Religión, religiosidad, espiritualidad…- Pepito
Fecha Friday, 28 June 2013
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Bastantes veces he meditado a fondo, en la idea de sacar conclusiones objetivas y no sesgadas, sobre la manera en que nuestro santo preferido entendía la religión, la religiosidad y la espiritualidad. Y lo que en todas las ocasiones he sacado en limpio es que, pese a sus presuntas aportaciones a la moderna teología del laicado, su punto de partida y de llegada eran los de un buen cura de hacia –digamos- 1870, como alguno que hubo en mi propia familia. Y ante todo está su carencia de sentido social de la religión, ni siquiera en los moderados términos en que lo propugnó en su día el papa León XIII.

Nuestro santo preferido lo dejó bien claro en aquellas palabras suyas –y cito de memoria- de que “la Obra no ha venido a sacar a nadie del lugar en que Dios lo ha puesto”; grave afirmación ésta, en cuanto que parece echar sobre las espaldas de Dios las terribles situaciones de injusticia que cada día vemos a nuestro alrededor (y conste que ni de lejos comparto las ideas de la llamada Teología de la Liberación).

El caso es que Escrivá, pese a que, según sus hagiógrafos de cámara, conoció muy de cerca el mundo de los desvalidos de aquella España barojiana de los años 30, prefirió dedicarse a los intelectuales (y me remito al Catecismo de la Obra de mis tiempos), en una clara respuesta a lo que había venido siendo la Institución Libre de Enseñanza. Pero, claro, esos intelectuales eran, ante todo, universitarios, lo que en la España de entonces equivalía a ser hijos de buena familia. Cierto que también esos chicos debían ser evangelizados; pero parece que Escrivá partía de que, como decía el antes aludido Baroja, “el mundo es ansí” porque ansí lo había hecho Dios, y que no valía la pena intentar mejorarlo.

En fin, “No pecar y rezar mucho” parece que fue su medicamento genérico para los cristianos de toda condición; pero esa receta parece haber tenido mayor éxito entre los de arriba, que de repente veían resuelta la ominosa amenaza del camello y el ojo de la aguja.

Pepito









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