En sintonía con el valiente testimonio de Spiderman, "La seducción de los adolescentes", he de contar dos anécdotas personales. La primera sucedió en el confesionario que era una pequeña sala de atención de visitas. Confesé al padre T. un suceso de pureza que me había afectado mucho - hoy y ahora me entero que es algo natural en los adolescentes y se le llama eyaculación espontánea -, el caso es que estaba asustado por ser mi primera vez. Entonces el padre T. me abrazó y me dio un beso en la mejilla para tranquilizarme. Lo entendí como una manifestación de cariño. Años después, otro renombrado sacerdote, que por su condición de Obispo no vivía en el Centro, me introdujo a en su casa y para saludarme me dio un beso en las dos mejillas. Nunca lo entendí como algo torcido sino como una muestra de cariño... poco usual, probablemente por la vehemencia con la que vivía mi vocación y proselitismo que causaba anécdotas que tomaban como ejemplo para las charlas que se daban a otros numerarios. Digamos que era un joven numerario ejemplar y mis ocurrencias apostólicas corrían de boca en boca.

Con respecto a los niños, gracias a Dios, nunca sucedió nada extraño o por lo menos nunca me enteré. Sí he de confesar que sentía placer al estar rodeado de menores de edad y sentir su puro e infantil cariño cuando dictaba alguna charla y uno me abrazaba el cuello, o se pegaba a mi, o en el coche de regreso de algún paseo se quedaba dormido apoyado en mi hombro. Pero esto no era nada novedoso. Ya antes de hacerme del Opus, siendo un pre adolescente, los niños veían no sé qué en mi que me buscaban para jugar o conversar y eso a veces me disgustaba y me escondía para poder estar con chicos mayores que yo. Hoy me sucede lo mismo, los hijos de mis compañeros o los que me encuentro en alguna fiesta infantil me toman como su "juguete grande".

Sí supe de algunas relaciones homosexuales de numerarios y agregados porque llevaba sus charlas fraternas y, bueno, tuve que redactar el Informe Personal y esperar respuesta. A todos se les sugirió se marchasen.

Nicanor

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