Maltrato y falta de caridad cristiana con don Juan Rivero Lamas, QEPD, catedrático de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Zaragoza, España.
Don Juan ingresó en la Obra con 15 años, cuando fue "captado" en su San Fernando (Cádiz) querido, y permaneció en ella como Numerario hasta los cincuenta y tantos años, cuando decidió abandonarla y casarse con otra Catedrática de la Universidad de Zaragoza. Había sentido la vocación matrimonial, de ser una persona normal y corriente, "clase de tropa" según Escrivá de Balaguer...
Como todo Numerario, residía en un piso de la Obra, concretamente en la calle León XIII de Zaragoza, sometido a la autoridad de un Director. Cuando le comunicó a esta persona que deseaba dejar la Obra, y las razones correspondientes, y se marchó a dar sus clases en la Universidad, se encontró con la desagradable sorpresa de que después de haber dedicado treinta y tantos años de su vida laboral al Opus, entregado la totalidad de sus ingresos, tanto en calidad de Catedrático como de Abogado, con despacho propio, etc., que habían cambiado la cerradura del piso, y no le dejaron ni entrar a recoger sus documentos personales, ropas, libros, etc. Es decir, le dejaron en la calle, únicamente con la ropa que llevaba puesta.
Tanto es así que tuvo que marcharse a vivir unos meses a un modesto hotel de la ciudad, mientras preparaba su boda, ya que tanto su novia como él no deseaban vivir en pecado ni al menos dando pábulo a la maledicencia.
Don Juan siguió asistiendo a Misa diaria toda su vida, siguió trabajando con el mismo ahínco que siempre, y publicando, investigando, dirigiendo tesis doctorales, etc., y nunca le oí decir una palabra en contra de la Obra ni, por supuesto, de la Iglesia Católica.
¿Se comportó fraternalmente la Obra con Don Juan Rivero Lamas...? Parece evidente que no.
Les envío este comentario con el ruego de su publicación, pues he querido colgarlo en wikipedia, en el apartado "discusión" de la página relativa al OPUS DEI en dos ocasiones, pero una mano caritativa se dedica a borrarlo. Y como no hay dos sin tres, no vuelvo a intentarlo, pues estoy seguro de que son ellos mismos quienes destruyen cualquier testimonio que les sea desfavorable. ¡Y es que son tan santos que nunca hacen nada mal, ni quieren que nadie se entere!
Descanse en paz don Juan Rivero Lamas, y gracias por su apoyo en momentos difíciles de mi vida. Rezaré por él, aunque estoy seguro de que no lo necesita, pues era una gran persona y un cristiano ejemplar. Como el mismo decía, no hace falta ser de ninguna institución para ser un buen católico.
Manuel G. Pérez
