¿Ternura y Prelatura?.- Pinsapo
Fecha Friday, 29 November 2013
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


La exhortación papal ha detonado como bomba descomunal cuya onda expansiva desborda el orbe católico, es toda una declaración de intenciones: ¡fuera ese catolicismo enlutado y enlatado, con cara de funeral! Se expulsa del templo los apocalípticos profetas ufanados en las desviaciones de los demás, para quienes ser cristiano es ¡una eterna Cuaresma sin Pascua! Se rompen los rígidos y aburridos esquemas de quienes se empeñan en caer en la tentación del pesimismo quejoso y desencantado, en consolidar una perpetua cara de vinagre. Nos espolea este ciclón a transmitir la mística de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria. Todo lo que no hay en los grupos cristianos enfermos por su encierro cómodo aferrado a seguridades tridentinas. Nos impulsa este guía espiritual a apartarnos de aquellas propuestas parciales y desintegradoras que solo llegan a grupos reducidos que no tienen fuerza de amplia penetración, pues mutilaron y avinagraron el Evangelio, que literalmente es “buena noticia” y esencialmente alegre…



En una audiencia el pasado mes de junio con la conferencia latinoamericana de religiosos, Francisco desveló su gran preocupación: son dos corrientes de élite de la Iglesia, una pelagiana de grupos restauracionistas y otra corriente gnóstica panteísta que en vez de rezar por las mañanas se dan un baño espiritual en el cosmos. Sobre la primera afirmó: “Yo conozco algunos que me tocó recibirlos en Buenos Aires. ¡Y uno siente que es como volver 60 años atrás! Cuando me eligieron, recibí una carta de estos grupos y me decían “Santidad, le ofrecemos el tesoro espiritual de 3.525 rosarios”, ¿por qué no dicen “rezamos por usted” o pedimos... pero ¡eso de llevar las cuentas! Y estos grupos vuelven a prácticas y a disciplinas que yo viví de joven, pero que ahora no son.” Añadía: “El Evangelio no es una regla antigua, ni tampoco ese panteísmo. Si mirás a las periferias, los indigentes, ¡los drogados!, la trata de personas... ¡ese es el Evangelio!. Y concluyó: “Hay grupos pequeños, gente muy mayor... no tienen vocaciones, el Espíritu Santo no quiere que sigan, quizá han cumplido ya su misión en la Iglesia, no sé... Pero ahí están, aferradas a sus edificios, aferradas al dinero...”

Ya el Cardenal Ratzinger en un texto de 1969 criticó a ciertos movimientos de laicos que surgen como grupos cerrados, que trabajan más para sí que para la Iglesia, trocando la idea primigenia de cristianos corrientes para recluirse en entornos endogámicos y cerrados alejados del resto del mundo. Alertaba Ratzinger del peligro en la Iglesia del “qumranismo” (tipo de vida monástico judío, ascético, separados del resto de “hombres malvados”), preguntándose: “¿Por qué intentan ciertos movimientos católicos salirse del mundo para construirse su propio “mundillo” aparte, quitándose así la posibilidad de ser sal de la tierra y luz del mundo?” Concluía que ese amurallamiento del mundillo no conviene a una Iglesia cuyo Señor murió fuera de las puertas de la ciudad, “afuera” está el lugar de la Iglesia que quiera seguir a Jesús, y el “estrecho ghetto de la ortodoxia muy a menudo no sospecha lo ineficaz que es entre los hombres y que se hace más ineficaz cuanto con mayor obsesión defiende su propia causa.”

Francisco ha insistido hasta la saciedad en la obligación de salir a las periferias existenciales, que prefiere una Iglesia manchada por salir a la calle antes que enferma por el encierro, que Jesucristo rompe los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo, que deben reformarse las estructuras y climas poco acogedoras, autorreferenciales, que se niegan a ver las necesidades de las personas concretas sin predominio de las frías teorías, de la idea, del sofisma que se intentan hacer valer por esos fríos jueces, falsos pastores. En la misa del inicio del pontificado dijo Francisco: “no debemos tener miedo a la bondad y a la ternura”, y en otro escrito ya expuse que el mensaje esencial de Francisco es la primacía de la ternura, porque el odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida; y a esta idea fuerza aludió en su última entrevista como arzobispo en una emisora de radio: “Lo que más me impresiona de Jesús es su ternura, su misericordia. Jesús perdona siempre, no se cansa de perdonar (.) Algunos dicen: no, Jesús está con el látigo en la mano; pero no le tengan miedo, te está esperando con ternura, con cariño, basta que lo mires.” Y precisamente la exhortación papal termina afirmando que cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño.

Hace poco alguien se preguntaba cuál sería la razón de la inexistencia de foros de ex miembros de otras instituciones católicas, por qué una institución que acoge hasta cooperadores no católicos no trata de acercarse al numeroso grupo de ex miembros haciéndoles saber su agradecimiento por su generosidad, su perdón por los daños causados, el propósito de enmienda de la institución para evitar repetición de situaciones injustas. Muchos hemos relatado nuestro desenganche vital de la obra por inexistencia de ternura alguna, por la ausencia real de cariño que tan solo estaba en la boca pero no en obras o hechos, que todo era guardar formas pero en absoluto amor de amistad sincero y en el mismo plano entre los miembros de la obra, por la absurda exclusiva de los impuestos directores espirituales laicos para conocer la intimidad de cada uno, cercenando la natural comunicación de sentimientos “entre hermanos”.

La formación recibida en los años de hierro en el Opus Dei adolecía de grandes carencias que debemos desentrañar: buscaba sancionar en vez de reforzar, fijarnos en lo negativo, imponer en vez dialogar, empleaba el deber en lugar de la motivación. Primaba la intransigencia sobre la flexibilidad y el dogmatismo sobre el respeto a la inteligencia. Se potenciaba: 1) el seguidismo en lugar del razonamiento, 2) el inmovilismo en lugar de la creatividad, 3) la dureza en lugar del afecto, 4) la insensibilidad, 5) la desconfianza y la ruindad, en lugar de la confianza y la transparencia, 6) La inseguridad en lugar de la seguridad y 7) la humillación en lugar de la autoestima.

Me contó un compañero del centro de estudios que recientemente, tras años lejos de la obra, fue invitado a un retiro en un centro de “san Gabriel profundo” donde no hubiera riesgo de ser reconocido de su etapa de numerario. Creía que con dicha invitación estaba implícita la petición de perdón, el agradecimiento. Nada más lejos de la realidad, pues se le hizo evidente que debía integrarse en la vía James Stewart que implica asumir que no fue la obra quien falló, que fue él quien lo hizo. Le impactó la despersonalización, la frialdad, precedida de una prédica básica sin mutación respecto a las que oyó 30 años antes. Allí los asistentes salían corriendo, ni le miraban, no había comunicación, no se interactuaba. Ternura y Prelatura son como el agua y el aceite, su mezcla es imposible “per se.”

Pinsapo







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