Me he divertido mucho con la
última colaboración de Gervasio, y además de divertirme, me ha traído
recuerdos y me ha hecho pensar. Lo mismo que la de Josef
Knecht.
A propósito de sobriedades, tengo
grabada a fuego una anécdota que viví en Pamplona, concretamente en la máquina
expendedora de café que había en el edificio donde funcionaban las Facultades
de Derecho Canónico y de Teología, a principio de los años 80.
Don Amadeo de Fuenmayor (q.e.p.d.)
entonces Decano de la Facultad de Derecho Canónico debía hablar conmigo acerca
de algunas cuestiones referentes a mi incorporación como docente en la
Facultad. Cuando me presenté en su despacho, me dijo que lo acompañara hasta su
otro despacho como Catedrático de la Facultad de Derecho que tenía en el
Edificio de la Biblioteca, pues sabía que yo también continuaría mi mañana
allí. Pero antes de partir nos acercamos a la máquina expendedora de café, donde
primero él y luego yo pusimos no recuerdo si monedas o fichas para servirnos
respectivamente un café con leche y un café. En ese momento, don Amadeo hizo
gala de su notable creatividad para el oxímoron, y me explicó que tomaba el
café con leche “por prescripción facultativa”. Yo le repliqué que lo hacía
simplemente porque tenía ganas, a lo que respondió con una sonrisa pícara.
A mí, además de gustarme el café,
siempre me ha gustado –y me sigue gustando, y lo sigo haciendo- tomar un café,
o más de uno, en el bar de la Facultad, o en el bar cerca de lo que han sido a
lo largo de mi vida mis lugares de trabajo, o de residencia, sólo o acompañado
por colegas o amigos. Costumbre que jamás he interrumpido –incluso en mis años
de vida en Roma, en cuanto tenía oportunidad de salir a la calle, que siempre
fueron muchas incluso en mis años de Colegio Romano- y por la que nunca fui
reprendido, reconvenido u objeto de correcciones fraternas. Pero en el momento
de la anécdota referida, tengo que decir que me chocó profundamente que el
señor Decano de mi Facultad, que además del cargo ostentaba un prestigio y una auctoritas personal enorme, tuviera que
darme una explicación acerca de los motivos por los que había decidido tomar un
café con leche a primera hora de la mañana –es probable que estuviese en
ayunas, después de celebrar la Santa Misa en algún Centro por ahí, y que
hubiese ido directamente a dar clase- y encima que para dar dicha explicación a
quién no tenía por qué dársela, recurriera al oxímoron… Yo lo hacía habitualmente,
porque me daba la gana, sin cargo de conciencia alguno y mucho menos pensando
que debía alguna explicación a nadie.
Respecto a la crítica –que comparto
en parte- de Josef
Knecht al importante trabajo
de Jaume García Moles no tanto respecto del trabajo histórico-crítico
en si respecto de la historiografía oficial u oficialista sobre biografía de
José María Escriba Albás, cuanto respecto del perfil del sacerdote que trasunta,
me parece importante puntualizar lo siguiente:
a) Esas referencias de Jaume son para contextualizar su
trabajo, no hacen a la esencia del mismo.
b) Para no incurrir en anacronismos, habría que distinguir
entre la imagen o perfil del sacerdote en tiempos del Benedicto XV y Pio XI, al
los perfiles insinuados en el Concilio Vaticano II y praxis posterior.
c) Pero sobre todo cabe puntualizar que tanto en los tiempos
de su formación sacerdotal y primeras experiencias pre fundacionales, y con
mayor razón luego, el fundador del opus dei tuvo un perfil o imagen del
sacerdocio del todo peculiar, en primer lugar para sí mismo, y luego para los
que serían sus hijos sacerdotes. Para sí mismo, un molde único e irrepetible
exento de toda sujeción u obediencia a nada o a nadie, limitado únicamente “por
lo que Dios le pedía”, cuyo único interprete y depositario era él mismo. Para
sus hijos, so capa de “nueva espiritualidad laical”, un modelo clerical,
anacrónico, perfecta y asfixiantemente
regulado, con prácticas ciertamente censurables respecto de la dirección
espiritual y del fuero interno sacramental y extrasacramental, con una dilución
absoluta de la responsabilidad personal en el ejercicio del ministerio en la
“actuación corporativa”.
d) La tarea no es fácil, pero en una revisión para la
publicación del trabajo, mal no vendría precisar y perfilar mejor estos temas.
El Porteño