Solidaridad con el profesor Javier Navarro.- Josef Knecht
Fecha Monday, 03 March 2014
Tema 010. Testimonios


Hago saber a don Javier Navarro, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Navarra, mi más cordial solidaridad con la situación personal por la que está atravesando y mi apoyo en su lucha contra la injusticia laboral por él padecida. Es trágico que aquel que había sido el director de su Centro y a quien Javier había abierto su conciencia traicione a Javier tiempo después acusándolo en un juicio público. Trágico y vergonzoso. Información procedente del fuero interno de una persona se utiliza para testimoniar contra ella en una vista oral ante un juez. Asistimos aquí una vez más a una clara constatación de que el Opus Dei carece en su praxis del más elemental sentido del Evangelio...



Lo he dicho ya varias veces en esta página web, pero no me importa repetirlo de nuevo: instituciones eclesiásticas que, como el Opus, no son de verdad evangélicas resultan contraproducentes para la labor evangelizadora de la Iglesia. La triste historia de don Javier Navarro es una prueba, entre otras más, de esta penosa realidad: ¿es así como se evangeliza la ciencia contemporánea y el mundo de la cultura y de la universidad? Por tanto, una seria y profunda reforma eclesiástica debería perseguir el objetivo de limpiar la Iglesia de esta escoria.

Añado una reflexión, aunque tengo la duda de que tal vez el tema que voy a tratar sea específico de esta página web o no. La injusticia padecida por el profesor Navarro suele darse de vez en cuando en las Universidades privadas, incluidas las de titularidad eclesiástica, ya que sus profesores no tienen asegurado su puesto de trabajo, a diferencia de los profesores de las Universidades públicas que son “funcionarios” del Estado con plaza fija desde que ganaron las oposiciones. En las Universidades privadas no siempre se respetan debidamente los puestos de trabajo, ya que la condición de profesor “contratado” sitúa al trabajador en una situación algo inestable o insegura en cuanto a su permanencia laboral en la Universidad. En los centros educativos privados suele más bien suceder que, por razones de diversa índole (personal o ideológica), sus profesores son sometidos a veces a despidos improcedentes, y en muchas ocasiones estos despidos son auténticos atentados contra la libertad de cátedra. Es el caso que ha padecido don Javier Navarro: una decana posesiva, que desea gobernar su Facultad como si de su cortijo personal se tratara, no tiene el más mínimo escrúpulo de conciencia para despedir a un buen profesional capaz de hacerle sombra.

En las Universidades estatales, caprichos de este calibre no se consuman tan a menudo porque la condición laboral de funcionario blinda bastante bien el puesto de trabajo y porque sus autoridades académicas, sobre la base de que el Estado y la sociedad son plurales, suelen preocuparse por salvaguardar el “valor” de la libertad de cátedra con mayor celo que en las Universidades privadas. En éstas, en cambio, o bien el personalismo de quien manda, o bien el factor ideológico (“ideario” del centro) sitúa la libertad de cátedra en un plano secundario y deja desprotegidos a los profesores en mayor o menor grado según las circunstancias concretas de cada centro. El equilibrio entre la defensa del “ideario” del centro académico privado y el respeto a la “libertad de cátedra” es muchas veces inestable y, en caso de conflicto, acostumbra a vencer el primero; si a esto se añade el protagonismo de quienes gobiernan, que con frecuencia aplican a rajatabla el criterio de “quien paga manda” (y, en el caso del profesor Navarro, también han aplicado el criterio de “el fin justifica los medios”), la creatividad ideológica de los docentes queda bastante mermada.

Es triste que este tipo de tropelías también se practique en Universidades católicas como es la Universidad de Navarra, que deberían dar ejemplo del Evangelio: la justicia por encima de todo. Pero esta es la realidad en que la Iglesia Católica actual por desgracia se encuentra, hasta el punto de que los mismos católicos, como don Javier Navarro, pueden acabar engullidos como víctimas del injusto sistema. ¡Cuán necesaria es una reforma de la Iglesia bien a fondo!

Antes de terminar, hago una advertencia para que se sitúen mis reflexiones en su justo lugar. Soy consciente de que “en todas partes cuecen habas”; es decir, también se cometen atentados contra la libertad de cátedra en las Universidades públicas, y existen Universidades privadas que respetan el valor de la libertad de cátedra. Ahora bien, una vez hecha esta advertencia, sostengo que la tendencia general de los centros educativos privados –y la experiencia así lo avala– es la de dejar en un plano secundario la libertad de cátedra por las razones más arriba mencionadas. Por último, también advierto que el debate en torno a la “libertad de cátedra” merecería un más profundo análisis que excede los objetivos de esta página web, lo cual explica el esquematismo elemental de mi exposición.

Josef Knecht







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