Preguntaba el lunes Aficionado
el nombre del chófer de Escrivá. Aunque pasaron varios chóferes, durante muchos
años me parece que fue Francisco de Guruceaga, valenciano de ascendencia
venezolana que tuvo este encargo de chófer del prelado, luego se ordenó sacerdote
y acabó de obispo en La Guaira, en Venezuela y falleció
recientemente. No he comprobado si en Romana se habla de él.
Me imagino que el uso de
coches ostentosos, como en el resto de la vida institucionalmente lujosa de la
organización opus dei, forma parte de la estrategia empresarial de querer
impresionar a "propios" y a "ajenos" fomentando la envidia de
los segundos (los "ajenos"), lanzándoles el mensaje encriptado de que
pueden aspirar a esos beneficios si se hacen de los "propios".
Respecto a éstos, a los
"propios", a los "suyos", que ya forman parte de la
prelatura, esta estrategia también les sirve para marcar las distancias y las
diferencias entre "ellos (los líderes)" y "los otros" (la
base de la prelatura: miembros, colegios, clubes). Escrivá usaba una imagen
que, sin ser literal, venía a decir que a los que mandan hay que verles poco
(con cuentagotas) y en la distancia (lejos), como antiguamente se hacía con las
estatuas romanas que estaban habitualmente cubiertas con sábanas y sólo se
descubrían en las grandes festividades para ser entonces admiradas por el
pueblo. De esta forma se mantiene y perpetúa el halo de admiración y respeto
que deben tener quienes deben obediencia a los jefes. Como veis, igualito a lo
que hace y predica Francisco, como vemos en sus palabras y en
la foto de su coche.
Lugano