Corrección fraterno-filial a modo de carta dirigida a D. Alvaro.- Orange
Fecha Friday, 21 February 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Querido D. Alvaro: yo fui hermano espiritual suyo durante unos años y después fui hijo espiritual suyo otros cuantos años. De los normalitos de a pie. Desde esa perspectiva y viendo que este año va a ser Vd. beatificado, cosa de la que me alegro, le quiero contar algo que llevo dentro. Estoy seguro de que esto que escribo le llegará, aunque sea partiendo de Opuslibros, a través de la Comunión de los Santos o bien a través de una conexión celestial a internet (perdóneme la broma). Mi carta viene motivada por uno de sus mensajes mas celebres, conocido como "La maldición de D. Alvaro" y quiero expresarle lo que me sugiere...



Su maldición dice asi: "...y ruego también que si alguno quisiera perversamente corromper este espíritu que nos ha legado el Padre, o desviar la Obra de las características divinas con que nuestro fundador nos la ha entregado, que el Señor lo confunda y le impida cometer ese crimen, causar ese daño a la Iglesia y a las almas" (Carta de D. Alvaro del Portillo del 26-6-1975). Hay que reconocer que con este envite, Vd. consiguió que la gente se quedara helada, petrificada y callada durante muchos años. Pero el tiempo pasó y los espíritus han perdido el miedo y se expresan libremente. El miedo siempre acaba.

He de decirle en primer lugar, que eso de desear un castigo de Dios a alguien, está muy feo. Los cristianos lo que debemos desear para nuestros semejantes, por muy malos que sean, es el perdón de Dios. Y Vd. lo que hizo fue desear un mal no pequeño o baladí. Fue desear el peor mal imaginable para una persona: que lo confunda Dios, que lo castigue Dios, que es quien puede causar el mayor castigo. Y todo por no estar de acuerdo con usted. Si alguien que no estuviera de acuerdo con usted imitara su comportamiento, desearía que la ira de Dios cayera sobre su cabeza. Me imagino que eso no le gustaría mucho... en fin, yo creo que lo que debemos de hacer todos es dejar a Dios en paz y que El decida a quién tiene que castigar y que ningún ser humano tenga la petulancia de decirle a Dios lo que tiene o no tiene que hacer.

Mire D. Alvaro, Vd. maldijo al que pudiera opinar de forma distinta a la suya sobre una posible reforma de la obra. Fíjese en la historia de la Iglesia. A lo largo de los siglos se han hecho muchísimas reformas, de diferentes características y en asuntos mucho más importantes que el Opus Dei. Y nadie ha visto a ningún Papa lanzar maldiciones solemnes y oficiales contra futuros Papas para que no se les ocurra tocar nada... y llevamos 266 Papas. En la Iglesia, salvo las verdades nucleares de la Fe, todo se puede cambiar y de hecho se ha cambiado infinidad de veces y no pasa nada. No pasa nada porque lo único importante es la unión de cada uno de nosotros con Jesucristo. Lo demás es completamente accesorio.

Más aun. Las múltiples Instituciones específicas que alberga la Iglesia tienen cada una su derecho propio. Pues bien, en muchas ocasiones los propios miembros de estas Instituciones han cambiado muchas cosas. Y tampoco se ve a los Superiores de esas instituciones lanzar maldiciones ni desear castigos divinos a futuros sucesores para que no cambien nada. Se han hecho cambios que en general han venido muy bien, unas veces desde dentro de las Instituciones y otras desde fuera, por iniciativa de la misma Iglesia. De modo que, querido D. Alvaro, el hacer reformas es la praxis habitual. Lo raro es el inmovilismo a ultranza in aeternum. Y no le quepa la menor duda de que en el Opus Dei se harán reformas para mejorarlo. Los que proponemos esas modificaciones no somos perversos ni queremos corromper ni desviar nada. No estamos cometiendo ningún crimen. Ni queremos hacerle ningún mal a la Iglesia ni a las almas. Solo queremos mejorar el Opus Dei. Si, D. Alvaro, que el Opus Dei hay que mejorarlo, que tal como lo dejó el fundador tiene deficiencias muy importantes. Ya verá como las correcciones son para bien.

Tengo además una sensación, que no pretendo que sea la verdad, pero es mi punto de vista sobre por qué escribió Vd. eso. Yo creo que en los momentos en que Vd. escribió esa carta sintió por primera vez todo el peso de la obra, y al notarlo sintió miedo por verse obligado a llevar el timón. Y ese miedo, que es propio de cualquier ser humano, le hizo escribir la maldición como un acto reflejo defensivo. Era mucha carga para usted. Es mi humilde opinión. Como creo que eso fue así, en lo que a mí me pueda tocar, se la disculpo. Creo que fue Vd. un hombre bueno y honesto y sin manías. Y, repito, me alegro por su beatificación.

El problema de la Obra no es usted, ni D. Javier. El problema está en el fundador. Y es muy fácil de resolver. De lo que dejo el fundador hay que quedarse con lo esencial y quitar lo accesorio e inútil que hace sufrir mucho a mucha gente. Usted no tuvo valor para hacerlo y además creyó ser muy pillo dejando dentro muchos mecanismos para hacer difíciles los cambios. Pero no se preocupe. Otros vendrán que los harán, desde dentro o desde fuera de la obra. Las aguas, tarde o temprano siempre encuentran su cauce... puedes hacer un dique... pero al final, las aguas se desbordan o el dique se rompe.

Yo tengo una teoría, que no sé si será cierta. Pienso que los que salimos de la obra y proponemos cambios, en el fondo seguimos siendo, de alguna manera, Opus Dei. Eso sí, de una sección nueva. Pero fíjese que los cambios que aquí se proponen son para mejorar, no para dañar a la Obra. Si yo no tuviera verdadero interés en mejorar el Opus Dei no estaría despierto a las 3:39 de la mañana escribiendo esto y picándome los ojos de tanto mirar al movil. Esto de que haya un grupo reformador es algo muy antiguo, ha pasado muchas veces en muchas Instituciones de la Iglesia... y muchos reformadores son santos, como lo será usted. A propósito de santos, ahí en el cielo puede Vd. comentar estas cosas con Santa Teresa de Jesús o con San Juan de la Cruz. A ver qué le dicen... a lo mejor le sugieren la creación de algo así como la sección de Opusinos Descalzos o el Opus Dei Periférico, o algo por el estilo... (eso sí, que no se entere el Padre de esas conversaciones porque podrían no gustarle).

En fin, para despedirme, espero que esta carta no le haya molestado porque sale del corazón. Me alegro de que en el cielo sea Vd. feliz. Le rogaría que use sus influencias celestiales para iluminar a los de Bruno Buozzi. Créame que lo necesitan.

Orange







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