Nuestro armazón de la resiliencia y la autenticidad de Francisco.- Pinsapo
Fecha Monday, 29 July 2013
Tema 040. Después de marcharse


Introduje el debate sobre la carencia emocional sobrevenida tras una prolongada estancia como célibe de la prelatura en el capítulo 12 que exigía la reconstrucción de la autoestima pisoteada durante años, una actitud positiva hacia uno mismo que implica la autoaceptación con nuestras luces y sombras que no nos enseñaron allí, pues siendo la autoestima una tendencia natural fue acallada por un modo inhumano de dirigir a las personas, ya que el amor a uno mismo y hacia los demás es una habilidad que constituye la forma más sana de vivir y convivir. Por fortuna, el guante que lancé sobre la indigencia emocional fue recogido gentilmente por unocomocualquiera en sus siete artículos sobre la represión emocional, profundizó sobre ese modo de vida que nos empujó a enterrar nuestros sentimientos, a hacer lo que no nos gusta, a esas continuas y agotadoras autoacusaciones por nimiedades...



En sicología la resiliencia define la capacidad para sobreponerse a etapas de la vida marcadas por el dolor emocional que cristalizan en forma de traumas, y se dice que si la persona sale fortalecido de ellos o al menos sabe afrontarlos y sobreponerse, tiene una resiliencia adecuada. Actualmente se aborda desde la sicología positiva, que se centra en las capacidades valores y atributos positivos de las personas, y no en sus debilidades y patologías como hacía la sicología tradicional. Las personas más resilientes tienen mayor equilibrio ante situaciones de estrés, soportan mejor la presión, por ese convencimiento de superar obstáculos sin pensar en la derrota. Esta capacidad se acrisola en situaciones de fuerte y prolongado estrés como el abuso síquico o el abandono afectivo. Es la entereza más allá de la resistencia. Es un proceso dinámico que tiene por resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad. La capacidad de proteger la propia integridad bajo presión y de forjar un comportamiento vital positivo pese al entorno difícil. Posibilita tener una vida sana en un medio insano. Habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse y recuperarse.

Por eso, tras unos años de dolorosas experiencias previos a la salida de la obra, una parte de la persona que recibe el golpe produce necrosis, pero otra parte aún sana pero más secreta, reúne con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de felicidad y sentido a la vida. Por espíritu de supervivencia hemos podido ir forjando los pilares de la resiliencia: autoestima, independencia, capacidad de relación, sentido del humor, moralidad, y capacidad de pensamiento crítico. El trauma sufrido puede se un punto de llegada en cuanto a generar una fuerte y útil estructura defensiva, pues la construcción del sistema psíquico incluye como parte principal, el sistema de defensas del Yo.

Para evitar lamentarnos de la decepción del pasado en que nos dieron gato por liebre, nada hay más seguro que el cristianismo tierno, alegre, sonriente, esperanzado y repleto de besos del Papa Francisco. De él nos gustan más sus cosas por ser tan opuestas a las que un día sufrimos. Su autenticidad pone en evidencia a todo aquello que nos repugnó del falso cristianismo vivido en el túnel del espanto, en el que atraídos por el espejismo de unos ideales con gancho, nos empujaron a un horizonte vital amargado y cruel, en el que bajo el barniz de ideales surgió ese falso dios con la escopeta cargada preparado para trincarnos en un renuncio fatal. El Papa nos dice en Brasil que rompamos con ese cristianismo almidonado, de pura fachada; pues es primordial vivir con alegría: “un cristiano no puede tener el aspecto de quien está de luto perpetuo”, que “los hombres mantengan la esperanza, se dejen sorprender por Dios y vivan con alegría. “que nos convence de que lo nos pertenece plenamente es el momento presente, y por eso nos empuja al “carpe diem” cristiano: el eterno presente es ese Dios joven, nuevo, todo lo purifica y renueva, todo lo perdona.

Mayor resiliencia muestran muchos que fueron agregados, obligados a la cuadratura del círculo, por esa manía de no llamar a las cosas por su nombre, y por mi relación con ellos en alguna convivencia anual, aprendí que por su mayor inserción en el mundo real tienen más sensibilidad, riqueza emocional y sentido común que la inmensa mayoría de numerarios imbuidos en la burbuja tóxica. En la universidad el agregado era un tío normal, y muchos numerarios dábamos el cante como bichos raros, con ese estúpido aire de superioridad moral, salvo quienes adoptamos la técnica del disimulo y nos animábamos a ser delegados de curso para salir de la rutina de esa vida en tono gris marengo.

Agradezco conmovido la paz que con mi historia arrimé a Ángel Valdés, que me invitaba a profundizar sobre la figura híbrida del agregado. Debido al erróneo concepto de la superioridad del celibato, se inventó con esta figura a un célibe que debía vivir vida monástica sin hacer vida en común, esto es, como no “podían” vivir en centros por diversos motivos (sociales, económicos, indefinibles o inconfesables), se les lanzaba a sobrevivir con sus familias con la obligación de vivir los consejos evangélicos y ñoñerías tales como no besar a mujeres aunque fueran las tías abuelas, ridiculez que ha dejado en evidencia también el Papa Francisco besando con efusión y naturalidad a Dilma, Kirchner y tantas otras.

Comenté en el último capitulo de mi viaje que no podemos cambiar ni una coma de etapas pasadas de la vida de la que nos arrepentimos o consideramos un descalabro, y con respecto a él solo cabe aceptarlo como fue, así la vida es soportable, sin detenernos a rumiar nuestra pasada desgracia. Cuando quedamos tan marcados es muy común caer en la tentación de recordar las elecciones del ayer como si pudiéramos modificarlas, pero si no salimos de ese bucle, nos dejamos acorralar por nuestro pasado y nos tumba el abatimiento. Nos atarán las cadenas de la ira contra quien se quiere mal, inundados por pensamientos negros sin poder dejar de pensar en lo mismo, agotando nuestras energías e impidiéndonos disfrutar de tantos aspectos reconfortantes de nuestra nueva vida. Nos hacemos un gran bien al liberarnos de los lazos del rencor, y para ello la única vía es la de perdonarnos y perdonar a quienes nos hicieron mal.

Pinsapo







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=21386