Respuesta a Ramón y Josef Knecht.- Jaume
Fecha Friday, 13 September 2013
Tema 115. Aspectos históricos


Contesto a las observaciones que han hecho recientemente Ramón y Josef Knecht a “José María Escrivá Albás: Algunos problemas históricos”.

A Ramón parece sorprenderle que haya dicho yo muy poco sobre la carrera de Derecho de Escrivá, o que no haya dado detalles sobre su comportamiento como estudiante, o sobre su título de abogado. Posiblemente no leyó la entradilla que puse como preliminar en la primera entrega, en la cual declaré que mi objetivo es iluminar algunas de las regiones oscuras que se encuentran en las hagiografías de Escrivá, proponiendo para ellas reconstrucciones plausibles. Así pues, mi trabajo no es ni trata de ser una biografía. Ciertamente a muchos nos gustaría profundizar en otros rasgos de su carácter o en episodios de su vida o de su obra, pero me he limitado a tratar de aquellos sobre los cuales he encontrado datos fehacientes que sirvan de fundamento a conclusiones contrarias a las oficiales, sea en documentos encontrados por mí mismo o por amigos míos, sea en las propias hagiografías...



No he encontrado ningún motivo de duda sobre el hecho de que Escrivá se licenció en Derecho por la Universidad de Zaragoza en enero de 1927. Por eso no he juzgado conveniente entrar en ese asunto.

Ramón comenta también lo siguiente: «puedo entender que un cura como mucho quiera ser obispo para poder atender a más gente, pero ¿buscar "parroquias mejores"? ¿En qué mejora o empeora una parroquia?» Se me ocurren varias posibilidades: que el sacerdote desee profundizar en la Teología, o en cualquier otra ciencia pastoralmente útil, para lo cual puede desear un destino próximo a determinado centro docente; que la parroquia esté más cerca de su familia; que sienta vocación al apostolado con ciertos grupos sociales más abundantes en unos sitios que en otros, etc.

Ramón dice también: «Otro asunto que se debería discutir: se dice que Escriba se hizo cura como contraste con otros jóvenes bien que "despreciaban" la senda del sacerdocio. Hombre, sí y no». No sé si en el “se dice” se está refiriendo Ramón a mi trabajo o a cosas que él haya oído comentar a otros. Si se refiere a mí, me deja perplejo porque yo soy de su misma opinión. Por eso, en la entrega n. 20, cuando me refiero a la descripción de Vázquez sobre la actitud de las clases altas ante el sacerdocio, digo esto: «puede que [esa descripción de Vázquez] refleje una parte de la realidad de aquel tiempo, pero no veo su importancia para nuestro tema excepto en un aspecto.»  En otras palabras, me desentiendo de suscribir la verosimilitud de esa descripción de Vázquez porque no es el tema que estoy tratando y porque no tengo datos que desmientan esa descripción entre los seminaristas próximos a Escrivá. O sea, no puedo probar que entre ellos hubiera “gente bien”.

A Josef Knecht, en primer lugar le agradezco su reconocimiento de la importancia de “Algunos problemas históricos” y especialmente la idea de imitar a E.B.E. y publicarlo para que salte «a la esfera pública de las monografías». Cuando haya terminado de publicarlo en opuslibros, tengo intención de pedir a E.B.E. sus experiencias sobre el asunto.

En cuanto a sus observaciones, parece que el peso mayor consiste en una crítica del «juicio que Jaume emite acerca de lo que debería ser el comportamiento de un sacerdote católico». El mismo Josef se responde a sí mismo parcialmente. No ignora él que es mala metodología el juzgar los comportamientos de la gente de una época desde el modo de pensar o vivir de una época posterior. Sin embargo, destaca Josef el hecho de que «esta visión del sacerdocio, a decir verdad, no es compartida por la mayor parte de los teólogos y clérigos». Y estoy completamente de acuerdo en que no es compartida hoy día.

Por otro lado, continúa Josef con otra observación algo más concreta: «Parece como si Jaume exigiera a los clérigos que, en el ejercicio de sus tareas y deberes, los cumplieran con la misma meticulosidad con que él analiza los textos de los hagiógrafos de Escriba para descubrir en ellos incongruencias y falacias; pero este rigor metodológico, válido para la investigación científica, no tiene por qué aplicarse a la vida práctica de los seres humanos, mucho más flexible y adaptable a las variadas circunstancias de la existencia y al carácter de cada persona.» Estoy bastante de acuerdo con Josef en su conclusión, o sea en que en general no tiene por qué aplicarse ese rigor metodológico a la vida práctica de los seres humanos. Sin embargo, le voy a hacer notar un par de cosas acerca del caso concreto del que estamos hablando, o sea de Escrivá:

Algunos problemas históricos” está dedicado a desmontar un relato, la Positio de la Prelatura, con el cual ésta ha pretendido y logrado que la iglesia presente a Escrivá como modelo para todos los católicos. Por otra parte, es temerario juzgar las intenciones, de modo que en mi papel de abogado del diablo necesito trabajar con los documentos, con los hechos fehacientes. Entre ellos, están las violaciones de las leyes eclesiásticas, que, de descubrirse, demuestran la existencia de pecados, de transgresiones materiales, de desobediencias. Y las leyes eclesiásticas de aquel tiempo (o sea el CIC 1917) obligaban bajo pena de pecado grave, por lo cual su desobediencia, juzgada como en aquellos tiempos, ha de considerarse un obstáculo infranqueable a la canonización, excepto si Escrivá se hubiera arrepentido de ella, rectificado su conducta y en algún caso reparado los daños a terceros (por ejemplo, las calumnias).

El otro punto que quiero resaltar puede servir para comprender la importancia del derecho, al menos para los que nos hemos movido en la órbita de la obra de Escrivá. Se puede afirmar que el punto más repulsivo y dañino de la praxis de esa obra consiste en todo lo que rodea a la llamada confidencia. Y ¿cuál es la principal defensa que podemos emplear contra Escrivá y su obra sobre este asunto? Que es completamente opuesta a los cánones del CIC, tanto el de 1917 como el de 1983. Ante eso no cabe discusión. Se puede argumentar que esa praxis de la confidencia viola la intimidad de la conciencia, pero siempre habrá un teólogo o un sofista que pueda presentar batalla contra ese argumento, pero no puede discutir el hecho de que la praxis de la confidencia es una rebelión contumaz contra el Decreto Quemadmodum y contra los cánones. Y ¿cuál es el siguiente punto indiscutible de la perversidad de la obra? La estafa a numerarios y agregados a quienes desde noviembre de 1982 se les ha impuesto la falsa obligación de entregar todos sus ingresos económicos a la obra de Escrivá, como si fuera algo estatutario, lo cual es falso. O sea, volvemos otra vez al derecho.

Jaume







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