La Decadencia del Opus Dei.- E.B.E.
Fecha Monday, 27 May 2013
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


La Decadencia del Opus Dei

E.B.E.

 

«Viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo»
Escrivá (supuesta* carta del 9-I-1932)


EL Opus Dei es lo viejo. Lo nuevo está por venir. No sabemos qué será. Pero está claro que el Opus Dei es lo viejo y está languideciendo. Suele suceder así con los ciclos históricos de grandes procesos. Su muerte no es instantánea sino la precede un largo camino. Hoy el Opus Dei es lo viejo. Lo noto en la decadencia que se registra en tantos países, como bien lo reflejan los escritos numerosos de
Alchile en México, como de tantos otros autores en relación a España, y como, también, recientemente me ha contado un testigo directo de lo que está sucediendo en Argentina. Algo significativo es la vuelta de las viejas generaciones a altos cargos de gobierno. No es un hecho menor: que vuelvan directores de los años 70 y 80 a reforzar los altos mandos, es una señal más de que el Opus Dei ha dejado de ser lo nuevo. El CUDES, centro de estudios de Argentina, es otro penoso espectáculo, una edificación fantasma, en el privilegiado barrio de Recoleta, edificio de 8 pisos, varios de los cuales han sido clausurados a falta de vocaciones, según me confirman varios testigos.

La fuerza original del Opus Dei, la obtuvo precisamente por ser algo novedoso, pero en la medida en que dejó de serlo, en que perdió vigor y dinámica, fue languideciendo y finalmente frenando su ciclo de crecimiento...



Dicho ciclo abarcó la vida de Escrivá fundamentalmente, y un fuerte impulso final, que logró llegar hasta su canonización, y finalmente, tal vez logre lo mismo en el caso de Del Portillo (aunque con este papa Francisco habría que ser prudente antes de presentar perspectivas optimistas acerca de un nuevo triunfo opuesdeísta). Como me decía un ex miembro: «¿te imaginas a Francisco, que viene predicando de la pobreza, yendo a visitar Cavabianca y la zona de restringida de la casa del Prelado, llena de lujosas construcciones?» No sé cómo harían para “desmantelar” a tiempo todo aquello, le contesté, pero está claro que, si es que a Ratzinger lo cautivaron con las magnificencias aplicadas a la liturgia, a Bergoglio no se lo van a ganar de la misma forma.

***

El ciclo tendrá su punto de inflexión con el recambio, con el próximo prelado. Interrogantes surgen de todo tipo. ¿Será una oportunidad que la Iglesia aprovechará para ayudar al Opus Dei en sus cambios? ¿Se nombrará prelado con la intervención pasiva de la Iglesia, o la Iglesia elegirá ese momento para designar un interventor o una suerte de observador externo, (lo cual sería más diplomático y menos escandaloso) que acompañe al nuevo prelado en sus reformas? Un prelado no se elige muy a menudo dentro del Opus Dei (1994 fue el último), y difícilmente la Iglesia dejará pasar esa oportunidad para hacer algo, desde luego muy cuidadosamente.

El otro tema es si el Vicario General, Ocariz, actual segundo en el mando y próximo prelado en vista –salvo que la Iglesia diga otra cosa-, podría ser una suerte de salvador de la nave que se hunde. Un solo hombre difícilmente reflote al Opus Dei de su fin de ciclo. La inercia de la historia es más fuerte que un solo hombre. Escrivá, en cambio, se subió a la ola en el momento que crecía, y –no sin mérito propio, por cierto- la ola lo fue llevando hasta la cúspide de la propia entronización, como marqués y como santo (desde luego, el mérito no siempre es un elogio). Ocariz, Vicario General, en cambio, tiene viento en contra hoy, el viento de la historia y de tanta fatiga, interior y exterior. Con sus solas fuerzas no podrá hacer el milagro de resucitar al OD. El actual Vicario General no es la salvación, y no sería raro que decidiera por su jubilación prematura antes que asumir semejante herencia (y de ahí, tal vez, el reclamo del propio Ocariz a Opuslibros para que su nombre no se asociara con esta web, donde se denuncia los desórdenes e irregularidades de la prelatura).

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Escuchando la descripción de la decadencia en Argentina, recordaba los tiempos “gloriosos”, cuando tantos éramos testigos de la cantidad de gente que movía el OD, del entusiasmo, de los ideales, del buen humor que reinaba allí. Estábamos en la cresta de una ola próxima a descender, pero no lo sabíamos. Y seguramente en Roma tampoco lo sabían, porque el engreimiento no es ajeno a todo un estamento de altos directores del Opus Dei, como consecuencia de su fe ciega en Escrivá. Aunque ya se vienen desengañando, pues los números son irrefutables: el cierre de centros es penoso, el vaciamiento se palpa y el envejecimiento de la población del Opus Dei está a la vista.

He recordado “las campanadas” de Escrivá y su tenebrismo respecto de la Iglesia: cuando hablaba de la «gente que ha hundido seminarios y vaciado iglesias» (carta, 14-II-1974, nro. 24). ¿Y quién ha hundido y vaciado el Opus Dei? «Aparecen gentes con una falsa religiosidad, saturada de fanatismo, que se oponen desde dentro a la Iglesia de Jesucristo, dogmática y jurídica, haciendo resaltar —con increíble desorden, cambiando por los del Estado los fines de la Iglesia— lo político antes que lo religioso» (ibídem, nro. 20). ¿Qué decir del trastroque proselitista (político, desde luego), anteponiendo los números de afiliaciones al progreso espiritual de las personas? ¿Qué decir del trastroque moral, anteponiendo la obediencia ciega frente al respeto de la conciencia? ¿Qué decir de la falsa religiosidad del Opus Dei? ¿Y de su fanatismo histórico (el actual ya languidece)? ¿Qué decir de su oposición a la Iglesia y de sus modos opacos de funcionar, resistiendo todo tipo de apertura y transparencia? Pues bien, este podría ser un buen momento para que Escrivá bebiera de su propia medicina, tocaras sus campanas para sí mismo, pero lamentablemente no está para ser testigo de sus propias palabras, aplicadas a su organización en decadencia.

Anteriormente me podría haber dado alegría malsana ver su decadencia; hoy en cambio me disgusta ver cómo los superiores han malversado el esfuerzo de tantas personas. De todas formas, era algo inevitable, porque el problema estaba en el origen, no en las consecuencias previsibles.

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Al mismo tiempo la gente va perdiendo el miedo, o también va hablando más abiertamente y tomando consciencia de ciertos episodios, de los cuales fueron testigos y no supieron interpretar adecuadamente en su momento (los interpretaban con ingenuidad o desde la propia visión ideológica de Escrivá). Esas historias también saldrán a la luz cada vez más –está saliendo desde hace tiempo- y reforzarán el decadentismo, en el cual, el Opus Dei ha ingresado desde hace, por lo menos, más de 10 años.

¡Qué cambios han sucedido desde el año 2000! No sólo por la presencia –no menor- de Opuslibros, sino también por el deceso del crecimiento dentro de la organización y tantas muestras de envejecimiento. Hace poco me contaba un ex miembro lo que escucho decir –hace años- a un consiliario en una meditación dirigida a supernumerarios (la cita no es literal): «¿no saben ustedes lo que hacen sus hijas con sus novios en los autos? [Yo sí] ¡Si yo las confieso!» En su momento, parecía una fuerte amonestación moral, desde la más alta autoridad regional. No solamente nadie se planteaba cuestionar nada, sino que no pocos supernumerarios saldrían avergonzados y realmente preocupados de aquella meditación. Si pensaban que sus hijas eran casta, pues el consiliario les venía a decir que eran una suerte de prostitutas (pues, al menos en esa ocasión, había señalado el pecado de “las hijas” y no de los hijos de los supernumerarios).

En ese momento, a nadie se le planteaba pensar que, en realidad, se trataba de una muestra colectiva -no por el protagonista sino por el número de las acusadas- de violación del sigilo sacramental. El consiliario había develado abiertamente que las hijas de esos supernumerarios presentes -si no de todos, al menos de muchos, aunque se dirigía a todos para diluir colectivamente la violación individual del sigilo- se habían confesado de pecar contra el sexto mandamiento. Tal vez prejuzgo o malinterpreto las cosas, y todo el asunto se trataría de otros mandamientos (por ejemplo, no decir mentiras o santificar el día del Señor, pero, dentro de un auto, parece proco probable que se tratara de algo así); de cualquier forma el consiliario dejó en claro que él tenía “información privilegiada” de lo que sucedía en las conciencias, y la usaba para predicar. ¿Por qué dudar, entonces, de que no la usara para gobernar? De hecho, predicando también gobernaba, generando miedo y vergüenza. Aunque, en realidad, vergüenza debería haber tenido el propio consiliario, al violar el sigilo de manera colectiva, pública y escandalosa. Al parecer, luego de su muerte, lo han querido proponer como candidato a santo. No es de extrañar, pues la canonización de Escrivá ha sido y será un mal antecedente.

La decadencia –el relajo de cierta contención- permite que estas historias salgan a la luz, como cadáveres que surgen a la superficie sorpresivamente, flotando, y que anteriormente estaban bien sumergidos. Es la relectura de los hechos del pasado, la que permite descubrir las fisuras de lo que parecía firme y eterno. Esas fisuras eran signos de que aquello, que parecía nuevo, no lo era y estaba a punto de ser puesto en evidencia.

El Opus Dei nunca fue lo nuevo, siempre fue lo viejo, pero recién ahora, en estos últimos años, estamos llegando a comprobarlo. Fue lo viejo, porque la fabulación es tan vieja como el origen del mundo. Y la vocación al Opus Dei es una gran falsedad, a partir de la cual se derivan tantas otras falsedades históricas y jurídicas. Fue una promesa, lo nuevo que estaba por venir, pero que nunca llegó a hacerse realidad y finalmente murió sin haber dado a luz. Esta es la situación actual del Opus Dei.

Estamos en momentos históricos para el Opus Dei, totalmente opuestos a los de su exaltación de 1992. No serán tiempos cortos, porque lo nuevo tampoco surgirá de repente. No está claro cuánto tiempo llevará todo este proceso decadente, pero a su túnel el Opus Dei ya ha ingresado.

E.B.E. 

* A esta altura del conocimiento, no sabemos que es verdad y qué es falsedad en relación a los documentos históricos del Opus Dei (más aún de 1930), en la medida en que su archivo histórico es inaccesible, nadie puede consultarlo salvo los superiores, ni siquiera los propios miembros del Opus Dei que sean historiadores (cfr. Haenobarbo).







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