Calandria, otra vez, ¿última vez? (2ª parte).- Josef Knecht
Fecha Monday, 02 September 2013
Tema 140. Sobre esta web


En relación con mi propuesta lanzada el pasado 19.08.2013, he seguido con interés el debate en torno a la conveniencia de que Calandria siga publicando en este foro sus aportaciones o no. Me ratifico en que no siga haciéndolo más. Mi ánimo no es el de proponer niveles de censura en esta página web ni adoptar un sesgo totalitario ante las opiniones molestas para mí. Como ya expuse, me mueve el deseo de que opuslibros mantenga un buen nivel humano e intelectual. Desde este punto de vista, no deberíamos olvidar que todas las realidades humanas tienen sus límites y tarde o temprano llegan a su final y que, por tanto, transgredir las limitaciones intentando perpetuar lo caduco mediante repeticiones innecesarias sólo origina vivencias defectuosas, sólo origina vivencias defectuosas, sólo origina vivencias defectuosas, sólo origina vivencias defectuosas. Por no reconocer que Calandria ya nos ha dicho todo lo que tenía que decirnos, acabamos adoptando una actitud testaruda que perjudica a todos, perjudica a todos, perjudica a todos, perjudica a todos...



Permítaseme poner cuatro ejemplos, muy diferentes entre sí, de la tesis que hoy sostengo: cuando algo llega a su límite, hay que darlo por concluido y no marear la perdiz prolongándolo artificiosamente.

Primer ejemplo. En opuslibros, algunos mantuvimos el año 2012 un vivo debate sobre cuestiones teológicas, en el que se apreciaron al menos dos posturas diferenciadas entre los tertulianos. En un momento determinado, Jiménez (7.12.2012) comentó que aquella tertulia teológica empezaba a ser un “coñazo” y que convenía acabar con ella. Así hicimos los tertulianos con gran sentido de responsabilidad y de respeto hacia esta página web. La inteligente propuesta de Jiménez, alejada por completo del afán de mermar la libertad de expresión, puso sobre el tapete el límite de las realidades humanas: no hay que insistir en algo cuando ya no puede dar más de sí.

Segundo ejemplo. La escritora Simone de Beauvoir publicó una novela en 1946, Tous les hommes sont mortels, en la que adaptó el mito de la eterna juventud a la filosofía existencialista de Jean-Paul Sartre. El personaje de la novela, Fosca, tras ingerir el elixir de la vida, pasó a ser inmortal en medio de este mundo terrenal; a partir de entonces, a consecuencia de su inadaptación psicológica a los cambios generacionales, se convirtió en el hombre más infeliz del mundo hasta el extremo de que su vida inmortal careció de sentido: todos sus amigos, todas sus experiencias alegres, sus esfuerzos y sacrificios dejaban de ser definitivos, como si todo lo positivo que hubiera hecho años antes resultara en una época posterior absurdo y superado. Fosca se saltó el límite más importante de la condición humana, la muerte, y su vida perdió por completo el sentido.

Tercer ejemplo. Hace unos años asistí al funeral de un amigo mío en una iglesia parroquial. Pasados unos días, me enteré de que se había producido un conflicto entre la familia del difunto y el cura párroco. El difunto había escrito una carta con la petición de que su hijo la leyera en voz alta en esa iglesia poco antes de finalizar la celebración litúrgica de su entierro. Pero el párroco se opuso a ese gesto alegando no sólo que no estaba previsto en el rito litúrgico que el difunto tomara la palabra, sino sobre todo una razón de fondo: el fallecido ha de permanecer mudo en su propio funeral para que quede claro que su andadura terrena ha terminado y que descansa en paz. Aquel cura actuó muy bien por su aplastante sentido común: que se escuche la palabra de un difunto durante su funeral es un contrasentido, algo así como llevar el perro-mascota a un cine o a un teatro. Nuestra vida terrena tiene un final y no hay que sobrepasarlo a causa de un sentimentalismo ñoño o de un teatralismo forzado, de un teatralismo forzado, de un teatralismo forzado, de un teatralismo forzado.

Cuarto ejemplo. Hace varios meses escribió en opuslibros un joven ex numerario para exponer dificultades personales derivadas de su orientación homosexual. Enseguida recibió sensatas y cariñosas respuestas de varios colaboradores de esta página web; eso sí, algunos le advirtieron que este no era el lugar más adecuado para resolver sus problemas, ya que opuslibros no es opusgaylibros... como tampoco es –añado ahora– calandrialibros. En aquella ocasión nos atuvimos a los límites de la realidad.

Volviendo al caso que nos ocupa, el de calandrialibros, creo que ya ha llegado el momento de dar carpetazo a las intervenciones de Calandria en opuslibros porque éstas han agotado por completo todas sus posibilidades:

1º) Esa numeraria ya no tiene que añadir nada más a lo que hasta ahora ha manifestado, de manera que los usuarios de esta página web sabemos de sobra lo que piensa y siente, como bien demuestran los análisis realizados por Agustina (14.08.2013) y por Savonarola (30.08.2013), ambos certeros.

2º) Savonarola reconoce con razón la imposibilidad de dialogar con Calandria y que, por consiguiente, hablar con ella es como toparse contra una pared; me pregunto entonces: ¿pretende Savonarola que los usuarios de opuslibros rebotemos una y otra vez contra un muro, rebotemos una y otra vez contra un muro, rebotemos una y otra vez contra un muro, rebotemos una y otra vez contra un muro?, ¿es ese el comportamiento digno y deseable para esta página web?, ¿no es más bien una caricatura impresentable?

3º) El testimonio autobiográfico de Calandria, aunque ha aportado el inestimable valor de mostrarnos con patente realismo la complejidad psicológica con que viven las numerarias (y los numerarios), no debería convertirse para nosotros, en mi opinión, en mero objeto de análisis psicológico o psiquiátrico, como Savonarola. Calandria merece respeto como persona y, puesto que no se puede dialogar con ella, no es correcto presentarla aquí como un bicho raro cuyas reacciones y comportamiento, repletos de estridentes contradicciones, diseccionamos con frialdad como se procede con un conejillo de indias en un laboratorio. El respeto a la persona de Calandria exige despedirla amablemente de esta página web sobre la base legítima de que en este foro ya ha llegado a su límite; tampoco debemos los demás sobrepasar el límite burlándonos de otra persona tratándola en mayor o menor grado como objeto y faltando así a la más elemental caridad.

Y es que, como he señalado en los cuatro ejemplos anteriores, saltarse los límites de una situación conduce al surgimiento de nuevas situaciones absurdas y contraproducentes para todo el mundo. Reflexionemos un poco. Si se hubiera despedido amablemente a Calandria a su debido tiempo, nos hubiéramos evitado varias meteduras de pata: Savonarola no la hubiera tratado como mero objeto de análisis (aunque el contenido de su análisis haya sido sin duda correcto), y Daniel M. no hubiera lanzado el exabrupto impertinente que dirigió a Agustina el 28.08.2013. Es más, si se hubiera despedido amablemente a Calandria a su debido tiempo, nos hubiéramos evitado un largo gasto inútil de energías tropezando torpemente una y otra vez contra una pared. Como se puede comprobar, alargar más de la cuenta una realidad que desde hace tiempo no da más de sí lleva consigo el surgimiento de comportamientos anómalos que bajan lamentablemente el buen nivel humano de esta página web y dañan, por tanto, su prestigio.

En cambio, no está nada mal la sugerencia de Daniel M. (21.08.2013) consistente en que Calandria se busque otros ámbitos en los que pueda volcar sus desahogos psicológicos y satisfacer sus necesidades vitales. Por ejemplo, si algún colaborador de opuslibros estuviera generosamente dispuesto a acoger a Calandria en su ámbito privado para conversar con ella por correo electrónico o por teléfono, me parecería ésta una solución muy acertada; yo, en atención a mis limitaciones, no me veo capaz de hacerlo, pero puede haber alguien que por hache o por be sintonice bien con Calandria. Por cierto, ya que menciono a Daniel M., aprovecho para aconsejarle amablemente que pida disculpas a Agustina por el tono tan desagradable con que se dirigió a ella el 28.08.2013. Salidas de tono como la suya no deberían producirse en esta página web; Agustina merece siempre nuestro pleno respeto y agradecimiento, aunque nos parezca que alguna vez se pueda equivocar.

Mientras escribía esta aportación, me ha venido a la memoria un conocido ex numerario, el filósofo Eugenio Trías (1942-2013), el cual centró su pensamiento filosófico precisamente en el concepto de “límite” existencial. Estoy seguro de que Trías –que en paz descanse– se hubiera explayado infinitamente mejor de lo que yo he hecho en esta pobre y limitada intervención de hoy, que llega a su punto final, que llega a su punto final, que llega a su punto final, que llega a su punto final.

Josef Knecht







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