Estimados todos,
Aunque hace mucho tiempo que no
escribo, sigo regularmente lo que se publica en la web. Me gustaría en esta
ocasión comentar brevemente tres asuntos recientes.
En primer lugar, vuelve a
sorprenderme la reacción airada de alguno tras las precisiones de PabloReal
acerca del asunto del solideo. Las explicaciones anteriores son graciosas e
imaginativas, y puede que tengan su punto de verdad, pues la senilidad está a
la vuelta de la esquina en la vida de cualquiera. Pero la conclusión de
PabloReal es que Echevarría sí que conoce bien el protocolo vaticano, lo cual
no me extraña nada, pero tampoco me parece una cualidad especialmente positiva
en un cristiano. El asunto del solideo en sí mismo me interesa poco, lo que me
molesta es que cuando alguien busca información fidedigna y contrastable que
contradice las hipótesis aventuradas por otros, con frecuencia sufre la
descalificación y la acusación de ser un opusino encubierto. Parece que si
alguien te lleva la contraria y desmonta tus débiles argumentos, tiene que ser
porque actúa desde dentro y por encargo, no puede ser alguien que le preocupa
buscar la verdad con un poco más de objetividad. Parafraseando el dicho
clásico, “soy enemigo de Echevarría, pero no soy enemigo de la verdad”.
Lo cual me lleva al siguiente
asunto, el libro Cásate y sé sumisa
de la italiana Constanza Miriano. Me ha gustado mucho lo que Isabel
de Armas copia del libro La
subversiva de la otra italiana Michela Murgia. Quizás alguien debería
copiar también algunos párrafos de Constanza Miriano para poder juzgarla antes
de condenarla. Tengo que decir que de entrada el título del libro me parece un
profundo desacierto editorial, pues en el contexto donde se publica el libro la
reacción suscitada era perfectamente previsible. No he leído el libro y no
puedo juzgarlo. Ahora bien, ¿de verdad dice esta señora lo que le atribuyen la
mayoría de los titulares de los periódicos? La sumisión puede entenderse
perfectamente en un sentido verdaderamente evangélico y asumible por un
cristiano del siglo XXI. Siempre que sea sumisión mutua, por supuesto: de la
esposa al marido y del marido a la esposa, que se deben obediencia mutua,
aunque por supuesto no obediencia absoluta. El matrimonio cristiano (al menos
tal como yo lo entiendo) no es una sociedad contractual sin más, donde se establecen
derechos y deberes. En esta concepción “contractual” el tema de la obediencia
no encaja nada bien. Pero la vida cristiana, y cualquier vida en realidad, no
es ni pura rebeldía, ni pura sumisión, sino más bien una tensión entre la
rebeldía para cambiar y la sumisión a lo que no se puede cambiar, como también
reza otra clásica oración: “Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas
que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que sí puedo, y sabiduría
para reconocer la diferencia”. Entonces, de qué sumisión habla esta señora.
¿Por qué no le preguntamos a ella?
Someterse significa “rinunciare al mio desiderio di voler formattare le
persone, di voler imporre la mia visione del mondo a tutti quelli che mi sono
intorno” (renunciar a mi deseo de querer formatear a las personas, de querer
imponer mi visión del mundo a todos aquellos que me rodean). Quizás, después de
todo, detrás de un título desafortunado se esconda un libro interesante, no
sólo para las mujeres. Jamás hubiera comprado un libro con ese título, pero
quién sabe, después de este revuelo mi curiosidad ha aumentado.
Finalmente me gustaría agradecer
a Nometorres
que se haya tomado el tiempo para contarnos sus aventuras, me has arrancado
unas buenas y sanas carcajadas, espero que a muchos otros también. La risa
también ayuda a descubrir la verdad (y desenmascarar la mentira),
contrariamente a lo que defendía el malo de El
nombre de la rosa. Por favor, por favor, sigue escribiendo, y ojalá que
podamos disfrutar también de la otra versión de tu historia contada desde el
lado de la protagonista.
Cordialmente,
Daneel