¡Qué bárbaro!
Para buscar un precedente adecuado de
semejante propuesta de atropello he tenido que remontarme al Decreto de
Expulsión de los Jesuitas de Carlos III, motivado por razones que S. M.
Católica “se reservaba en su Real pecho”. Y habrá que recordar que no mucho
después, acobardada por ese gesto y el de otros monarcas católicos, la propia
Iglesia suprimió la Compañía, pagándole en la más exquisita moneda, la de la
ingratitud, los dos siglos de esfuerzo y sacrificio, usque ad mortem,
que la misma le había dedicado. Eso sí, todo ello entre el general regocijo de
los frailes de baja estofa, de la catadura intelectual de fray Gerundio de
Campazas.
En fin, menos
mal que a estas alturas ya no hay, salvo tal vez en China, autoridades civiles
que se metan en estas cosas. Desde luego, si yo fuera el tal News, que huele no
poco a canonista, sentiría vergüenza de haber escrito semejante cosa. Todo eso
lo hacía mejor la Inquisición.
Pepito.