay manera, qué tío más duro". Al final cedió... "Bueeeeeno, ya nos veremos la semana que viene; piensa en lo que te he dicho".

Yo alucinaba en tecnicolor... era evidente que no me creía. Le soltaba cuatro medias verdades y alguna mentira descarada respecto a otros temas y se lo creía todo... le decía la verdad respecto a la pureza y no me creía... alucinante!!!

Así pasaron las semanas y yo ya no sabía cómo explicarle que a mí ese tema ni me iba ni me venía... aunque con tanta insistencia ya empezaba a despertarme los instintos. Al final, y viendo que el jerbo no se rendía, decidí aplicar la táctica habitual... te diré lo que quieres oír... y empecé a inventarme problemas ficticios de pureza, a ver si se tranquilizaba un poco. El primer día fue complicado. No iba preparado para el tercer grado que me iba a hacer. Cuando llegó el momento de hablar del tema, le dije "pues mira, sí, esta semana sí he tenido un pequeño desliz... había una revista por casa con un artículo inconveniente y me estuve un rato mirándola". Ay, Señor, menuda ocurrencia... al ver la rendija el tío metió los cuernos hasta la raíz a ver si conseguía derruir la muralla que sólo existía en su imaginación. Me preguntó de todo, que cuál era la revista, que de qué iba el artículo, que si tenía fotos, que si estuve más o menos tiempo, que si había más revistas... y yo improvisando sobre la marcha y encomendándome a todos los santos por no caer en flagrante contradicción. Ya pensaba yo que había triunfado cuando me suelta a bocajarro "y después te masturbaste, claro". Joder, qué manía con el temita... "que no, que eso no lo he hecho nunca, ¿hablo en chino o qué?". Yo creo que me vio tal cara de cabreo que prefirió dejarlo correr.

Luego ya fue coser y cantar... hasta me divertía preparando la historia semanal... un día era una revista en el kiosko, otro día un mal pensamiento al ver unas chicas al bajar del autobús, otro día una peli... todo minuciosamente adornado con un montón de detalles, a poder ser tediosos, a ver si se aburría. Pero no se aburrió nunca, siempre esperando la suprema confesión que jamás llegaría porque yo no le iba a decir que me había masturbado si no lo había hecho. Por ahí sí que no pasaba.

Al llegar fin de curso les comuniqué que ya no nos veríamos más, que mi familia se mudaba, y yo con ellos. Se acababan por fin las largas charlas en beneficio de mi santa virtud. Yo creo que aquel individuo siempre creyó imposible que un chaval de quince años no se masturbara... sencillamente estaba por encima de su entendimiento. Si nos encontráramos ahora, estoy seguro que aún me diría "En confianza, Nometorres, tú entonces te masturbabas, ¿verdad?", y yo le diría "En confianza, Alberto, te mentí muchas veces en muchos temas... pero en ese no". Y se le quedaría la boca como un Donut.

Nometorres







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=22052