Reflexiones sobre la actual crisis de la mediación institucional.- Josef Knecht
Fecha Friday, 21 June 2013
Tema 010. Testimonios


Querido Zartan:

Muchas gracias por tus simpáticas palabras del 19.06.2013 y por tu crítica, tan bien formulada, a mi nota del 17.06.2013. Debo reconocer, después de haber reflexionado tus palabras, que tienes bastante razón. Yo mismo añadiré una autocrítica a tus dos observaciones: pequé muy probablemente de “anacronismo”. Me inculpo de anacrónico porque, cuando redacté aquella nota, tenía en mi mente el impacto producido en mí por la reciente actuación del estadounidense Edward J. Snowden, mundialmente conocida y controvertida, y la proyecté a don Antonio Pérez-Tenessa imaginándome que éste hubiera podido actuar de manera semejante en los años 50 o 60 del siglo pasado. Este era el contexto anímico con que escribí aquella nota, y así incurrí en un error de anacronismo. A decir verdad, no se podía exigir a un caballero español en aquellas circunstancias histórico-culturales, esto es, en pleno apogeo del régimen franquista un comportamiento como el de Snowden, ya que entre los dos caballeros existe un salto generacional cualitativo. Por este motivo, tienes algo de razón en tu comentario: cabe la posibilidad de que, si don Antonio hubiera divulgado su conocimiento de la verdad, no hubiese causado el efecto que ahora ha hecho Snowden, y la gente de entonces no le habría hecho apenas caso...



Veo dos diferencias entre Pérez-Tenessa y Snowden. La primera –y, a la vez, menos importante– es el uso de las nuevas tecnologías por parte de este último, las cuales permiten nuevas formas de comunicación (y también de espionaje y contraespionaje) que eran impensables a mediados del siglo XX; sin ir más lejos, la página web Opuslibros es una prueba, entre otras muchas, de las actuales novedades en la historia de la comunicación humana.

Pero la diferencia más importante entre ambos personajes es de índole social y cultural. En la época actual –según señalan muchos analistas– se está produciendo una tremenda crisis de credibilidad de todo tipo de instituciones, y la gente desconfía cada vez más de la eficacia de éstas y de la veracidad de sus “versiones oficiales”; esto no ocurría en la España de Franco, en la que los españoles acataban las versiones oficiales al pie de la letra, y sólo los enemigos del régimen franquista las atacaban. En las circunstancias actuales, la mediación que ofrecen las instituciones oficiales en su servicio a los ciudadanos está siendo crítica y severamente cuestionada a nivel mundial por la población, la cual, “indignada”, deposita cada vez menos su confianza en la Iglesia (es el así llamado “proceso de secularización”), en los Gobiernos de los Estados, en los partidos políticos, los sindicatos, la judicatura (ver la aportación de Daniel M. del 19.06.2013) y otras instituciones, incluidas las financieras, causantes de la brutal crisis económica que estamos padeciendo desde 2008.

Todo este descalabro –con el merecido desprestigio– de las mediaciones institucionales, que –repito– aún no se daba en los años 50 y 60 del siglo XX, propicia hoy en día novedosas actuaciones, certeras en mi opinión, como el nacimiento de Opuslibros o la denuncia, apoyada en la revelación de documentos oficiales, de graves injusticias e irregularidades; me estoy refiriendo, por poner sólo dos ejemplos, a una dama valiente, Agustina López de los Mozos, y a un caballero valiente, Edward J. Snowden. Exigir –y esta exigencia subyacía en mi nota del 17.06.2013– que Antonio Pérez-Tenessa actuara así en su época fue un error de anacronismo por mi parte, del que se derivan los dos desaciertos que amablemente me señalaste.

La crisis actual consiste –dicho en pocas palabras y sin afán de agotar aquí este complejo problema– en que el pueblo llano percibe que las instituciones, en vez de solucionar con coraje y diligencia los problemas reales de la sociedad y de las personas, han generado un funcionamiento interno de tipo endogámico que las lleva a estar más pendientes de sí mismas que de su servicio al pueblo. Piensan sobre todo en su estabilidad interna y en su éxito externo, en el cumplimiento de sus reglamentos, en la fidelidad a sus principios y tradiciones, relegando a segundo plano el servicio a la sociedad; y, aunque sean cautelosas para no correr riesgos que las pongan en dificultades, se esfuerzan a la vez por cuidar una imagen falsa que las presenta como si fueran heroicamente serviciales. Las instituciones se han afianzado, pues, como estructuras de poder y no de servicio. En bastantes ocasiones, además, a consecuencia de la mencionada endogamia, han incurrido en casos graves de corrupción o en otros comportamientos irregulares. Las instituciones logran así sobreponer nuevos problemas a los naturalmente existentes; el Opus Dei es un magnífico ejemplo de una institución que ha conseguido crear de manera artificiosa, a raíz de su burocracia interna, una serie de problemas que no suelen darse en las circunstancias normales de la vida. La gente ha descubierto el engaño e, indignada, lo denuncia de distintas formas exigiendo a las instituciones dos cosas: 1ª) que se sometan a una reforma radical de acuerdo al principio evangélico de que “no está el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”; y 2ª) que, siendo valientes, no teman asumir riesgos a la hora de comprometerse en la solución de los “verdaderos” problemas e injusticias del mundo.

¿Cómo se solucionará, desde mi punto de vista, la grave “crisis de la mediación institucional”? Mediante la total transparencia de las instituciones ante la ciudadanía y, en el caso de la Iglesia Católica, mediante la total transparencia de la jerarquía ante los creyentes, pues sólo así se superará el desafecto o la indignación de la gente y se podrá establecer una auténtica comunicación (o comunión) entre las necesidades reales de la sociedad y los distintos servicios ofrecidos por los organismos institucionales.

Recibe un cordial abrazo del ex Magister ludi

Josef Knecht







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