Hola a todos:

Con relación a la beatificación de don Álvaro, me parece erróneo escandalizarse, tal vez el único problema resida en la ejemplaridad de su vida para ser imitada; pero tanto él como el resto encontraron en la gracia de Dios el motivo de su justificación, no sólo en la perfección de su vida. Así que me parece muy bien que lo hagan beato. Máxime cuando hay tantas personas cercanas a la Obra que intentan hacer lo que pueden para acercarse a Dios.

Sin embargo, el papa que es pastor de toda la iglesia, tiene la obligación de exigir a la Obra que cumpla unos requisitos propios de católicos, y esto es lo que no entiendo: parece que en la Iglesia uno puede fundar una organización, y si cumple exteriormente, tiene adeptos y dinero, puede gobernar como le de la gana.

No es de recibo que se influya en las personas de la Obra para que no se confiensen con el sacerdote que quieran, aun recuerdo, en mi etapa de atención a supernumerarios, cuando me informaban que habían visto a alguien confesarse en la parroquia con un cura que no era de la Obra. Esto es propio de la Estasi, la policia comunista. Es intolerable. Tampoco se puede admitir que uno pida la admisón y se le engañe con que ha recibido una vocación, sin saber los compromisos a que se obliga. En mi centro se decía que piten, y si abandonan no importa, y este era criterio de la Delegación. Una vergüenza. El fundador decía cosas interesantes y majaderías, pero todo lo que procedía de sus labios era palabra de Dios hasta el punto que uno si tenía un pensamiento distinto debía corregirse. Esto no es actuar de acuerdo a la propia conciencia. Se producía un auténtico lavado de coco. La pérdida de la intimidad que debía ser entregada con la famosa sinceridad salvaje, que servía para informar a los directores, a la vez que la dirección espiritual consistía en seguir unas directices marcadas desde la Delegación y el consejo local, sin la mínima confidencialidad y calidad.

No sé porqué les papas permiten tantos abusos, pero un católico debe tener la seguridad de encontrar coherencia cuando se acerque a una organización aprobada por la Iglesia. 

A mi lo que más me duele de haberme acercado a la Obra es el descalabro espiritual que ha producido en mi vida. Tanta exigencia y tensión me ha ocasionado un gran escepticismo, que me lleva a ver mucho cuento en el la religión. Estoy seguro que si hubiera llevado una vida más acorde con mi personalidad, con mayor libertad y menos tensionada, mi actitud sería más positiva. Muchas veces escribir la carta más que abrir las puertas a una vida mejor, nos lleva al desastre, ya que a la Obra le interesan los números, no las personas.

Un saludo, y mi deseo de que aquellos que se metan en la Obra, desconfien un poco de los directores, y piensen que han de buscar la voz de Dios en su conciencia y no en las palabras de otro, aunque se llame Escrivá de Balaguer .

Rocabertí