A Josef, de un orgulloso americano.- Thomas
Fecha Wednesday, 26 February 2014
Tema 010. Testimonios


1.-Un cuento para empezar, el de Juanito

Agradezco a Josef sus felicitaciones en su escrito del 24 de febrero de 2014 “Grados de esquizofrenia entre los miembros del Opus Dei”. Dice en su escrito: “aprecio que la simpatía y la compasión que Thomas siente por las personas pertenecientes al Opus le lleva a ser demasiado condescendiente con la institución. Yo sería más duro con ésta”. ¿Para qué digo que no, si sí les tengo simpatía?. Lo que en mi mente está claro y para mí es compatible con aquello, es un reiterado, continuo y constante convencimiento de que la Obra como Institución y quienes la gobiernan, violan sistemáticamente derechos fundamentales y tiene un Derecho orgánico que es un margallate que genera inseguridad jurídica, lo que tengo personalmente experimentado y además está estupendamente bien documentado en este foro.

Hay muchas maneras de matar pulgas y creo que Josef difiere de las mías ¡que viva la libertad! Yo sólo expongo ideas sueltas, que ahora son nada más de laboratorio, para que si cabe se enriquezca la discusión. Inicio con un cuento (me perdonarán algunas palabrejas altisonantes, pero es que por estos lares así se habla en casos como el de esta historia)…



Juanito llega llorando de la escuela porque le pegó Pedrote y le dejó el ojo morado. Mamá monta en cólera, corre a la escuela, exige hablar con la directora, arma un lio, anuncia que su hijo deja la escuela y que acudirá a las autoridades porque –efectivamente es verdad- la escuela en materia de cuidado de alumnos es un desastre. Por la noche, al volver papá del trabajo, escucha el drama, vuelve a llorar el niño recordando su triste historia y mamá es un haz de nervios. Papá no sabe qué hacer pero se le ocurre una idea: “Tranquila mi Reina, vete a dormir, relájate, mañana hablamos, yo acuesto a Juanito, lo consuelo y le cuento un cuento, ¿sale?, ándale vete a descansar mamita chula” y le da un beso. Papá lleva a Juanito a su cuarto, cierra la puerta para que no oiga mamá, se pone en cuclillas a su altura y le da una cariñosa y suave bofetada mientras le dice: “Mire mijo, se me hace que usté es medio pendejo, aquí los hombres no lloran, no sea maricón: la próxima vez que te pegue Pedrote lo mandas a chingar a su madre y le vas a dar una putiza y una partida de hocico que ese pinche puto no se la va a acabar ¿me entendiste?”… y un balbuceo apenas audible sale de la boca del temeroso y asustado niño: “Sí papi”. Empiezan las lecciones de box por una, dos, tres semanas, noche a noche, papá en cuclillas y Juanito en pijama, hasta que el papá, entre bromas y veras, cuando ve que Juanito ya pega bien y recuperó su autoestima, se tira al piso vencido ante los inclementes golpes del niño y le dice: ¡basta, basta, ya me ganaste!. Juanito, quien parece divertirse, ya aprendió los primeros rudimentos de la defensa de su derecho a la integridad. No es infrecuente que a Pedrote le suceda efectivamente lo que predijo el papá y que no me atrevo a repetir, porque soy pelado pero no tanto, y Pedrote se apacigua (conozco 2 casos reales contado por sus padres). Y concluyo: ¿Por qué se ha de salir Juanito del colegio sólo porque allí abusan y las autoridades escolares no lo protegen?, ¿por qué va a perder a sus mejores amigos?, ¿por qué debe separarse de su querida Miss Pepita? ¿Por qué ha de dejar la liga de futbol?... Igual pregunto: ¿Por qué un señor del Opus Dei que lleva muchos años se va a salir por esto o aquello que no está bien, o porque le pega Pedrote?.  Yo prefiero seguir la postura del papá de mi ejemplo. Claro, no a nivel de golpes, que puede ser más o menos adecuado y formativo para niños de primaria. Entre adultos, no puede ser así, y la guerra civilizada se llama proceso. Como bien dice Carnelutti, un famoso jurista italiano: “El proceso, después de todo, es el subrogado de la guerra. Es, en otras palabras, un modo para domesticarla”.

2.- Monarquía y nobleza

Cambio de tema. A ver si al final me cuadra todo. San Josemaría no conoció la democracia en su patria porque no existía. Tampoco la vivieron sus contemporáneos españoles ni muchos europeos. Él nació en tiempos de una Monarquía de nobles que hoy pervive en el nieto y el bisnieto (y parece que perdurará en las tataranietas de madre plebeya: por fin una luz), luego padeció en su primera madurez una República que de democracia tenía muy poco, y su segunda madurez hasta su muerte la vivió en el franquismo o cerca de él, que coincidentemente se extinguió el mismo año que él muere (todo esto lo saqué de Wikipedia, pero como no soy de aquellas queridas tierras, si me equivoco por favor corríjanme). Que yo sepa nunca usó una urna y una papeleta para elegir a sus representantes. La Iglesia de su tiempo en Roma funcionaba de modo similar, sin visos de democracia, como una Monarquía de tiara y nobles príncipes, siguiendo siglos de inmemoriales modelos europeos basados en la nobleza (viene desde la Roma Imperial, ya son XX siglos): puras cosas temporales de modos de gobierno y abusos, que hoy nos parecen ridículas y nos molestan y que comienzan a iniciar a empezar a cambiar en la Iglesia. Pongámonos en Europa en los años 1930-1975, y podremos ver que el Opus Dei se forjó, en lo tocante a su organización temporal, conforme a los modelos y circunstancias del Fundador como persona y de las instituciones existentes en la Europa de su tiempo. Yo en lo personal, en mi cabeza, distingo el malo e injusto ropaje de la Obra del que se resiste a despojarse, de la doctrina de fondo que predica que me sigue pareciendo muy valiosa y luminosa como cristiano hijo de la Iglesia. Será por mi formación académica pero a mí me sirve distinguir y separar para abordar una cuestión.

3.- Democracia en América: adiós a la nobleza

Los imperios monárquicos europeos asentados en América, finalmente fueron desterrados de casi todo el continente con guerras de independencia en los siglos XVIII y XIX. La mala costumbre monárquica de dividir la sociedad en nobles y plebeyos, y el desatino de traer esclavos negros a América, les ganó el odio.

Una vez echada la monarquía británica, por la independencia norteamericana en 1776 (antes de la Revolución francesa de 1789) la Constitución Norteamericana dispuso inmediatamente: Los Estados Unidos no concederán ningún título de nobleza”. ¡Estaban hartos! La misma disposición fue apareciendo luego en la Constituciones de los países latinoamericanos apenas se independizaban de España, y hasta hoy, en ninguna parte de América se aceptan nobles (no los aceptamos) ni se reconocen noblezas extranjeras porque rechazarlas está en la base de las independencias americanas.

Como orgulloso americano me parece una disposición muy sabia que en los países de Europa con monarquías no parecieron entender entonces (y parece que hoy algunos países europeos, con perdón, no la comparten: ¡Qué viva la libertad!). Oí una vez decir a un maestro que esta disposición fue el  motor que trajo el despegue social y económico que llevó a Norteamérica a ser la potencia que es (no solo económica, también científica y como generosa potencia humanitaria, si vemos por ejemplo cómo permitieron la inmigración de europeos sufrientes en el XIX a quienes les reconocieron iguales derechos que a los ya ciudadanos americanos, o cómo sus tropas salieron en el XX, pagando con vidas, al rescate de Europa cuando Hitler pensaba que los alemanes arios eran poco menos que nobles y los judíos menos que esclavos). Decía aquel maestro que si no pasó lo mismo en América latina (porque persiste hasta hoy un lacerante clasismo de ricos y pobres extremos), aún a pesar de que sus constituciones proclamaban la igualdad de derechos, fue porque sus gobiernos no se tomaron en serio este principio fundamental. La grandeza que los Norteamericanos atribuyen a Abraham Lincoln es que se tomó en serio la norma, porque optó por preservar la igualdad y la democracia de la Unión Americana (Guerra de Secesión), en vez de ceder a la tentación de quedarse con la esclavitud que le auguraba mucha más riqueza inmediata. La segregación racial acabó hasta entrados los 60’s, pero era casi seguro que iba a terminar, porque los americanos nunca han apagado el motor de la democracia. La democracia americana ha funcionado establemente más de 200 años (con todos sus defectos) y por lo que veo casi ningún otro país del mundo ha podido hacer esto por tan prolongado tiempo. ¡El bueno de Josef seguro que ya me descubrió otra debilidad!: que me agradan los norteamericanos; sí, he vivido ahí algún tiempo, y les estoy muy agradecido. Y además no me queda otra opción: los tengo junto a mí, hablo con norteamericanos, uso iphone, vuelo en Boeings, uso jeans, veo películas y series americanas, y cuando he ido al médico me curan mayoritariamente con sus medicinas e inventos. También me agrada algo que no debería y es que los americanos se ríen de la nobleza inglesa (a las turistas gringas jovencitas les gusta colocarse junto a un impávido guardia del palacio de Buckingham para tomarse fotos en shorts, con camiseta y chanclas).

El centro de la cuestión que puso sobre la mesa la independencia norteamericana fue si a todos los ciudadanos de la Unión Americana y a todo hombre que llegara a establecerse allá debían reconocérseles igualdad de derechos y oportunidades, y la respuesta que dieron fue que sí y han venido actuando en consecuencia (hablo de sus ciudadanos, no de la costumbre de algunos de sus gobernantes de invadir los países del prójimo, sentirse reyes del mundo, etc. pero bueno, defectos hay en todos los países.)

La Iglesia, que por sus fines diferentes no es del todo comparable a una Nación, va dando pasos hacia la democracia (en lo que el origen divino y naturaleza de la Iglesia lo permiten) y hay ciertos avances en el respeto a los derechos fundamentales de la persona.

Dicho lo cual me parece un acierto que unos valientes y generosos señores vestidos de rojo, mayoritariamente europeos, hayan elegido un Papa americano. ¿Qué está diciendo este papa?: más o menos “lo mesmo” que se viene diciendo en América hace casi dos siglos: que la nobleza debe ser desterrada en la Iglesia. Francisco es americano y trae la impronta de su historia. San Josemaría fue un sacerdote español y un europeo de su tiempo. Es difícil con este bosquejo mío, tan triunfalista por América y en dos brochazos, sacar conclusiones, pero creo que una conclusión  sí podrían compartir conmigo los lectores que me hayan seguido hasta aquí: que la historia cuenta.

Josef tuvo la culpa. Él, que es bueno, sabrá dispensarme. Ahora “a ver a quihoras” escribo lo anunciado sobre los derechos subjetivos y el proceso. Antes tengo que documentarme en un invento americano: Wikipedia.

Thomas







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