Mis aventuras en el Opus Dei (II).- Pepgrass
Fecha Wednesday, 04 December 2013
Tema 010. Testimonios


ANDANZAS Y DESVENTURAS DE UN “NUME” POR TIERRAS CASTELLANAS Y SUS ALEDAÑOS (2)

Estaba yo muy feliz por esos mundos de Dios, muy convencido de ser un “elegido divino”, tanto que hasta tuve que ir dejando las cosillas a las que me había aficionado, deporte, cine, cañas con los amigos, porque no me daba tiempo a hacer otra cosa que ir al cole, estudiar y por supuesto pasar por el centro –everyday-, que era lo más “chic” y a mí me gustaba mucho. Eso de estudiar en una sala de estudio en la que se estudiaba solo por el hecho de estar allí…, tanto me gustaba todo que un día me dediqué a leerme varios capítulos del auténtico “bestseller” de la historia “Camino”, poco después me comentarían, -si ya sabíamos nosotros que ibas a “pitar” cuando te veíamos leer y releer ese librito-, y yo que pensaba que nadie me miraba… qué ingenuos somos a veces los hombres, sí los hombres, lo he escrito bien porque me refiero al género masculino. Otra cosa que no me resisto a contar es la del misterio del armario cerrado...



Las ganas que tenía yo de saber dónde se guardaba la famosa llave del armario que, solo en contadas ocasiones y de repente, aparecía abierto y como por arte de magia a los pocos minutos se cerraba otra vez. Con la mosca detrás de la oreja siempre pensaba, “a ver si hoy pillo al que lo abre con las manos en la masa… pero nunca se habría estando yo en la salita, me cachis”, al poco tiempo de escribir me contaron el truco del almendruco… las publicaciones internas que debían estar siempre bajo llave.

La segunda gran sorpresa vino cuando me enseñaron los instrumentos de tortura personal, y yo, ingenuo de mí, a mis tiernos años cuando me enseñaron el “cecilio” pregunté… ¿Oiga y eso, se pondrá con las puntas “pa rriba”, no?, que si no me voy a hacer pupita en la piernecita, pero cómo vas a hacer eso hombre de Dios, que se te romperá el pantalón… Jo, pues haberlo dicho antes, eso no vale!!! Y luego las mil y unas formas para encontrar el lugar, el momento y la posición para poder usar el “látigo castigador” procurando no errar en el intento por las consecuencias terribles que se producían en tal caso.

Lo pasábamos fenomenal en el centro, la verdad, éramos chicos jóvenes y valientes con ganas de comernos el mundo. En mi afán por animar al personal para acercarse a Dios, topé con la cruda realidad del momento, yo iba con mi lirio en la mano y la gente te miraba cual marciano aterrizado hacía unas horas en el planeta Tierra, la sociedad cambió en el país nodriza a marchas forzadas, en solo una década Alfonso Guerra acertó de pleno, a España no la conocía ni la madre que la parió y me parece que superó las expectativas de todo hijo de vecino.

Un día, en mi afán de perseguir al infiel estaba leyendo el famoso librito delante de mi “rojeras” profe de Literatura y me soltó una fresca tal que: “Pues yo he leído ese libritoooooo”… y dice muchas tonterías, o algo parecido. Yo en la primera afirmación me quedé pensando… -ya le tengo en el bote-, sentimiento que pasó a indignación al segundo siguiente, claro. Desde entonces no conseguí sacar más de notable en su asignatura y hasta ahora no me había parado a pensar el porqué . (Me encantaba la literatura).

Todavía se cuidaban las formas en aquella época y la gente tenía algo de formación pero se intuía la que se nos venía encima. Por otro lado, siempre me fastidió que nunca me invitaran a desayunar en el centro cuando era adscrito, sobre todo después de la sorpresa de oír la Misa en el idioma de César Augusto. Yo me hacía “el longuis” por el hall de entrada, dando vueltas y más vueltas, a ver si caía alguna vez, pero que si quieres arroz catalina.

Todo iba fenomenal hasta que llegó la primera convivencia anual en la que íbamos descubriendo las distintas cosas. Vino el gran palo para cualquier estudiante que se precie, en verano también hay que estudiar. No puedor!!!!! Y lo peor no es eso, también latín. Lo paliaba todo un poco los impresionantes partidos de fútbol diarios en los que, por mi fogosa forma de ser, tan competitiva, siempre terminaba “picado” con algún contrario, después la piscina y por supuesto la extraordinaria comida que nos esperaba tan estupendamente cocinada y presentada. Después de esos alocados partidos, siempre me esperaba la inevitable corrección fraternícola sobre si me había pasado un poco en el fútbol o similares y me encontraba con algo así como “que te metas la camisa por dentro del pantalón que se te ve la faldilla…” o la de la consabida manga larga en el comedor, que nunca entendí, la verdad.

Con la administración las anécdotas son innumerables, lo de no mirar a las chicas tan guapas que nos servían y el no poderles decir nada rompía todo tipo de esquemas a un mozalbete hormonadísimo y con ganas de marcha, alguno contaba la famosa historia de aquel que quedó encerrado en la zona de limpieza y al intentar “escapar” por la ventana para no ver a las chicas se rompió una pierna en el salto, luego a urgencias con él.

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