Generación calzonazos.- Manzano
Fecha Friday, 04 October 2013
Tema 010. Testimonios


Para que nadie se sienta lastimado antes de lo previsto, adelanto que lo de "calzonazos" no va dirigido a esa generación de hombres mayores que por ley natural nos están ya dejando. Va por mi generación, la de sus hijos, nosotros algunos, los que pasamos de ser numerarios a ser maridos y en ese estado nos atrevimos a participar activamente en nuestro hogar: cambiando pañales, bañando con amor a nuestros bebés, cocinando para nuestras esposas; lavar, planchar o lo que hiciera falta.

Hace poco asistí al funeral de uno de esos mayores. Era supernumerario, o sea, un fiel del Opus Dei al que se le permite estar casado con el mandato imperativo de tener el máximo de descendencia para alimentar -como fines últimos en términos prácticos- con más y más servidores a ese engendro clerical y especialmente aportándole todos los recursos económicos posibles a su alcance...



Los que hemos sido o los que han alternado ambientes relacionados con el Opus Dei, sabemos lo clasista, machista, utilitarista, interesada y absorbente que es esa institución, que -paradójicamente- intenta mostrarse obsesivamente perfecta ante la sociedad y también ante la misma Iglesia Católica, aunque luego se la rife a su antojo.

El personaje, el difunto supernumerario del Opus Dei, les entregó hasta límites incomprensiblemente fanáticos (¿insensatos?) todos sus potenciales. Fue -en sus mejores tiempos- el empresario ejemplar, miembro de los consejos de obras corporativas y gran promotor de las postizas "iniciativas personales" de la Prelatura en su área geográfica de influencia.

Eran varios sacerdotes -¿o simplemente curas?- los que oficiaron la ceremonia religiosa en una parroquia. Lo digo en tono sarcástico porque en realidad no sé qué clase de presbíteros se trataba. Ignoro cual o cuales de ellos estaban incardinados en la Prelatura del Opus Dei o cuantos sólo recibían formación como socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Debo ser consecuente con la distinción que ellos mismos hacen: o miembros o sólo conocidos circunstanciales que acuden voluntariamente a sus "inocentes" apostolados y medios de formación. (¡Hay que ver hasta dónde han llegado!).

Una vez intentado aclarar el ambiente protocolario del sepelio, me vinieron a la memoria recuerdos y episodios de la vida que ese hombre protagonizó: padre de familia muy numerosa –como no podía ser de otra forma-, empresario peculiar y sin apenas vida social fuera de su único ambiente, el opusino.

Me relacioné profesionalmente y también por otros motivos con algunos de sus hijos y tuve trato con él mismo durante largo tiempo. Fui testigo de algunas de las cuantiosas aportaciones que hizo a esa institución, fui testigo de cómo su conservadurismo anacrónico sólo tenía sentido en el propio y reducido mundo virtual que le habían creado sus sucesivos directores. Fui finalmente testigo de su debacle económica, física, cognitiva y familiar. También testigo del olvido a que fue sometido en ese último período de su vida por parte de la Prelatura.

Sus muchos hijos fueron siempre tan dóciles que jamás se opusieron a sus deseos, jamás se enfrentaron a sus criterios, jamás una palabra de contrariedad. La sumisión fue siempre divisa rutinaria e invariable en su comportamiento filial. Creyeron no tener alternativa a mi modo de ver, quizás no conocieron otras posibilidades, quizás temieran una dura reprimenda; sólo ellos lo sabrán.

Pienso que ni tan sólo lamentan que no les quedara siquiera vivienda digna para cada uno de ellos, ni siquiera una esperanza pragmática de la cual pudieran obtener una pequeña renta después tanto trabajo, obediencia y conformismo. Poco o nada les queda después de haber visto generar y pasar de largo ingentes fortunas que salían de su propio esfuerzo con un destino único y perfectamente conocido.

"Calzonazos" son esos hombres que pretenden realizar el trabajo propio de las mujeres en sus hogares. Eso fue exactamente lo que él (q.e.p.d.) me dijo en una ocasión y a fe que me quedó grabado a fuego. No era hombre que se contuviera verbalmente, era directo, seco, daba instrucciones a cada paso. De los que gustaba impartir charlas sobre la familia, aunque apenas hablaba ni conversaba con la suya, pues el poco tiempo que le dedicaba en persona era un monólogo a modo de sermón moralista y recital de buenas costumbres.

Quizás no llegara al límite de otro famoso supernumerario, con noble apellido y de alto linaje, bien conocido en las altas esferas mundanas y opusdeísticas cuando, en una reunión de padres, el profesor conferenciante aconsejó que sería bueno que algún día, sólo algún día, sus hijos se hicieran ellos mismos la cama. Y el super-hombre con tono indignado intervino: ¡pero cómo voy a permitir que mis hijos hagan el trabajo de la chacha!.

Afortunadamente la sociedad va evolucionando mal que les pese a algunos y esos adjetivos relativos a los calzones, a priori peyorativos, son con los que se descalificaba a quién osara meterse en veredas tradicionalmente femeninas. Como también sería incompresible por absurdo que tantísimos campos del conocimiento y actividades humanas fueran -y de hecho fueron- restringidas al género masculino. El mismo papa Francisco lo acaba de afirmar y recordar. (A ver si se enteran).

Así pues, estoy convencido que -al contrario de entonces- bien se les pudiera calificar de calzonazos a precisamente quienes no colaboran o no participan, hoy en día, de las múltiples tareas de su hogar. Y andando por el camino vocacional que recorrí pero en sentido inverso, sería fácil deducir que quienes habrían pasado a ser unos verdaderos calzonazos -privilegiados, eso sí- son los fieles célibes del Opus Dei que viven en centros comunitarios, los numerarios.

Sin ser una generación específica y concreta -eso ya lo fuimos nosotros- me pregunto si los numerarios serán algún día calificados como tales si, asumiendo responsablemente un nuevo cometido visto el ritmo que va este mundo en general y a su decrépito submundo prelaticio en particular:¿habrán calzonazos auxiliares?.

Sirva como teoría reformadora, una idea para cuando les llegue la probable Visita Apostólica y libere a las heroicas numerarias auxiliares de su esclava carga ocupacional. A menos que acepten asumirla libremente y de verdad, por vocación auténtica a una profesión con todos sus derechos civiles y no como enganche a una falsa vocación divino-sumiso-material a conveniencia de una institución completamente desfasada.

¡Os dejo, que se me quema el soufflé!

Manzano







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