El
pasado martes 17 de diciembre de 2013 falleció a los 87 años en un hospital de
Tortosa (Cataluña) monseñor Ricard Maria Carles Gordó, que había nacido en
Valencia el 24 de septiembre de 1926. Cuando era sacerdote, perteneció a la
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (sss+). Fue nombrado obispo de Tortosa en
1969, pero es interesante saber que, antes de ser nombrado obispo, abandonó la
Sociedad Sacerdotal. He encontrado en Religión Digital un
artículo del 23/06/2007, firmado por Nacho Fernández, que explica la
relación causa – efecto entre la salida del Opus y el nombramiento de obispo.
Léanlo porque es muy suculento:
Cuando
yo era numerario, me comentaron que el ascenso al episcopado de monseñor Carles
era un típico caso de infidelidad a la vocación a la Obra porque, para hacer
carrera eclesiástica, fue infiel a la voluntad divina. En contraste con esa
actitud egoísta y oportunista, otros sacerdotes diocesanos socios de la sss+ no
fueron promovidos al episcopado porque permanecían fieles a la vocación divina;
estos recibían elogios de ser personas santas cuando se hablaba de ellos en las
tertulias de los centros de la Obra, como el andaluz Lucas Francisco
Mateo-Seco, profesor en la Universidad de Navarra muchos años.
Después
de que Ricard Maria Carles fue nombrado arzobispo de Barcelona en 1990, tengo
entendido que las relaciones que mantuvo con el Opus Dei fueron excelentes.
Carles lo pasó muy mal en Barcelona; la mayor parte del clero barcelonés estaba
en desacuerdo con muchas de sus decisiones de gobierno; fue objeto de ataques
calumniosos lanzados por la mafia napolitana; y en estas circunstancias
adversas, los sacerdotes de la prelatura personal le daban apoyo, lo consolaban
y, por supuesto, sacaron suculento partido para beneficiar los intereses del
Opus Dei en Barcelona. Las críticas feroces contra Carles, que yo había
escuchado años antes entre gente del Opus calificándolo de infiel a su vocación
divina, dejaron de decirse cuando pasó de Tortosa a Barcelona en 1990 (además,
Juan Pablo II lo nombró cardenal en 1994). A partir de entonces, Carles pasó a
ser el hombre más fiel del mundo y, desde el punto de vista del Opus, un obispo
ejemplar. Pero no todos opinan igual acerca de cómo gobernó la archidiócesis de
Barcelona; un
reciente artículo de El País refiere cuán controvertido fue su
pontificado:
Por voluntad propia, no ha querido ser enterrado en la
catedral de Barcelona, que hubiera sido el lugar más coherente con su rango
arzobispal, sino en la basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia,
su ciudad natal. Es probable que ese gesto póstumo se deba a sus malos
recuerdos de Barcelona y también a su devoción a la patrona de Valencia. Tanto
afán de trepar para ser obispo y cardenal y, cuando llega la hora de la verdad,
se retorna a la infancia como rehuyendo de los malos recuerdos del avispero
barcelonés para refugiarse bajo el manto maternal de la Madre valenciana. Que
descanse en paz el hombre más fiel del mundo.
... pero el más fiel ¿no es el no-obispo Mateo-Seco? ¡Qué
líos me hago en la cabeza! No soy quién para adentrarme en la interioridad de
nadie, pero apuesto que Mateo-Seco ha sido en Pamplona más feliz que Carles en
Barcelona. Sea cual sea el grado de fidelidad y de felicidad de ambos clérigos,
el Opus Dei ha sabido exprimirlos y sacar buen partido de los dos.
Desdelaotravida