Querido Conrad,
Con mentalidad jurídica, a lo mejor te
gustan las novelas policíacas, por lo menos el ingenio y el pragmatismo de las
buenas novelas policíacas. Siendo así, creo que no será difícil encontrar los
motivos del silencio del jurista Antonio Pérez, alias Antonio Pérez-Tenessa si
miras su trayectoria profesional. Lo que él sabía sobre el Opus Dei, lo sabía
cómo protagonista, exactamente como cada uno de nosotros a su medida. La
aparente diferencia está en que él fue uno de los personajes principales de la
crucial etapa constitutiva de la historia del Opus Dei. La obligación moral de
denuncia del Opus Dei es lo que es; la verdadera diferencia está en las
consecuencias, penales por ejemplo, para él mismo y para el Opus Dei, de las
historias, muy fácilmente identificables en su caso, que tenía para contar y
nunca contó. Hace falta algún coraje para arriesgar vivir peor, en lugar de
mejor, el resto de la miserable vida: depende de la coloratura de cada
conciencia, y depende mucho de las simples circunstancias. Es este precisamente
el tejido de las buenas novelas policíacas.
No entiendo lo que dices sobre esa Isabel
Pantoja. He mirado en google, pero no entiendo lo que querías decir, aunque sí
comparto tu opinión de que todos podríamos haber hecho lo mismo que hace la
gente del Opus Dei - si no lo hubiéramos hecho de modo distinto. A veces con
poco o ningún mérito, eso sí. En mi caso, por ejemplo, si mi padre no me
hubiese hecho pensar poco a poco, con mucha paciencia y mucho sentido del humor
a la vez que inexorablemente, cómo él sabía misteriosamente hacer. Un amigo
suyo de juventud le invitó una vez para no sé qué, en un “centro” del Opus Dei
y él me contó después, como en passant, estaba yo en el “centro de estudios”,
que le había contestado a ese amigo que no debía aceptar la invitación porque la espiritualidad del Opus Dei no me conviene. Eso me hizo sentir
de súbito en una especie de tierra de nadie, un sitio realmente nada agradable
para una adolescente. Pero no: existían otros mares, otros mundos donde la
gente habla con palabras ajustadas a la vida, y sobretodo el viaje era honesto
y aparentemente apacible.
No era tierra de nadie: la guerra era
inventada. La primera duda seria ya es siempre la salvación, aunque la
conciencia de esa decisión pueda llegar mucho más tarde, años y años más tarde,
y a veces nunca.
Un abrazo,
Carocha